El 'Mataviejas', 16 ancianas asesinadas por venganza y un final inesperado: “Recordar a mi madre me excitaba”
José Antonio Rodríguez Vega, el 'Mataviejas', se convirtió en uno de los mayores asesinos en serie al violar y asesinar en Santander a quien le recordara a su madre
Madrid - Publicado el - Actualizado
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A mitad de la década de los 70 José Rodríguez Vega acaba de casarse con María Socorro, una joven con la que ha tenido un bebé. Trabaja de albañil y hace solo unos años que se ha marchado de casa empujado por su madre. Ahora tiene una familia, pero su hijo pequeño no le deja dormir por las noches. En mitad de un ataque de llanto del pequeño, su padre se acerca hasta la cuna y la emprende a puñetazos con la criatura intentando que se calme.
Es 1974. José Rodríguez tiene solo 17 años y vive en Santander con su hermana Trina, su madre y su padre a quien una dura enfermedad tiene postrado en la cama. El joven es una persona agresiva y de comportamiento irascible. En alguna ocasión llega a golpear a su hermana y a su madre a cuenta de quién decide qué canal se ve en el televisor de la casa. Apenas unos años antes de que llegue a la mayoría de edad, y como fruto de uno de sus enfados tira a su padre por las escaleras mientras le llevaba en una silla de ruedas. Su madre decide que tiene que irse de casa.
Es 1978. La policía detiene al joven José Rodríguez Vega acusado de ser “el violador de la vespa”. Desde que abandonó su casa familiar hasta que tuvo si primer hijo, había abusado sexualmente de más de una docena de mujeres, aunque la policía no pudo determinar nunca la cifra exacta. El motivo lo explicaría el propio detenido más adelante: “Cuando recordaba a mi madre y a mi suegra me entraba una especie de excitación, de vergüenza inconsciente, de agresividad, pensando en lo que me habían hecho. Tenía un temblor y escalofríos y me sentía llevado”.
En ese momento florece uno de los aspectos clave que definirían el comportamiento de Rodríguez Vega y que le permitiría convertirse en el 'Mataviejas': su capacidad para embaucar. La gran mayoría de mujeres a las que asaltó terminaron perdonándole lo que, sumado a un buen comportamiento en la cárcel, y teniendo en cuenta el Código Penal de 1995, los 17 años de cárcel se convirtieron en 8. No obstante, al salir de la cárcel José Antonio no cambió.
José Antonio: “A mi suegra le pegué un hostión”
Al salir de la cárcel de Ocaña su mujer se había llevado a su hijo y no le dejaría si quiera verlo. Su madre, en un intento por hacer las paces con su hijo le ofreció regresar a su casa de Santander, pero acabó de nuevo en golpes, reproches y amenazas. “Mi intención era no volver a Santander, porque volver era delinquir de nuevo. Pero mi madre me engañó otra vez, que si vuelve a casa... Me enfrenté a mi hermana y estuve a punto de pegarle a mi hermana también por culpa de mi madre”, comentaba Rodríguez Vega a Telemadrid.
El joven llegó a confesar que también agredió a su suegra, a la que profesaba un odio equiparable al de su madre y que, la combinación entre ambas fue lo que provocó el nacimiento del 'Mataviejas'. “Luego mi ex mujer por medio, mi suegra, que le metí un hostión en Navidades porque estuve a punto de arreglarme con mi mujer y se metió por medio. Me dieron ganas de asesinarle allí en medio, me estaba provocando. Luego que no me querían dejar el chiquillo, que no me lo quería dejar la puta de su madre. Entre las dos me reventaron”.
El Mataviejas las ahogaba y las violaba
Es abril de 1978. José Antonio ha vuelto a casarse de nuevo, en esta ocasión con una mujer que sufría una discapacidad mental. En abril comienza el que sería una cacería profesional que guardaba una metodología cuidada. El 'Mataviejas' utilizaba sus habilidades como albañil para ofrecerse como manitas a diversas ancianas que vivían solas. Precisamente ese era el detalle que Rodríguez Vega emplearía: apelar a su soledad y a su necesidad de atención para adularlas. La mayoría de ellas le encontraba como un joven encantador y muy dispuesta. Las derretía con solo decirles lo guapas que iban.
Al terminar las obras acudía a casa de las ancianas para festejar el final de un trabajo bien hecho, como con Margarita. Ambos tomaron un Bitter Kas rojo, era verano. Primero hacía una insinuación sexual, ante lo que solían rechazarle. En ese momento saltaba encima de ellas y las asfixiaba tapándoles tanto la boca como la nariz. En algunos casos apretó con tanta fuerza que la dentadura postiza caía hacia atrás y se quedaba atrapada en la garganta de la víctima. Simultáneamente intentaba penetrarlas durante el forcejeo y, si no lo conseguía, lo hacía una vez habían muerto.
Los primeros crímenes eran limpios y sin rastro alguno. Conforme ganaba práctica se volvía cada vez más descuidado. Dejaba rastros de ADN e incluso una tarjeta de visita. Una de las peculiaridades de los asesinatos era que la asfixia provocaba un edema pulmonar en las mujeres que hacía parecer que fallecían por causas naturales. No obstante, el incremento de muertes en el mismo espectro de edad disparó las sospechas de la policía que detuvieron el 19 de mayo de 1988 la calle de Cobo de la Torre.
Al registrar sus domicilio los agentes se quedaron impresionados y despejaron todas sus dudas: José Antonio tenía toda su habitación decorada con recuerdos de las casas de sus víctimas. Dentaduras, fotografías e incluso ropa. El 'Mataviejas no tardó en confesar y fue condenado a 440 años de cácel por la muerte de Victoria, Simona, Margarita, Josefina, Manuela, Josefa, Natividad, Catalina, Isabel, María, Carmen y Engracia.
El Mataviejas: el perfil de un psicópata
Durante los 14 años que José Antonio Rodríguez Vega pasó en prisión su principal argumento para defender que no había tenido un juicio justo no radicaba precisamente en que hubiese sido condenado sin pruebas o si quiera que fuera inocente de los crímenes de los que se le acusaba. El conocido como el 'Mataviejas' mantenía que él era el autor de las casi 20 ancianas asesinadas entre 1987 y 1988 en Santander, pero se quejaba de que los informes psiquiátricos le habían catalogada como un psicópata como un peligro inmediato para la sociedad.
Concretamente, Rodríguez Vega detestaba a José Antonio García-Andrade, un reconocido psiquiatra forense que falleció el pasado 2013 y que era el principal encargado de su evaluación psiquiátrica. El por entonces sospechoso denunciaba que el experto le había evaluado sin apenas haberse sentado a hablar con él. No obstante, hay un rasgo en su personalidad destapado en el análisis que José Antonio sí que reconocía: el odio enfermizo que profesaba a su madre y que le llevó a asesinar a, al menos, 16 mujeres.
“No me la cargué de misericordia, que me la tendría que haber cargado. Muerto el perro se acabó la rabia”, reconocía en una entrevista telefónica con una periodista del programa de Telemadrid 'Investigación TV'. “Yo no me sentía atraído por las ancianas. Ha sido una venganza hacia mi familia. Ha sido una venganza contra mi madre. Al no matarla a ella pues, mira... Está el amor y el odio hacia la maternidad, y lo respetas... ¿Cómo vas a matar a tu madre, qué es la que te ha traído al mundo?”
Un final inesperado en la cárcel de Topas (Salamanca)
A José Antonio Rodríguez Vega lo trasladaron desde la cárcel de Dueñas hasta el centro penitenciario de Topas, en Salamanca, el martes 22 de octubre de 2002, hace casi 18 años. Antes de llegar al nuevo centro donde cumpliría el resto de su condena por asesinato múltiple, ya había coincidido con dos reclusos con los que tendría tensos encontronazos: Enrique González del Valle, conocido como 'El Zanahorio', y Daniel Rodríguez Obelleiro. Rodríguez Vega ya había pasado hasta por 10 cárceles diferentes en los 14 años que ya llevaba cumplidos de sentencia. Le quedaban solo ocho para poder salir a la calle, a pesar de que había sido condenado a un total de 440.
Los tres reclusos, según confesaba el director del centro penitenciario, ya arrastraban rencillas desde que coincidieran en Dueñas. José Antonio no solo no escondía a los otros presos sus crímenes atroces sino que se jactaba de ellos, remarcaba que iba a salir de prisión, que se “vengaría” de todos los que le metieron en la cárcel y que ganaría mucho dinero con las ofertas que ya había recibido, según aseguraba, de diferentes editoriales para escribir un libro.
“Iba a escribir un libro, de que le iban a dar mucho dinero y de que iba a salir en libertad”, confesaba 'El Zanahorio' en la vista del juicio cuatro días después. Y es que el 24 de octubre, solo dos días después del traslado de Rodríguez Vega a Topas, fue asesinado brutalmente por González del Valle y Rodríguez Obelleiro. Ambos reclusos sacaron un objeto afilado de fabricación casera que hacía las suertes de cuchillo improvisado y le asestaron un total de 113 puñaladas, varias de ellas tanto en la nuca, cerebro y en los ojos.
Ambos fueron condenados a 13 años de prisión adicional cada uno, pero el Supremo terminó anulando ambas sentencias. Otro punto que quedó sin terminar de esclarecer fue el motivo del crimen. Mientras algunos apuntaban a una posible “ley de la cárcel”, el propio director de la institución lo descartaba y apuntaba a un “ajuste de cuentas”. Los propios González del Valle y Rodríguez Obelleiro se explicaban: “La ley de la cárcel no existe. Cada uno tiene el código que quiere tener”. José Antonio Rodríguez Vega nunca llegó a salir de la cárcel y jamás cumplió su amenaza de matar a su propia madre.