Luz verde de la ESA al detector espacial de ondas gravitacionales LISA
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El comité científico de la ESA ha aprobado la misión LISA, conjunta con la NASA, el primer esfuerzo científico para detectar y estudiar ondas gravitacionales desde el espacio.
La ESA reconoce a través de este paso, formalmente llamado "adopción", que el concepto y la tecnología de la misión están lo suficientemente avanzados, y da luz verde para construir los instrumentos y la nave espacial. Este trabajo comenzará en enero de 2025, una vez se haya elegido un contratista industrial europeo, informa el CSIC, que contribuye al proyecto.
LISA (Laser Interferometer Space Antenna) no es sólo una nave espacial sino una constelación de tres. Estas seguirán la órbita de la Tierra alrededor del Sol, formando un triángulo equilátero extremadamente preciso en el espacio. Cada lado del triángulo tendrá 2,5 millones de kilómetros de largo (más de seis veces la distancia entre la Tierra y la Luna), y las naves intercambiarán rayos láser a lo largo de esta distancia. El lanzamiento de las tres naves espaciales está previsto para 2035, en un cohete Ariane 6.
LISA detectará a través de todo el universo las ondas en el espacio-tiempo provocadas por la colisión de enormes agujeros negros en los centros de las galaxias. Esto permitirá al equipo rastrear el origen de estos objetos, representar su crecimiento hasta alcanzar millones de veces más masa que la del Sol y determinar el papel que desempeñan en la evolución de las galaxias.
La misión está preparada para capturar el sonido gravitacional de los momentos iniciales de nuestro universo, que predicen las teorías actuales, y ofrecer un atisbo directo de los primeros segundos después del Big Bang. Además, puesto que las ondas gravitacionales contienen información sobre la distancia de los objetos que las emitieron, LISA ayudará al equipo a medir el cambio en la expansión del universo con un criterio diferente a las técnicas utilizadas por la misión espacial Euclid y otros estudios, validando sus resultados.
En nuestra galaxia, LISA detectará muchos objetos compactos fusionándose, como enanas blancas o estrellas de neutrones, y nos brindará una visión única de las etapas finales de la evolución de estos sistemas. Al identificar su posición y distancias, LISA mejorará nuestra comprensión de la estructura de la Vía Láctea.
Para detectar ondas gravitacionales, LISA utilizará cubos macizos de oro y platino, conocidos como masas de prueba (ligeramente más pequeñas que los cubos de Rubik), que flotan libremente en una carcasa especial en el corazón de cada nave espacial. Las ondas gravitacionales provocarán pequeños cambios en las distancias entre las masas en las diferentes naves espaciales y la misión rastreará estas variaciones mediante interferometría láser.
Esta técnica requiere disparar rayos láser de una nave espacial a otra y luego superponer su señal para determinar cambios en las distancias de las masas hasta unas milmillonésimas de milímetro. La nave espacial debe diseñarse de modo que nada, excepto la propia geometría del espacio-tiempo, afecte el movimiento de las masas en caída libre.
Liderada por la ESA, LISA es posible gracias a la colaboración entre la ESA, la NASA y el consorcio científico LISA. La contribución española está liderada por el ICE-CSIC, junto con el Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona (ICCUB) y la Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech (UPC), a través de investigadores todos ellos miembros afiliados del IEEC.
La contribución española se centra en el Subsistema de Diagnóstico Científico (SDS, por sus siglas en inglés), uno de los tres principales subsistemas de vuelo. Su objetivo es medir las perturbaciones ambientales a bordo de cada uno de los satélites de la constelación para diferenciarlas del efecto que producirían las ondas gravitacionales. El SDS contará con sensores de temperatura, campo magnético y radiación en cada satélite.