Gloria Cecilia Narváez: «Rezo mucho para que el Señor transforme el corazón de mis captores»

La religiosa colombiana, secuestrada durante casi cinco años por yihadistas, pide que «nunca más nadie esté encadenado por su fe»

Gloria Cecilia Narváez: «Rezo mucho para que el Señor transforme el corazón de mis captores»

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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«Ahora soy libre para pedirles a todos que nunca más nadie esté encadenado por su fe». Palabra de una santa en vida: sor Gloria Cecilia Narváez Argoty, la religiosa colombiana que ha pasado casi cinco años en el Sahel en manos yihadistas. La misionera ha participado en la mañana de este martes 22 de marzo en la rueda de prensa de presentación de una nueva edición de La noche de los testigos. El evento, organizado por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), tiene lugar en la tarde de mañana miércoles en la catedral de La Almudena de Madrid, presidido por el cardenal Osoro.

Sor Gloria Cecilia ha dado numerosos detalles de cómo fue su secuestro y cautiverio. Con la voz a menudo quebrada por la emoción, ha relatado que fue capturada en Karangosso (Malí, 12.000 habitantes), el 7 de febrero de 2017 por cuatro hombres armados que llegaron a su misión con la pretensión de llevarse consigo a una de las tres hermanas de la comunidad. Llegaron a eso de las nueve de la noche, cuando estaban viendo la televisión. Y sor Gloria Cecilia, la mayor, se ofreció a ir con ellos para que no hicieran daño a sus compañeras. «Cuando salimos de la casa, me pusieron una cadena con un artefacto explosivo en el cuello y nos adentramos en el desierto», rememora.

A partir de ese momento, «interminables años de silencio y soledad», y todo un calvario de malos tratos, insultos, azotes, castigos, escupitajos… Pasó por un sin número de campamentos distintos en hasta cinco países distintos: Malí, Burkina Faso, Nigeria, Mauritania y, por último, Argelia. «La última etapa la pasé en la parte más árida del Sáhara, donde no había vegetación, solo soledad y arena. Casi todo el tiempo estuvimos en el desierto».

La religiosa de la Congregación Franciscana de María Inmaculada compartió cautiverio con otros secuestrados: una de ellos, la cooperante francesa Sophie Petronin, fue liberada un año antes que ella; otra, en cambio, una misionera evangélica belga, acabó siendo asesinada. Sor Gloria Cecilia intentó escapar varias veces, pero no tuvo éxito, siendo castigada posteriormente. Actualmente, y pese a que el presidente de Malí se comprometió a liberarlos a todos, «aún hay gente que sigue secuestrada, y en situación mucho más dura», señala.

Todos los días, por la mañana y por la noche, la instaban a convertirse. «En las noches se escuchaban llantos y quejidos de gente que estaba secuestrada como yo y que estaba siendo torturada».

«Mi espíritu nunca estuvo secuestrado»

Pudo soportar tan dura prueba gracias a la fe. Oraba mucho: invocaba los Salmos, recitaba el Magníficat, rezaba el Rosario juntando piedrecitas… Solía dibujar un cáliz en la arena, pero sus secuestradores «se enfurecían y lo borraban con una pala». La llamaban «perra de la Iglesia». No obstante, afirma, «aunque fueron años difíciles, mi espíritu nunca estuvo secuestrado, me sostuvo mi fe y esperanza contra todo desaliento». Le ayudó también su espíritu franciscano. «El sol abrasador, los atardeceres de colores, el cielo del desierto, la galaxias y planetas…, Dios me abrazaba con mi hermana naturaleza».

La hermana Narváez asegura que sintió «la protección especial de Dios en momentos de extrema amenaza» y que su «vida en cautiverio fue una experiencia de amor, esperanza y caridad».

Muchos de los extremistas eran muy jóvenes y a veces se drogaban, constituyendo ello un peligro añadido para ella. Se ponían también muy nerviosos cuando los sobrevolaban drones y helicópteros. Pese a lo vivido, dice que no les guarda rencor. «Oraba y sigo orando mucho por ellos, para que el Señor transforme sus corazones», afirma.

En Karangosso, sor Gloria Cecilia y las religiosas de su comunidad trabajaban en la catequesis de niños y jóvenes, y atendían un orfanato y centro sanitario y una maternidad. «Nos dolió hasta las entrañas dejar la misión en Malí», ha dicho tras recordar que los Padres Blancos, cuyas iglesias fueron destruidas, «se salvaron de puro milagro».

El drama de los cristianos en Pakistán

En La noche de los testigos, mañana, en la catedral de La Almudena, se escuchará también el testimonio de Marta y David, un matrimonio paquistaní, padres de tres hijos, que tuvo que huir de su país a causa del hostigamiento y las amenazas sufridas por su fe cristiana. Tenían una buena posición económica —ella trabajaba en una ONG como activista de los derechos humanos, y él era el jefe regional en una compañía importante— pero, quizá por ello, empezaron a ser objeto de envidias por parte de sus compañeros, que no aceptaban que un cristiano pudiera ser su jefe. Las amenazas y las exigencias para que se convirtieran fueron aumentando hasta que llegó un punto en que ya no pudieron más: los hijos —a los que no habían puesto un nombre cristiano «para evitar problemas»— dejaron de ir a la escuela por miedo a que los secuestraran, y ellos tuvieron que permanecer encerrados varias semanas en su casa…

«Se nos hizo muy difícil vivir en ese ambiente y decidimos irnos. Nuestra vida material era muy buena, pero la espiritual no. Por eso renunciamos a todo. Llegamos a España hace tres años, a Barcelona, y solicitamos asilo», explica Marta, que denuncia que en su país «hay niñas menores de edad, que son secuestradas y casadas a la fuerza», violadas y convertidas de facto.

«Pedimos a todos —concluye— que recen por los cristianos perseguidos a causa de su fe. Los cristianos tienen un problema real, se debe dar asilo prioritario a los que puedan llegar a España».

Menéndez-Ros: «Los cristianos perseguidos son la élite de la Iglesia»

Javier Menéndez-Ros, director de ACN, ha explicado que Pakistán es un país muy influido por Arabia Saudí y «un grandísimo exportador de la ideología yihadista» a través de las miles de madrasas que allí hay. El responsable de la fundación pontificia ha recordado que 646 millones de cristianos viven hoy su fe «con grandísimas dificultades» a causa de la persecución o discriminación que sufren, y que el siglo XXI está siendo «el siglo de los mártires».

Con La noche de los testigos, añade, se quiere rendir homenaje a todos estos cristianos perseguidos, a los que califica de «la élite de la Iglesia», pues «nos indican el camino a seguir». Este evento, que comenzó a celebrarse en 2014 en la catedral parisina de Notre Dame, tiene lugar en España desde 2016, en Madrid y en otras diócesis.

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