Niños a los que se da de comer en la escuela para que no desfallezcan: Así se utiliza el dinero de las OMP

Todo el mundo ha oído hablar del Domund, la jornada anual de la Obra de Propagación de la Fe, una de las cuatro Obras Misionales Pontificias (OMP). Lo que no todo el mundo sabe es a dónde van a parar exactamente los donativos que los fieles entregan al Domund, a la Infancia Misionera y al Clero Nativo, unos fondos que cada año las OMP en España ponen a disposición del Fondo Universal de Solidaridad que gestiona la Santa Sede.

«Yo estoy aquí para dar testimonio de que el dinero de los católicos españoles llega, y detallar en qué se utiliza», dijo ayer jueves, 30 de junio, el misionero burgalés Luis Carlos Rilova en la rueda de prensa de presentación de la memoria anual de actividades de OMP correspondiente a 2021.

Rilova (Burgos, 1970) es sacerdote, misionero del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) en la diócesis de Hwange (Zimbabue). Aunque ahora lleva un tiempo en Madrid, ha pasado en el país africano doce años, y en seis de ellos ha ejercido como responsable diocesano de OMP.

«En Hwange presentamos para su aprobación dos proyectos relacionados con la salud y la infancia: uno para ayuda a los enfermos de sida, y el otro para alimentación. En el primer caso se trata de niños infectados o afectados por el sida. La ayuda que nos llega, 8.000 dólares, se emplea en becas para que estos niños puedan estudiar, porque sus padres han fallecido y sus abuelos no alcanzan a sacarlos adelante».

El segundo proyecto también tiene por beneficiarios a los pequeños. «Pedimos ayuda para la alimentación de los niños que van a la escuela, y la última vez recibimos 13.000 dólares. Tenemos cinco escuelas diocesanas con unos 2.500 alumnos. Gracias a ese dinero podemos dar de comer a los niños al mediodía y estos pueden aguantar. Son niños que caminan 5, 8 y hasta 10 kilómetros para llegar a la escuela y que cuando llegan ya están débiles, pues no han desayunado en casa. No regresan hasta la tarde, hacia las tres, así que se les da esa comida, que es muy sencilla, para que puedan estudiar y coger fuerzas. Y esta ayuda nos viene de la Infancia Misionera».

Capillas, materiales de evangelización, centros pastorales…

La diócesis de Hwange está al noroeste de Zimbabue, ya en la frontera con Zambia. Pegada a las célebres cataratas Victoria, tiene una extensión considerable, del tamaño de Aragón, aunque en ella solo viven unas 300.000 personas. «La mitad del territorio es un parque nacional en el que hay más elefantes que cristianos», declaraba recientemente a ECCLESIA el ahora obispo emérito de Hwange, José Albero Serrano. El prelado aragonés, misionero también del IEME, ha pastoreado la sede los últimos 14 años.

«En Hwange —continúa el Padre Rilova— se reciben 32.000 dólares, y otros mil y pico más para ayuda a catequistas». Las diócesis en Zimbabue pueden solicitar a Roma ayuda para cuatro proyectos, y las archidiócesis para seis. Hay proyectos relacionados con la construcción de capillas, de alguna iglesia, para la reforma de la casa parroquial, hacer una cocina, etc. Y también para materiales de evangelización —edición de Biblias, materiales formativos— y para centros pastorales.

«Las capillas —explica Rilova— son pequeñas, en ellas caben unas 150 o 200 personas. Se hacen con materiales sencillos y en su construcción se implica la comunidad: elaborando los ladrillos que se van a colocar, trayendo la arena y la grava del río, acarreando el agua, etc».

El misionero burgalés pone énfasis en este trabajo comunitario y destaca también la participación de los africanos en las campañas de OMP. No se trata de asistencialismo. «Cuando pedimos las ayudas, por ejemplo la del Domund, la Santa Sede siempre nos pregunta en los formularios cuánto aporta esa comunidad, esa diócesis, a la colecta», señala.