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El Apóstol San Pablo recuerda en sus Cartas que él ha transmitido esa Tradición que recibió en herencia donde se recuerda que el Señor Jesús la noche de su entrega tomó Pan diciendo “esto es mi Cuerpo” y, tomado el cáliz, dijo “esta es mi Sangre”. Hoy conmemoramos a San Prudencio Galindo, fiel transmisor de la Fe a los gentiles como San Pablo. Su vida transcurre en torno a los siglos VIII y IX.
De origen español - su nacimiento se sitúa en Aragón -, pronto huiría al otro lado de los Pirineos, buscando el amparo de los carolingios ante la persecución musulmana, el año 803. Allí fue fiel transmisor de la tradición isidoriana y firme defensor de su condición de español. Consagrado Obispo, se hace cargo de la Iglesia de Troyes, en la que impulsará el conocimiento de la Sagrada Escritura con la publicación de algunos manuales, entre los que destaca uno de ética con sentencias tomadas de los Libros Santos.
También hizo una gran biblioteca a la que acudía en los momentos de descanso, con el fin de preparar las próximas tareas. Grandes fueron los teólogos que consiguió reunir en su estudio, como es el caso de San Isidoro de Sevilla, San Agustín de Hipona o San Gregorio Magno. Con esta preparación y formación que tuvo, pudo salir al paso de numerosas controversias teológicas que sucedieron por entonces, defendiendo la pureza de la Fe en Cristo.
Su trayectoria tanto en el plano intelectual como en el apostólico, le condujeron a ser capellán de personalidades como Ludovico Pío y de Carlos el Calvo. Esta consideración, fue veneración después de su muerte, porque la Diócesis que había regido siempre le invocó como su Santo abogado y protector. San Prudencio Galindo muere el año 860 en el mismo Troyes, perteneciente al Reino Franco.