Lunes Santo

Entramos en los Días de la Gloriosa Pasión del Señor y que comenzábamos ayer con el Domingo de Ramos y la Entrada de Cristo en la Ciudad Santa, como anticipo de su Victoria. Hoy nos adentramos en el Lunes Santo. En él retornamos a los días penitenciales de Cuaresma pues son las jornadas menores de Semana Santa que irá “in crescendo” hasta comenzar el Triduo Pascual. En ellas se acrecienta la impronta penitencial.

En este segundo día de la Semana Grande para los cristianos se reflexiona y contempla los momentos más cercanos a la Pasión del Señor. El Evangelio tomado de San Juan nos presenta el Pasaje donde Cristo se encuentra en casa de Lázaro, al que había resucitado de la muerte y que le ofreció una cena en gratitud a la que asistieron los discípulos. En ese instante una de las hermanas, María, tenía un frasco de perfume de nardo y alabastro, que era muy cotizado y rompiéndolo lo derramó en la cabeza del Maestro.

La fragancia se extendió por toda la casa. Judas Iscariote, preocupado por el dinero, juzgó que aquella mujer obró mal, ya que debería haberlo dejado para los pobres en lugar de despilfarrarlo. Al murmurar, Cristo le recuerda que el gesto de ella, es digno de alabanza porque le ha querido ungir en previsión de su sepultura. Y termina con que “a los pobres siempre les tendrán; sin embargo Él no siempre estará con ellos”.

Esta cena no queda en lo escondido porque muchos judíos van a ver al resucitado, creyendo en el Mesías. Esto irrita a los fariseos tanto, que en el Sanedrín, cuando decretó eliminar a Cristo, decició matar a Lázaro ya que era fuente de conversión para muchos. Y dentro de estos últimos días del Nazareno, se le denomina “Lunes de autoridad”, ya que el Señor muestra su Poder Divino echando a los mercaderes del Templo y maldiciendo a la higuera.