Albert Rivera y el PP: una historia de 'amor-odio' que puede marcar el futuro de la política en España
El histórico líder de Ciudadanos está en las quinielas para ser pieza clave del proyecto de refundación del centro-derecha dirigido por Pablo Casado
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El regreso de Albert Rivera a la política activa es todo una incógnita, pero sí se sabe que el Partido Popular es la principal formación en las apuestas para anunciar el regreso del histórico líder de Ciudadanos. La crisis interna que ha vivido la formación naranja en los últimos meses ha sido tomada en la calle Génova como una oportunidad para comenzar la ansiada refundación del centro-derecha y por tanto crear una alternativa firme al Gobierno de Pedro Sánchez.
La moción de censura en la Región de Murcia y la posterior convocatoria electoral de Ayuso abrieron una fuga de altos cargos de Ciudadanos al Partido Popular, entre ellos Fran Hervías, uno de los hombres de confianza de Albert Rivera en la construcción de su proyecto de Ciudadanos. A la fuga de Hervías se unió también la de Toni Cantó, que dejó su cargo de diputado en la Comunidad Valenciana para apoyar la candidatura de Isabel Díaz Ayuso en Madrid.
Estos movimientos y la contratación del despacho de abogados de Albert Rivera por parte del partido de Pablo Casado han alimentado todos los rumores que no han sido desmentidos por ninguna de las partes, e incluso se comenta que Rivera había dado plantón a Inés Arrimadas en la convención nacional del Partido naranja. Además, este posible fichaje se produciría en un momento de apertura de puertas en el Partido Popular, ya que se muestran dispuestos acoger a todos los dirigentes políticos que se vean reacios al proyecto de Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa.
Al igual que muchos dirigentes que en los últimos años han formado parte de los partidos llamados 'de la nueva política', como es el caso de Santiago Abascal, Albert Rivera ya estuvo muy cerca del Partido Popular antes de comenzar su etapa en Ciudadanos. El propio Partido Popular de Cataluña hizo público que Rivera estuvo afiliado al PP tres años y siete meses, desde el 10 de septiembre de 2002 hasta el 7 de abril de 2006, justo tres meses antes de convertirse en presidente de Ciudadanos.
Esta versión de los populares fue desmentida por Ciudadanos, diciendo que Rivera solo firmó un papel para pedir información sobre el proyecto juvenil del Partido Popular, conocido como Nuevas Generaciones. Fuentes del PP señalan que esa versión es falsa y que Rivera era "consciente de lo que iba a hacer", ya que en la hoja de afiliación aparecía la firma de dos afiliados que apoyaban su ingreso en el Partido Popular.
Sin embargo el Partido Popular de Cataluña no tiene constancia de que Albert Rivera pagó su cuota de afiliado, aunque sí confirman que la baja de militancia se hizo efectiva el 7 de abril del año 2006, y que se le comunicó su baja formalmente el 15 de junio.
Estuviera o no afiliado, el acercamiento ideológico de Albert Rivera desde su juventud al Partido Popular siempre ha sido latente, hasta el momento en el que desembarca en la presidencia de Ciudadanos y comienza una relación de amor-odio con la formación popular. Rivera se comienza hacer fuerte en Cataluña, donde la formación naranja tiene cada vez más presencia. Con el paso de los años, los casos de corrupción empiezan a azotar al Partido Popular, y en ese momento Rivera ve un nicho de mercado para presentarse como la alternativa del centro a las viejas políticas, al mismo tiempo que Podemos empieza acelerar por el lado izquierdo.
Rivera no duda en atacar a los casos de corrupción que azotan al Partido Popular, estrategia que le sirve para continuar ganando adeptos y que le colocan verdadera alternativa de Gobierno. Pero la relación el Partido Popular, sobre todo durante los mandatos de Mariano Rajoy ha sido una auténtica montaña rusa de sentimientos encontrados.
Desde el Partido Popular tampoco dudaron en referirse a la formación naranja como 'Ciutadans', para remarcar su carácter catalán, incluso muchos dirigentes del Partido Popular vendieron la idea de que si Ciudadanos gobernaba en España las decisiones se tomarían con perspectiva catalana.
Sin embargo, las posturas comunes en diferentes materias, sobre todo económicas y territoriales, permitieron rebajar el tono entre Albert Rivera y Mariano Rajoy, traduciendo esa concordia en diferentes acuerdos locales y autonómicos para formar gobiernos. También, el desafío independentista en Cataluña sirvió par aunar fuerzas entre ambos líderes.
Pero ese buen clima comenzó a romperse con la llegada de las elecciones del 20 de diciembre de 2015, cuando después de una campaña cargada de ataques por parte de Albert Rivera a la gestión de Mariano Rajoy y a los casos de corrupción del Partido Popular se abrieron nuevas heridas, que tuvieron su punto álgido en el acuerdo entre Rivera y Sánchez para formar gobierno. El discurso del Partido Popular se empezó a calentar, y acusó a Rivera de ser "la muleta" de Pedro Sánchez, a pesar de que después Rivera otorgó el apoyo a Rajoy para poder formar gobierno.
En esta dirección, la ruleta rusa de declaraciones por parte de Albert Rivera contra el Partido Popular continuó años después, más concretamente en el año 2018, cuando, en plena caída del Gobierno de Rajoy, Rivera tildó al Partido Popular como "una formación en descomposición por la corrupción, llegando acusar a Mariano Rajoy de "proteger a los corruptos".
En la última tanda de elecciones nacionales, después de acudir conjuntamente a la concentración de Colón contra el Gobierno Sánchez, el tono se volvió a suavizar, pero su discurso contra los populares por el asunto de la corrupción continuaba presente en el diario de Albert Rivera. Es así que, ante la posibilidad de acudir en una lista conjunta siguiendo los pasos de Navarra, el dirigente de Ciudadanos volvió apelar a la corrupción para evitar esa posibilidad: "España suma, pero la corrupción resta".
La realidad es que Albert Rivera se marchó de la política nacional sin dar su brazo a torcer respecto a su discurso sobre la corrupción en el Partido Popular, un punto que puede ser determinante a la hora de decidir su incorporación a las filas populares.