San Ricardo
Consagrado completamente a Dios, tuvo que enfrentarse a quienes mezclaban la Fe con los intereses poíticos
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Cristo ya resaltó en el Evangelio “Dada al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Y este Pasaje ha tendio que ser aplicado en muchas circunstancias de la vida. Hoy, V Domingo de Cuaresma, conmemoramos a San Ricardo que tuvo que enfrentarse a quienes mezclaban la Fe con los intereses poíticos. Nace en Wyche en el siglo XII, dentro de una familia sencilla. Su estilo humilde choca con el lujo que tiene la sociedad de su tiempo, pero no sólo la parte de los nobles.
Incluso los eclesiásticos, andaban metidos en los asuntos terrenales, abandonando los temas espirituales y trascendentes. Tampoco se salvan los monjes que atraviesan una etapa de relajación, frente a sus antiguas normas. Sin embargo, nada de esto le aparta a Ricardo de su vida humilde. Pronto marchará a estudiar a Oxford, donde tendrá buenos maestros dominicos y franciscanos, que le estimularán en su camino de reflexionar, despojarse de todo y buscar la Verdadera Belleza, que es Dios.
Tras una corta estancia en París retorna a Oxford, graduándose en Artes. Pero no será la única especialidad que curse, porque también pasaría por las aulas de Derecho en la prestigiosa Universidad de Bolonia. Nombrado Canciller de Óxford, es designado para este mismo servicio en el Arzobispado de Canterbury y el de Lincoln. Por entonces ejerce la docencia en Orleáns, ordenándose allí mismo sacerdote.
Poco después es nombrado Obispo de Chichester, algo que el rey Enrique III ve mal. Cuando interviene el Papa ratificándole y consagrándole personalmente, las cosas empeoran hasta el punto de que el nuevo Prelado ha de acercarse a los pobres porque en las demás casas no le admiten. Así pasará los últimos momentos de su vida San Ricardo hasta que muere en el Asilo de Mas- Dieu a la edad de 55 años.