La supuesta sintonía entre el Papa y Yolanda Díaz
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Como católico de misa diaria -así, sin ambigüedades- me ha encantado, casi emocionado, que nuestra vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, militante comunista y, por tanto, atea, haya acudido al Vaticano para ser recibida por el Papa Francisco. No hay que discurrir mucho para intuir lo que la señora Díaz le diría al autor de la exhortación apostólica "Evangelii Gaudium", preocupada como debe estar por el paro en España y los pasos que está dando para tratar de derogar o enmendar la reforma laboral que, paradójicamente, permitió a Mariano Rajoy afrontar, con notable éxito, la crisis económica heredada de Rodríguez Zapatero. "Estoy de acuerdo con usted, Santo Padre: hay economías que matan y yo quiero cambiarlas...".
Recuérdese: en su exhortación, la primera de su papado, Francisco dejó para la posteridad su "no" rotundo a una economía de exclusión y la inequidad porque esa economía "mata". Aquélla frase, leída entonces por algunos con ojos ofuscados por la idolatría del dinero, le valió al Papa ser motejado de "marxista". Todavía, en estos días, algún despistado o despistada liberaloide ha calificado el encuentro vaticano como una "cumbre comunista" para quitarle importancia... Hay tontos por todas partes, dicho sea de paso.
De hecho, el Papa ha reiterado en diversas ocasiones, la necesidad de una "economía de comunión" como palanca del bien común. Y se supone, en pura lógica, que Yolanda Díaz debe de haberse estudiado, antes de su visita al Papa, no solo la "Evangeli Gaudium" sino los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, elaborada especialmente desde León XIII en tantos documentos y encíclicas a lo largo de las crisis de la Humanidad, y que, en esencia, plantea el trabajo digno como expresión de la dignidad social de todo hombre y mujer. Incluso es posible que la señora Díaz, si es verdad que está motivada por la justicia social y el derecho al trabajo, haya hecho una incursión por otras realidades cristianas que consideran el trabajo como una obligación moral emanada de la Biblia.
También se supone que la señora Díaz se habrá leído y subrayado la reciente encíclica social del Papa, "Fratelli Tutti", en la que proclama la fraternidad universal y la amistad social como medio de reconstrucción del mundo, lo que implica algo que, acaso, no ha tenido en cuenta una ministra que forma parte de un Gobierno también presidido por un materialista como Pedro Sánchez: que todos somos hijos de Dios y que el trabajo es esencial para la formación y fortalecimiento -¡ay!- de la familia.
Valga esta somera pincelada para dar todo su valor a la entrevista privada de la ministra con el Papa ya que, en principio, no podía haber antagonismos discrepantes en materia tan esencial como el trabajo para la plenitud del desarrollo humano... Con algunas salvedades, claro: que para el Papa, la "hoja de ruta" para devolver al hombre su dignidad mediante el trabajo, es la vuelta al Evangelio y afrontar la profunda crisis antropológica que niega la primacía del ser humano y su libertad. Ahí entra de lleno la defensa de la vida -"no es progresista resolver los problemas eliminando vidas humanas", dice el Papa- así como el rechazo de la ideología de género, contraria al progreso humano según el Papa también y que el Gobierno del que forma parte doña Yolanda quiere introducir como una inmersión ideológica desde la infancia... gracias a la inefable ayuda de una ex ministra que ahora quiere ser embajadora ante el Vaticano.
"Es bueno dialogar para entender al contrario"
Por supuesto, esa "hoja de ruta" abarca igualmente el principio de subsidiaridad que deja en manos de los ciudadanos la capacidad de decidir por sí mismos en sus asuntos personales, sin que se entrometa el Estado; un principio que está en las raíces mismas de la DSI, diametralmente opuesto a los tintes totalitarios de algunas decisiones que toma el Gobierno español, como ocurre en el campo de la educación.
En este contexto, la señora Díaz habrá tenido en cuenta, antes de su emocionada entrevista en la sede pontificia, la advertencia sobre el peligro de las ideologías que el Papa dirigió, hace tan solo un año, al presidente Pedro Sánchez, que también quiso tener una foto con él. ¿Las habrá recordado? Con el ejemplo de la trayectoria de Hitler para alcanzar el Poder, Francisco se dirigió a Sánchez, en un discurso improvisado, para decirle que "es muy triste cuando las ideologías se apoderan de la interpretación de una nación, de un país, y desfiguran la patria... Las ideologías sectarizan y deconstruyen", justo lo que el sanchismo, con el apoyo de la señora Diaz como cabeza visible de Podemos, está haciendo en España con medidas ideológicas como son la imposición de la eutanasia, la nueva ley del aborto que descarta la objeción de conciencia, la autoderteminación del género...
¿Ha habido, pues, sintonía entre el Papa y Yolanda Diaz? No me encaja en absoluto, como no encaja el populismo sanchista con la Doctrina Social de la Iglesia. Se podrá estar de acuerdo con la maldad de la economía de exclusión que mata, pero la política, concebida por el Papa como la más alta forma de la caridad, no admite tomar una parte como el todo. Y ese "todo" es la consideración del ser humano como criatura de Dios, algo que no entra en el sanchismo ni en el comunismo puro y duro. Tan absurdo es afirmar que el Papa "es comunista" como pensar que Yolanda Diaz se ha convertido de golpe en católica, apostólica romana...
Y, sin embargo, lo repito: me he alegrado como católico que la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo haya entrado en contacto con una realidad ignorada en el discurso oficial, cuando no es para negarla o difamarla: la realidad de una Iglesia que predica la fraternidad humana, es decir, la filiación divina, y que durará hasta el fin de los siglos. Si algo ha aprendido de todo esto la señora Díaz, más allá de su emoción personal por el encuentro, puede que lo veamos en las próximas semana. Y, si no, también hay que alegrarse porque, a fin de cuentas, es bueno dialogar para entender al contrario... cuando se quiere entender, claro.