2020: el año de las vidas rotas, pero al que la ciencia acabó doblegando

La covid ha acabado con los abrazos, las sonrisas, las empresas y los empleos, pero los investigadores han desarrollado en tiempo récord nuevas vacunas para combatirla

Una madre y su hija se abrazan con una cortina de plástico en una residencia de Valencia

Marcelino Abad

Publicado el - Actualizado

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"Las autoridades médicas de China han confirmado que al menos 44 personas se encuentran afectadas por el misterioso brote de neumonía declarado esta semana en el centro del país y cuyas causas todavía están bajo investigación, aunque se cree que el motivo más probable es el contagio por un animal. El epicentro de este brote se encuentra en la provincia de Wuhan".

Así conocieron a través de esta casa la existencia de una "misteriosa neumonía" que estaba poniendo en alerta a China y que a la postre le mostró al planeta entero que es mucho más vulnerable de lo que creía hace solo un año. La pandemia originada por el nuevo coronavirus ha arrasado en 365 días con todo: vidas, abrazos, sonrisas, empleos, empresas… Pero también ha puesto de manifiesto el peso que la comunidad científica ha de tener en la sociedad, pues en menos de doce meses ha desarrollado las vacunas que posiblemente acaben con este virus de dolor, muerte e incertidumbre.

La pandemia originada por el nuevo coronavirus le ha mostrado al planeta que es mucho más vulnerable de lo que creía

España suma ya más de 50 mil fallecidos a causa de la covid según datos oficiales, aunque el Instituto de Salud Carlos III cifra en más de 70 mil el exceso de muertes desde el 10 de marzo. Son personas con nombre y apellidos, la mayoría anónimas, pero que de un modo u otro le dejaron un mundo más amable a los suyos. Se trata de padres, hijos, hermanos o amigos que no se irán mientras permanezcan en la memoria de sus familiares, como Fernando Morcillo, un oficial de procurador de 69 años que falleció el pasado 21 de octubre tras más de un mes en la UCI del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

Aunque su hija Celia se ha quedado huérfana casi de la noche a la mañana con solo 19 años, cuando la risa no le salga se acordará de él metiendo tripa para parecer más delgado. Y cuando necesite un consejo, volverá a pasear mentalmente cogida de su mano por la playa que tantas veces recorrieron juntos.

CASI LA MITAD DE FALLECIDOS VIVÍA EN RESIDENCIAS

Quizás lo peor para los vivos ha sido no poder enterrar a sus muertos a tiempo, pues ha sido como matarlos dos veces: primero por privarlos del derecho a estar juntos antes de partir y después por robarles una despedida final. Con los mayores, los mismos que reconstruyeron el país de las cenizas de tantas crisis, el nuevo coronavirus se ha cebado especialmente. El número de víctimas mortales en los más de cinco mil centros de ancianos de España (públicos, concertados o privados) se acerca a las 25 mil, según los datos proporcionados por las comunidades autónomas. Una cifra que equivaldría a un 49% del total de fallecidos notificado por el Ministerio de Sanidad.

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Con los mayores, los mismos que reconstruyeron el país de las cenizas de tantas crisis, el nuevo coronavirus se ha cebado especialmente

A Carla Mejía, enfermera en una residencia de la tercera edad de Madrid, la pandemia se le nota en la cara. Adelgazó ocho kilos durante los tres primeros meses. “Había días en los que no podía comer: se me hacía bola y tenía que dejarlo”, cuenta. Durante este tiempo, ella y el resto de sanitarios han tenido que lidiar con la muerte, muchas veces con falta de recursos y sabiendo que ponían en riesgo su propia salud y la de sus familias. Otros murieron por tratar de salvar al resto como Sara Bravo López, una médica de 28 años que trabajaba en la localidad manchega de Mota del Cuervo, o Pilar García Buendía, una auxiliar de enfermería de 63 años fallecida por coronavirus en el Hospital de Puertollano.

“Lo más duro ha sido ver cómo el virus, en dos o cuatro horas, acababa con personas que aparentemente estaban bien. También que no pudieran estar los familiares con ellos en los últimos minutos porque veías el miedo en sus ojos”, explica esta enfermera oriunda de Ponferrada. A pesar de todo, Mejía recomienda “sacar un aprendizaje positivo. Muchas veces nos ahogamos en un vaso de agua con tonterías. Tenemos que valorar más las pequeñas cosas y no hacer de cualquier tontería un mundo”.

UN PAISAJE DE GUERRA

Sin camas libres en las UCI y las urgencias saturadas, este virus ha dejado un paisaje propio de la guerra. Hospitales de campaña improvisados en apenas horas, como el de Ifema, uno de los símbolos de la pandemia en Madrid, o morgues en lugares que antes eran espacios donde la gente iba a disfrutar, como la pista de patinaje sobre hielo de la capital, en la que descansaron decenas de cadáveres a los que nadie pudo velar.

Con los ciudadanos confinados en sus casas, muchas de reducidas dimensiones, los militares han sido otro de los diques de contención frente a la pandemia. La Unidad Militar de Emergencias (UME) ha salido a la calle para desinfectar los lugares con más carga vírica como aeropuertos, cárceles o residencias de mayores, ha trasladado a los enfermos de un hospital a otro, ha custodiado los cadáveres de los que ya no están y ha llevado a cabo labores de rastreo, entre otras actividades. La "Operación Balmis” ha hecho honor así al médico militar español Francisco Javier de Balmis, del que tomó su nombre por ser el responsable de la expedición que llevó la vacuna de la viruela a América y Filipinas en el siglo XIX.

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EL CORONAVIRUS NO ES INVENCIBLE

Pero a pesar de todo, el coronavirus no es invencible. Telmo Sánchez, su mujer Ángeles Moya y sus dos hijos, Telmo y Jorge, dieron positivo en covid casi al mismo tiempo, pero vencieron a esta enfermedad que siempre ataca por la espalda. Pasaron la dolencia juntos en su domicilio de Valencia y una tabla de rutinas los salvó del hastío, aunque no de la preocupación. Uno de los mayores temores de Telmo era haber contagiado a una compañera de trabajo que sufre diabetes, mientras que a Ángeles le preocupaba que sus hijos pudieran hacer de correa de transmisión en el colegio. Porque si algo ha demostrado este virus es que siempre está acechando para actuar, sin importarle cuán larga sea la espera, de ahí que todas las precauciones que se adopten para repelerlo sean pocas.

Aunque lo vivido ha sido duro, este 2020 también pasará a la historia por ser el año de la ciencia. Nunca antes los investigadores habían desarrollado tan rápidamente tantas vacunas contra un mismo enemigo ni habían trabajado con tanta intensidad juntos. Antes de acabar el año la vacuna de Pfizer ya había sido inoculada en el brazo de Araceli Hidalgo, una mujer de 96 años que ha hecho historia en la residencia Los Olmos de Guadalajara por ser la primera persona en recibir la vacuna contra el coronavirus en España.

Según cálculos del Gobierno, el fin de la pandemia llegará a finales del verano del año que comienza a escribirse, cuando el 70% de la población española esté inmunizada. Será a partir de ese momento cuando vuelvan los abrazos y las sonrisas y, con ellos, la vida. Porque la lección que se puede extraer de esta pandemia es que la vida al final era eso: la mano de una abuela acariciando la mejilla de su nieto, una comida con toda la familia al llegar el verano o el bullicio de los bares llenos.

Aplausos a sanitarios

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