Línea editorial: Mensajeros de la paz y de la unidad
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El modelo de la Jornada de Oración por la paz en el mundo que en 2002 convocó el Papa Juan Pablo II, ha animado la celebración de los siete Congresos celebrados para reafirmar la aportación positiva de las tradiciones religiosas al diálogo y a la concordia entre los pueblos. La violencia terrorista marcó a sangre el comienzo del siglo XXI.
Esta amenaza común, sostenida por el odio y la hostilidad, que algunos amparan en nombre de la religión debe ser condenada sin condiciones ni peros. Así de tajante es la Declaración final del Congreso de Líderes de Religiones mundiales y tradicionales clausurada hoy en Kazajistán.
La política y la trascendencia pueden convivir sin confundirse. La religión debe vivir sin ceder a las tentaciones del poder, de la misma manera que vida pública no debe excluir a las religiones. De ahí la importancia de defender y garantizar el derecho a la libertad religiosa, que permite sostener y animar relaciones de cooperación entre personas, gobiernos, naciones y confesiones religiosas.
En este sentido el diálogo interreligioso ha sido y está siendo un bien al servicio de la paz. Lo es en la medida en que el ser humano, ha dicho el Papa Francisco parafraseando al Papa Juan Pablo II, es el camino de todas las religiones. Esta unidad en torno al hombre que es reflejo de la Fe en Dios se funda en dos pilares: la trascendencia y la fraternidad. Millones de hombres y mujeres rezan a Dios todos los días y viven en actitud de acogida a los demás. Sus comunidades de Fe son un bien no solo para sus pueblos, sino para la paz mundial.