Política en almoneda

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Los resultados de las elecciones catalanas marcaron un camino incierto. Ahora, una vez decidida la composición de la Mesa, el camino se revela plagado de intrigas y encerronas. Es difícil saber qué va a pasar porque nadie está dispuesto a mostrar todas sus cartas. Puigdemont critica duramente a ERC, pero sabe que el apoyo del partido de Junqueras no es suficiente para ser investido presidente. Illa necesita tiempo para que ERC le dé el apoyo necesario, supuesto que cuente, además, con el de los Comunes. Sánchez ha decidido, por su parte, entrar en el proceso. Y, como es habitual en él, ha desembarcado con una cartera de promesas bajo el brazo de entre las que destaca la de una financiación singular para Cataluña. Sánchez quiere convencer a ERC, y Puigdemont ya le ha advertido que la legislatura corre peligro. Y no solo eso, otros socios de Sánchez, como Compromís y la Chunta aragonesista, también han amenazado al presidente: si hay financiación singular para Cataluña, ellos no aseguran su apoyo a Sánchez.

Este modo de actuar, más cercano a una subasta al mejor postor que a un proceso orientado a servir a los ciudadanos, no solo enfanga la vida política, sino que alimenta la desconfianza y el hastío. Lo que suceda en el Parlamento catalán no es un asunto interno, pero de ahí a condicionar toda la política española va un trecho difícil de recorrer. La estabilidad del Gobierno no puede depender de los voraces intereses del independentismo porque eso solo perjudica al conjunto de los españoles.