“Ofertas atractivas” de La Moncloa marcarán la Mesa de Diálogo para Cataluña

La negociación pretende ser larga y discreta, a pesar del estrecho margen de maniobra

Ricardo Rodríguez

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La carpeta catalana promete marcar la pauta de lo que resta de Legislatura, para bien o para mal. Los indultos a los líderes del procés pretendían representar un gesto de distensión de Pedro Sánchez hacia los independentistas catalanes cuya respuesta, sin embargo, ha sido atrincherarse en sus proclamas de autodeterminación y amnistía, a las que suman además su guerra contra el Tribunal de Cuentas por sus procedimientos derivados del “procés”.

Han pasado dos semanas desde la concesión de las medidas de gracia y los mensajes de los separatistas siguen siendo los mismos. Y ello aun cuando Sánchez proclamó de manera deliberada ante el Comité Federal del PSOE que los perdones ya están teniendo “efectos” positivos, ya que según él, “la serenidad empieza a imponerse sobre el ruido interesado” o “el debate sustituye al relato demagógico”... Manejarse en esos términos permite a La Moncloa mantener la pelota en el tejado del secesionismo, particularmente de Pere Aragonés, de quien espera Sánchez que mueva ficha con Carles Puigdemont de cara a la convocatoria de la Mesa de Diálogo en Barcelona en la tercera semana de septiembre.

“Paso a paso. Primero deben entenderse entre ellos”, sostienen desde el núcleo duro de Pedro Sánchez donde prescriben que la relación entre ERC y JxCAT resulta “muy inestable”. “Pura nitroglicerina”, según la define para la Cadena COPE de un estrecho colaborador de Sánchez. Bajo tales coordenadas se mueve el equipo del Presidente para justificar que sus socios eludan bajar el tono y adopten un discurso más “realista”. La amenaza de una voladura del foro bilateral pactado por PSOE y ERC en la negociación de la investidura de Sánchez, antes incluso de que se materialice tras la próxima Diada, es un escenario contemplado en el seno de La Moncloa. Contra esa posibilidad, buscan conjurarse desde el complejo presidencial.

Las maniobras fuera de los focos entre fontaneros del Gobierno y de la Generalidad de Cataluña, entre otros actores, están en marcha. Porque, ahora mismo, la única coincidencia pasa por la voluntad de sentarse. A partir de ahí, La Moncloa habla de poner sobre la mesa “ofertas atractivas”. Los separatistas estiman superada la idea de un nuevo Estatut pero ese es el marco, en una edición reforzada del texto de 2006, en el que Pedro Sánchez pretende a priori moverse, llevando de esa guisa a los catalanes a una futurible votación. Es lo que, al menos, ha llegado a trasladar incluso a su Consejo de Ministros el Presidente, enfriando la andadura hacia un referéndum consultivo como el recogido por el artículo 92 de la Constitución.

Dicha propuesta fue lanzada por Miquel Iceta, pero orillada rápidamente en La Moncloa. ¿Quizá por precipitada? Está por ver. La pretensión de un “traje a medida” para Cataluña sobrevuela con más autogobierno, “una propuesta compartida”, según subrayan cercanos al Presidente; tal vez un nuevo pacto fiscal, inversiones, la autogestión del cien por cien de unos fondos europeos comprometidos con la Comisión Europea, a priori, por proyectos no por territorios... “Por de pronto, vamos a seguir hablando y puede que lleguemos a un callejón sin salida media docena de veces”, ratifican en la sala de máquinas de La Moncloa, prestos a una negociación cocinada con la parte separatista larga (dos años por delante) y, sobre todo, discreta para llegar a la cita formal de la Mesa de Diálogo con garantías de futuro.