El problema del acoso escolar en España: los jóvenes no lo perciben en su entorno el bullying
Entre enero de 2021 y febrero de 2022 se detectaron 11.229 casos graves de bullying, lo que nos sitúa como uno de los países europeos con más incidencia
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En España, 7 de cada 10 niños sufren a diario algún tipo de acoso o ciberacoso. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre enero de 2021 y febrero de 2022 se detectaron 11.229 casos graves de bullying, lo que nos sitúa como uno de los países europeos con más incidencia de acoso escolar. Sin embargo, la percepción de los estudiantes de primaria y secundaria perciben muchos menos casos en su entorno, menos de la mitad que el año pasado.
Hace algo más de un año, una niña de 10 años, Saray, saltó a las portadas informativas por su intento de suicido. Llevaba apenas nueve meses escolarizada en España, recién llegada con su familia de Colombia. Sus padres advirtieron al centro de que la criatura al mes de empezar en su cole, empezó a no querer ir, a aislarse, y les contó que allí la insultaban y la vejaban. Han recurrido el auto judicial que desestima la denuncia que presentaron contra el colegio.
Saray está, un año después “muy muy bien gracias a Dios-asegura a COPE su padre, Carlos- está al 100% recuperada físicamente hablando y en lo emocional te puedo decir que ya prácticamente a un ciento por ciento, la niña está muy bien”.
La pequeña está en otro centro escolar, “nos vimos obligados a cambiarla”, asegura Carlos. Entiende que hubo un fallo de diagnóstico por parte del centro por que “la primera protección de los niños deben ser los profesores, y creo que es ahí donde está el principal fallo-explica Carlos- en los audios que yo aporté se escucha como la profesora minimizaba los problemas de los niños, diciendo que eran juegos, cosas de niñatas. Entonces, si la primera persona que está al frente de los niños ignora estos problemas, ahí muere. Si esa persona es responsable y da a conocer eso a su supervisor, creo que tendríamos más soluciones”.
Los últimos datos facilitados por la Organización Mundial de la Salud son alarmantes, y contrastan con la percepción que los
alumnos tienen de lo que ocurre en su entorno. En un reciente estudio hecho público por la fundación ANAR, cae a menos de la mitad el porcentaje de menores que creen que en su clase hay niños que sufren acoso: son un 11,8% frente al 24% del año pasado. Aun así, extrapolando los datos, serían dos alumnos por cada 30 los acosados. “Lo que sí ocurre-asegura a cope Ana Cobo, orientadora escolar y profesora universitaria-es que se han relajado las costumbre sociales, y los chicos y las chicas se tratan de forma poco educada, y eso genera que se traten con insultos, gordo, gafotas, y otras cosas más serias, y entienden que eso forma parte de la vida social. Y ahí es donde debemos incidir, porque una de las claves de la convivencia es que una broma lo es si nos reímos los dos, si solo te ríes tu, no, porque una persona está sufriendo”.
Insultar como parte de la vida social
Insultos, motes y burlas son las formas de acoso más utilizadas, aunque descienden ligeramente con respecto al año pasado. Lo que más cae es la difusión de rumores (un 21%) y las agresiones (casi el 20%) eso sí, el 72% de las agresiones que producen en grupo, un porcentaje que crece año a año y ya supone 3 de cada 4.
En este estudio, uno de cada 4 niños menores de 16 años dicen haber participado en algún caso de acoso. Pero aseguran que lo hicieron “sin querer”.
La figura del profesor
Es llamativo que un 45,4% de los chicos y chicas perciba que su profesor “no hace nada” y hasta seis de cada diez (61,7%) que su centro escolar “no hace nada”. “Es fácil que el alumnado tenga esa percepción- asegura Ana Cobo- es un mundo donde existen muchos submundos y en los aspectos más íntimos del alumnado difícilmente llega el profesorado, ni siquiera el tutor. Muchas veces se abren mas a un profesor en
prácticas o a un monitor, por edad y porque no tienen la figura de autoridad de un profesor. Y se van a abrir más con una persona que notan más cercana. El alumnado puede tener la sensación de que hay una distancia insalvable”.
A pesar de la percepción d ellos alumnos, los datos de ANAR señalan que más d ella mitad de los profesores (el 53, 9%) ha tenido conocimiento de algún caso de acoso, ocho puntos porcentuales más que en el cursos anterior. De ellos, seis de cada 10 son profesores de secundaria. Los docentes aseguran que el 90% de los casos se resuelven.
En cuanto a las vías por las que les llegan los casos, casi la mitad, el 46,4% se lo contaron testigos o compañeros, el 39% aseguran haberse dado cuenta ellos mismos u otro profesor, el 34% llegó a través de la familia, y el 32% por el propio afectado. “Por eso es tan importante que desmitifiquemos al chivato, porque es la persona que a lo mejor se da cuenta de que tiene un compañero que lo estás pasando mal y por empatía, por generosidad, por conciencia va a habar con el tutor para contarle que lo está pasando mal y le pide que vaya a hablar con él. Es la persona que vela por el bienestar de su comunidad”.
Ana Cobo nos dice que la mayor parte de las denuncias que llegan a los orientadores lo hacen a través de las familias. Carlos, después de la terrible experiencia vivida con su hija, aconseja que seamos “muy firmes y muy insistentes cuando nuestros hijos manifiesten este tipo de problema. Nosotros confiamos en la palabra de la profesora y de la tutora quienes en varias ocasiones que nos dirigimos al colegio a manifestar el malestar de la niña. Fueron muchas veces y siempre nos daban un parte de tranquilidad, que ellos se iban a encargar, que esto no iba a volver a pasar. A raíz de esta experiencia, los padres tenemos que ser mucho más firmes, llegar a la instancia a la que haya que llegar, incluso no enviarles al colegio hasta que la persona encargada se pregunte por qué
no acude. Hacer bulla, ruido, pero no dejar que el niño sea vulnerable, no ignorar estas situaciones, aunque pareacan pequeñas. No hay que ignorarlas”.
El procedimiento
Ana Cobo cuenta a Cope que cuando el centro educativo tiene conocimiento de un caso “lo primero es proteger a la víctima, tenemos que darle sensación de seguridad, nos tiene que sentir a su lado, y vamos a implicar también a las familias, porque tiene que haber una seguridad de que no le va a pasar nada. Estudiamos el caso a fondo, hacemos una investigación, pero siempre protegeremos a la víctima, porque si se siente mal nos da igual la objetividad del hecho, si existe o no el acoso, porque si se siente mal yo tengo que actuar porque no es feliz”. Las Comunidades autónomas tienen un protocolo de aplicación en los colegios y los institutos. Además de ese protocolo “los orientadores y los profesores actuamos con criterios psicopedagógicos”.
Si se demuestra que el acoso existe “actuamos poniendo sanciones al acosador, con el que también trabajamos, porque suelen ser niños o niñas que tampoco son felices, que tienen baja autoestima, conflictos, que entienden que la forma de mejorar su auto concepto es hundiendo a otra persona. Y siempre procuran tener a una víctima más desprotegida, porque no tiene amigos o porque tiene algún signo que les diferencia. Si este niño o niña no tiene colchón de amigos será más vulnerable porque está desprotegida”.
Y también trabajan con el resto, “con los espectadores porque son los que consienten que esto ocurra, y debemos enseñarles a que no lo consientan, que no pueden estar en medio, tienen que proteger a la víctima”.
La mayor parte de los casos de acoso se sustancian con el traslado de centro educativo de la víctima. Es un hecho que ha ocurrido y confiesa la orientadora “sigue ocurriendo, aunque menos porque cada vez más los protocolos está pensados para trabajar rápido y que sean los acosadores que se vayan. Pero no se trata de trasladar el problema, hay que trabajar con ellos. Sin niños que solo se sienten bien haciendo daño a otros, tienen baja autoestima y son comportamientos aprendidos en contextos socio familiares poco saludables desde el punto de vista emocional”.