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Alberto Santacruz
Frente a la historia del héroe, la verdad del vencido y frente a quienes visten la certeza con harapos de mentira para seguir en el poder, la libertad de decir 'basta ya', la misma con la que Medusa -cuya historia fue silenciada para aupar el guión de la imposición- ha gritado a los cuatro vientos que quiere ser escuchada... y Victoria Abril también.
El esperado regreso a los escenarios de la actriz, tras 45 años de ausencia en España, ha tenido un marco de pinceladas wagnerianas, no ya por la música, que también, pero especialmente por una escenografía que recordaba a 'El anillo del Nibelungo' y un coro, de raíces extremeñas, sublime, exquisito.
Un marco perfecto para que Victoria Abril volviera al teatro, debutara en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y encarnara a Medusa, a ella misma como actriz; una mujer convertida en gorgona por quienes no quieren oír que siempre hay otra verdad.
"La verdadera historia, mi historia, a la que acallaron porque lo correcto es que un héroe mate a un monstruo", grita Victoria Abril mirando sin petrificar a quien la observa. Es el juego de la 'cuarta pared' con el que el director y autor de la obra, José María del Castillo, sostiene este magnífico espectáculo.
La escenografía de Mónica Boromello, brutal en todos sus aspectos, permite que 'Medusa' brille y, por ende, Victoria Abril, que niega en todo momento ser la mala de esta historia. Por contra, señala al inicio de la obra tanto a Perseo, papel muy exigente que encarna Adrián Lastra, como a la sociedad, como culpables de sus males.
Del Castillo reformula el mito de Medusa, que fue violada por Poseidón, para decirle al público que el monstruo, el verdadero, es aquel que emite un pensamiento inducido para evitar que seas distinto, que la idea del miedo a lo diferente sí da temor y que la integridad de la sociedad y del ser individual no puede ser cincelado a golpes de mentiras convertidas en certezas.
Estos mensajes no solo llegan por la oratoria de las actrices y actores que sostienen la obra. La plasticidad de la danza, la sublime actuación del Coro de Extremadura, a veces como guerreros y otras como sacerdotisas o serpientes, y la voz altiva y dibujada en compases por Ruth Lorenzo generan una burbuja que envuelve al público.
Plasticidad, en definitiva, para dar la vuelta al orden establecido. "Tenemos que soportar esta historia -no solo la de Medusa- y esta farsa de machitos impregnados en testosterona", expone y critica la gorgona, quien advierte también que "el verdadero peligro puede llegar a través de las aguas mansas".
"Intereses, envidias y limitaciones de otros que, sin tener las armas necesarias para subsistir, necesitan hundir a los demás para mantenerse ellos a flote", dice Victoria asqueada de que Medusa fuera la señalada para justificar los aleluyas a Perseo -quien le cortó la cabeza- y a Atenea, la responsable de que sus cabellos fueran serpientes.
A pesar de la soledad, el castigo y el silencio al que fue condenada, Medusa abre un diálogo con Perseo para enseñarle el origen de sus males. La magna interpretación de Elisabeth Biosca como la joven Medusa permite conocer ese sufrimiento.
"¿Cuál es la diferencia entre mi mirada que petrifica y tu espada que corta cabezas" le pregunta Medusa a Perseo para que reflexione si la idoneidad de seguir el mandato del poder vale la pena antes que el conocimiento de la verdad.
Le pide que la escuche, que su silencio debe deshacerse para contar su historia. Es ahí, especialmente, cuando la serpiente teatral que lleva dentro Victoria Abril muestra su poderío, sus tablas de medio siglo y la escultura de una interpretación que se echaba de menos.
"Luche porque nací libre... y aquí me tienen, dando guerra y la que me queda", sostiene, advierte y revindican Victoria Abril y Medusa, Medusa y Victoria Abril. La gorgona se ha llevado un largo aplauso por parte de un público que se ha quedado -para bien- de piedra.