La “Operación Illa” se estrella contra la tercera ola de pandemia
La Moncloa teme perder su brío en los sondeos con la suspensión de las urnas el 14-F.
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El coronavirus vuelve a ir por delante de los cálculos partidistas de Pedro Sánchez. En esta ocasión, con las elecciones en Cataluña en el centro del tablero. El presidente del Gobierno vio en Salvador Illa al candidato idóneo del PSC para, en lugar de Miquel Iceta, realizar una demostración de fuerza ante una cita con repercusiones para la andadura de la Legislatura.
En La Moncloa aseguran a la Cadena COPE tener trackings que catapultarían a Illa a “un empate técnico” con ERC, pudiendo disputar el triunfo a los independentistas, seguidos de cerca, en tercer lugar, por JxCAT. Al margen del pódium, según los datos demoscópicos sobre la mesa de Sánchez, CS, a pesar de su desplome, encabezaría el bloque de las “derechas”, con el PP en una corta recuperación, aunque sin amenaza de sorpasso de Vox. A tener en cuenta, la lista de Alejandro Fernández de ninguna manera rentabilizaría, siquiera mínimamente, el fichaje de la ex naranja Lorena Roldán. Por medio, En Comú retrocedería en apoyos.
Sobre el papel, que siempre lo aguanta todo, un óptimo escenario para el jefe del Ejecutivo. De ahí la declarada resistencia de los socialistas, los únicos rotundamente a favor de mantener la fecha electoral del 14 de febrero, aun cuando están disparadas todas las alarmas ante una España metida en la tercera oleada de la pandemia. Pero el propio Illa ha venido mostrando escasos reparos en usar su doble condición de ministro y de candidato. Ha evitado soltar la cartera para reivindicar su papel de “ministro a jornada completa” o presentarse “al 101% centrado en la lucha contra el virus” hasta el arranque oficial de la campaña electoral. A pesar de sus palabras, ha sido motivo de murmullos en pasillos su ausencia de la sede ministerial.
La negativa del Gobierno a asumir sus responsabilidades, cargando la gestión del actual drama sanitario sobre la espalda de las Comunidades Autónomas, ese arrastrar los pies en la adopción de medidas, se ha antojado fruto de un deseo de mantener despejado el camino de salida del Consejo de Ministros a Salvador Illa. De hecho, a última hora del miércoles, colaboradores de Sánchez aún conservaban esperanzas de atar un acuerdo para celebrar los comicios según lo previsto. Porque, reconocían en voz baja en La Moncloa, retrasarlos a mediados o finales de mayo, “en ningún caso nos conviene”, temerosos de perder sus bazas en las encuestas.
Y es que, vendidos al interés de partido, en el ánimo ha estado disparar al PSC bajo el “efecto Illa”, habiendo llegado a inculcar incluso la posibilidad – totalmente remota - de situar al hoy todavía titular de Sanidad como nuevo inquilino del Palau Sant Jaume, permitiéndoles acentuar la movilización de votantes y alentar las transferencias de sufragios desde otros caladeros. Las engrasadas llamadas a concentrar los votos se han dado contra el muro de un aplazamiento en ciernes de la contienda. Toda la planificación de los estrategas socialistas queda en el aire. Un contratiempo muy inoportuno que a la postre desnuda el divorcio de un Gobierno de la realidad golpeada por el descontrol de cifras de contagiados, hospitalizados y fallecidos por la pandemia.