Los peligros de la falta de desconexión digital en el trabajo y las claves para lograrla

La vuelta al trabajo presencial no ha revertido esta situación y las consultas de los especialistas se llenan de empleados que acumulan estrés laboral

Sefi García

Publicado el - Actualizado

6 min lectura

El 74% de los trabajadores confiesan estár disponibles para el trabajo durante todo el tiempo. Esta situación está detrás de otro dato preocupante: el 45% aseguran sentir estrés laboral por este hecho. La reiterada sensación de fracaso laboral puede modificar nuestro cerebro y generar problemas físicos muy serios. La tecnología nos permite estar permanentemente conectados y esto acaba pasando factura a nuestra salud.

Los datos son del último estudio anual 360º Wellbeing Survey realizado en 2020 en plena proliferación del teletrabajo. La vuelta al trabajo presencial no ha revertido esta situación y las consultas de los especialistas se llenan de empleados que acumulan estrés laboral por esta causa.

“No es cosa de broma, la consecuencia”, nos explica la psicóloga Agnes Brossa, que recientemente ha participado en una jornada de trabajo organizada por la UOC para abordar precisamente este asunto.

Brossa nos cuenta que “los pensamientos de desmoralización o de que no vamos a llegar a todo, asociados al estrés laboral, llevan a un estado emocional de tristeza, ansiedad o desánimo”. Y, en el momento en que el cerebro recibe la señal de que está en peligro, "despliega unos mecanismos neuronales para que nuestro cuerpo se ponga en estado de alerta para poder activarse y seguir adelante a pesar de la situación en la que estamos. Pero todos estos neurotransmisores que se segregan porque nuestro cerebro ha interpretado que estamos en estado de peligro actúan, a largo plazo, dañándolo".

Esto tiene una explicación física, aclara porque “empezamos a segregar una hormona llamada cortisol o excesiva noradrenalina, adrenalina u otros neurotransmisores de este tipo. En este momento, las dendritas, que son esos pequeños hilos que salen de la neurona y hacen que conecte con la siguiente neurona y transmitan información, se acortan". A este daño físico se le conoce como estrés psicosocial por derrota reiterada.

Los primates del doctor Vallés

Las tesis de la doctora Brossa se basan en un experimento que hace años realizó el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Ramón Vallés. Este “sabio” utilizó primates, a unos los dopó para que no tuviesen fuerza para ganar en una pelea con otro grupo, dopado justamente para vencer.

El primer grupo, el de los vencedores mostró mas salud física, el pelo más brillante, comían más, más deseo sexual, más actividad y vivían más tiempo. Por el contrario los primates preparados para fracasar tenían el pelo más debilitado, menos apetito, menos salud, más signos de senilidad.

“Esto ocurre”, nos cuenta la psicóloga, “por ejemplo en los niños que tienen fracaso escolar reiterado. Tienen una expresión facial de desánimo, tienen más ojeras, duermen peor e incluso puede afectarles en el desarrrollo”. Pues a los trabajadores, igual, “si uno cree constantemente que no va a llegar o le va a salir mal, esto afecta a nivel emocional y físico”.

Agnes Brossa señala que si esto ocurre, lo normal es que “la memoria de trabajo falle, el foco falle, la atención...y que haya errores y si los hay, tendremos sensación de fracaso para el cerebro y ante el fracaso reaccionamos mal, y si encima no tenemos espacio para tener ese éxito que necesitamos, para que nuestro cerebro entienda que estamos bien y deje de actuar en modo de alarma, tendremos ese sentimiento de no puedo más, y fallaremos”.

Señales de aviso

¿Cómo podemos darnos cuenta de que el estrés laboral nos está sobrepasando? Los expertos señalan que ese estrés avisa sobre todo de dos formas: física y psicológicamente, y ambas están interrelacionadas.

Desde el punto de vista físico, la señal más frecuente es agotamiento y cansancio, que no es habitual en un estado normal para cada uno de nosotros (por ejemplo, empezar el día ya cansados o sentir que nos cuesta mucho tener energía para hacer las cosas, cuando antes esas mismas tareas no nos eran especialmente difíciles). Otra señal es sentir presión en el pecho o palpitaciones, aunque puede deberse a otras causas, pero también puede ser señal de ansiedad acumulada. Los problemas para dormir y relajarnos durante la noche o durante nuestro tiempo libre también son indicadores de estrés laboral.

En cuanto a nuestro comportamiento, podemos notar cambios de humor que anteriormente no eran normales en nosotros, el hecho de despertarnos y sentir que no hemos descansado, posponer o evitar enfrentarnos hasta a las tareas más sencillas de nuestro trabajo, o comenzar la jornada laboral deseando que termine y pase rápido. Debemos preocuparnos si esto no es un hecho puntual, si se prolonga en el tiempo o nos impide realizar actividades cotidianas.

Cómo desconectar

La primera recomendación es” intentar tener muchos periodos en los que sintamos que hacemos las cosas bien, que tenemos éxito", recomienda Agnes Brossa, que nos da las siguientes claves para lograrlo:

- Buscar espacio para cubrir necesidades no laborales. Conocer muy bien y cubrir nuestras necesidades de alimentación y sueño, de actividad física, así como las necesidades sociales y afectivas es clave para prevenir el estrés. "Debemos encontrar espacios para satisfacer estas necesidades. Organizar y planificar para tener tiempo para ellas será lo que permitirá que nuestro cerebro pueda segregar estas hormonas en positivo, estos neurotransmisores que nos 'curan', de forma que podamos compensar el estrés cerebral", explica.

- Ponernos y poner límites. Debemos aprender a pensar "esto no puedo hacerlo, lo dejo para mañana" y decir "no" porque ahora es nuestro tiempo. Si no llegamos, volvemos a planificar entendiendo que quizá hemos sobre estimado el tiempo que teníamos o los objetivos, además de pedir ayuda si la creemos necesaria, porque hay un límite que no podemos sobrepasar.

- Evitar los sentimientos de culpa. Existe una relación muy directa entre lo que se llama el P-E-C, que es la relación entre lo que piensas (pensamiento), lo que sientes (emoción) y lo que luego haces (conducta). "Por lo tanto, lo primero es averiguar qué pensamiento estoy teniendo sobre mí, si me estoy maltratando, pensando que soy un desastre o que no doy para todo. Son pensamientos que nos dañan muchísimo y además, no se corresponden con la realidad. Quizás hoy no he terminado todo lo que tenía que hacer, pero eso no quiere decir que no lo vaya a terminar nunca", explica Agnes Brossa, que añade que, si desarrollamos un pensamiento más positivo sobre nosotros mismos, seguramente nos sentiremos mejor y nuestra conducta será más ajustada (por ejemplo, organizarnos para intentar que el día siguiente sea un éxito).

Además, para quienes teletrabajen desde casa, se añade:

Diferenciar espacios. En la medida de lo posible, es buena idea establecer una diferenciación física o visual entre el lugar de teletrabajo y el resto del hogar. Puede ser una habitación específica para el teletrabajo, una mesa que movemos de sitio solo para el momento de teletrabajar o una disposición de las cosas que utilizamos en el teletrabajo exclusiva para ello.

Fijar rutinas y horarios igual que si estuviésemos en la oficina. De esta forma podremos diferenciar también el momento del teletrabajo del momento de ocio. No agobiarnos ni sentirnos culpables si cumplimos el horario que antes teníamos presencial: hemos cumplido.

Establecer una buena planificación de la jornada laboral. Como en casa no tenemos al resto de los compañeros, clientes o jefes, es más fácil perdernos o sentir que no estamos trabajando lo suficiente, lo que aumenta el estrés laboral. Por tanto, establecer previamente todas las tareas y reuniones del día, los tiempos aproximados que necesitaremos para cada una de ellas, y programar también pequeños descansos intermedios para tomar un café, dar un breve paseo o hacer una llamada informal, nos ayudará a lidiar con la ausencia de distancia entre trabajo y hogar.