9ª FERIA DE SAN FERMÍN
Orejas de distinto peso para Rafaelillo y Juan de Castilla de los duros "escolares"
El murciano corta una oreja por la espada y el colombiano firma una buena tarde y pasea un trofeo de gran peso.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El diestro murciano Rafaelillo y el colombiano Juan de Castilla obtuvieron este sábado en Pamplona sendas orejas de muy distinto valor, frente a la muy seria y exigente corrida de la divisa de José Escolar lidiada en el noveno y penúltimo festejo de los Sanfermines.
La que paseó el veterano Rafaelillo solo puede achacarse a la contundente estocada en la misma yema con que tumbó rápidamente al primero de la tarde, un cárdeno claro de encastada movilidad en principio, pero que comenzó a gazapear y sacar complicaciones, sobre todo por el pitón izquierdo.
Y esas dificultades fueron a más a medida que el animal le fue ganando la acción al murciano, que se vio muy apurado por su falta de asiento y de mando, igual que le sucedió con el cuarto, un toro flacón y zancudo, peligroso por el buido pitón derecho y con el que Rafaelillo no llegó a dar el paso por el izquierdo, algo más potable.
En cambio, la oreja que se concedió a Juan de Castilla del tercero tuvo mucho más peso específico, en tanto que se asentó con mucha sinceridad en la arena desde que lo recibió con una larga a portagayola, tan ajustada como las gaoneras del quite que le hizo al astado anterior.
El joven torero colombiano, consciente de la gran oportunidad que le suponía torear en Pamplona, abrió de rodillas la faena de muleta a un toro hondo que tuvo inercia y fuerza en sus arrancadas, virtud que encauzó en tres tandas de derechazos de creciente ligazón y recorrido, mientras que, ya con el de Escolar a menos, remató el trasteo con airosa habilidad, incluso adornándose antes de un espadazo suficiente.
Y aún pudo haber repetido triunfo con el sexto, otro toro muy encastado al que dejó muy crudo en varas, craso error que le obligó a hacer un auténtico esfuerzo en el último tercio, por mucho que el astado, aun ciñéndose mucho, humillara con más entrega y codicia que el resto de sus hermanos. Solo que, desbordado por momentos, sin llegar a gobernar el encuentro, De Castilla tardó en obtener un mínimo fruto de su desigual empeño.
El hecho es que sólo Gómez del Pilar se fue de vacío ante tan exigente y costoso encierro de cárdenos, básicamente por que se hartó de pinchar al cornalón quinto, que sacó peligró sordo tras voltear aparatosamente, aunque sin consecuencias, al banderillero Víctor del Pozo a la salida del tercer par.
Con lógica cautela en el inicio del trasteo, el torero toledano fue imponiéndose poco a poco con un sólido oficio, que fue el mismo que mostró con un segundo de la tarde que pronto perdió celo y tuvo "guasa" por el pitón izquierdo, para acabar así de imponerse a la compleja condición de un enemigo con el que luego se eternizaría con los aceros.