De proyecto "ruinoso" a prioridad: ¿Qué es el gasoducto Midcat y cómo puede convertir a España en referente?

Alemania presiona para que se reactive el plan de crear un gasoducto que atraviese los Pirineos, pero a España le ha salido oposición tanto en el Elíseo como en el propio Gobierno

Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El proyecto Midcat comenzó a morir hace ya más de tres años. Se trataba de una iniciativa ambiciosa: una inversión de 442 millones de euros para construir un gran conducto que llevase el gas procedente de Argelia y almacenado en España hasta el resto de países europeos, especialmente Francia. El expresidente de la Comisión de Expertos para la Transición Energética, Jorge Sanz, explica que los conductos del sur de Europa son más pequeños y la construcción del Midcat supondría la creación de un gran conducto que atravesase los Pirineos.

España cuenta en la actualidad con seis plantas regasificadoras dedicadas a reconvertir el gas, que se transporta de manera habitual en estado líquido y en buques metaneros a 160 grados bajo cero. A las seis plantas españolas se le suma la que se encuentra en Portugal. Todas suman 7, muchas más que en el resto de países del corazón europeo, como en Francia, donde sólo hay tres, mientras que Alemania, que acaba de dejar en suspensión la aprobación del Nord Stream 2 con Rusia, no tiene ninguna.

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El Midcat, un proyecto fallido

Y es que el proyecto ya comenzó a morir en 2019, cuando tanto el regulador francés como el español decidieron no llevar a cabo la creación del gasoducto. Una decisión que ratificaría sólo un año después la propia Unión Europea al retirarlo oficialmente de sus proyectos. Ahora, y tras la crisis por el estallido de la guerra en Ucrania y la invasión de Rusia, fueron muchas las voces que preguntaron por el fallido intento de crear un hub de gas europeo en nuestro país.

En enero, antes del conflicto en el Este, ya se planteó desde la OTAN que se recuperase el proyecto Midcat ante la perspectiva de un conflicto con Putin, las sanciones económicas y la ruptura de proyectos como el Nord Stream 2. No obstante, en esa ocasión fue la propia ministra de Transición Energética y vicepresidenta del Gobierno, Teresa Ribera, quien echó un jarro de agua fría a la idea, manteniendo que no solucionaría los problemas “a cortísimo plazo”.

¿Por qué se descartó el Midcat?

Jorge Morales, director de Próxima Energía, explicaba en marzo en COPE que “se descartó por la poca rentabilidad que tenía la operación”. Y es que, como subraya, al final es “un problema de rentabilidad”: “Construir un gasoducto de este tipo llevaría 10 años y lo que estamos haciendo todos es consumir menos gas”, destacaba.

Mientras, Sanz recordaba que por parte de Francia tampoco interesaba la creación del gasoducto: “Para crear un conducto que cruce el Pirineos prefieren que el gas vaya hasta la planta regasificadora de Marsella”.

Morales, por su parte, señalaba que el único interesado en la obra siempre había sido, exclusivamente, la empresa constructora, Enagás. “Francia siempre ha jugado a reducir las interconexiones y le interesa vender, no comprar. En el sector eléctrico llevamos años peleando por lo mismo. Al único que le interesó esto en su día a la empresa que pretendía hacer la obra”.

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Giro de guion: Alemania presiona por el Midcat

Pero en las últimas semanas, y tras meses de guerra en Ucrania, han llegado las amenazas de corte de suministro de Rusia a Alemania, que se ha apresurado a pedir a España que se reactive el plan de suministro. El discurso de Ribera ahora es muy diferente ahora: el gasoducto “favorece la seguridad de suministro” y lo que antes necesitaba de 10 años, ahora estaría listo en “8 o 9 meses”.

Pero a Moncloa le ha salido oposición al plan Midcat. Desde Francia, que argumenta que sigue siendo una solución a largo plazo y que no asegura que pueda transportar hidrógeno verde, algo que España aseguró el pasado abril que sí sería viable. Pero la otra negativa al proyecto le ha llegado a Sánchez por, ¿el PP? No. Podemos acusa a la ministra de haber “comprado” el deseo de Alemania y pide estudiar el impacto ecológico del proyecto.

En cualquier caso, la pelota está en el tejado de Francia que sigue apostando por construir más plantas regasificadoras en costas europeas.