7ª FERIA DE SANTIAGO

Una buena faena sin espada de Perera entre la decepción gris de La Quinta

Corrida de escasa casta de la familia Martínez-Conradi que desbarata el mano a mano entre Perera y Luque.

Miguel Ángel Perera al natural ante el quinto toro de la corrida de La Quinta en Santander

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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El fin de feria anunciaba el contrapunto ganadero del ciclo. Los ‘santacolomas’ de La Quinta se esperaban con ansia por Santander tras su corrida de premio que echó el año pasado. Pero el gozo en un pozo para los aficionados y, sobre todo, para los toreros. El mano a mano que dirimieron Miguel Ángel Perera y Daniel Luque quedó sin argumentos ante la falta de casta y entrega de los grises de la familia Martínez Conradi. Hubo dos toros que destacaron, cuarto y quinto, pero sin salvar al conjunto de la corrida.

No comenzó con buen pie la tarde con un animal de nobleza pajuna y soso comportamiento con el que Perera, que había brindado al cielo en recuerdo a Pepe Luis Vázquez, estuvo paciente y con las ideas muy despejadas. Le cogió pronto la media distancia y la media altura para ir sobándolo poco a poco, sujetándolo en el engaño, para levantar tandas ligadas por ambos pitones. Faltó la entrega en la embestida que da la casta que no tuvo el de La Quinta, pero la labor del pacense, técnicamente, fue de notable alto. Todo lo realizado lo echó Perera por la borda con el bajonazo con el que despenó al toro.

A punto estuvo de llevarse un buen susto el bueno de Juan Contreras en el tercer par de banderillas al segundo de la tarde. Expuso el subalterno gaditano y en un arreón del toro hacia los adentros le tuvo a tiro para herirle cuando tomaba el olivo. Su jefe de filas, Daniel Luque estuvo muy centrado con este toro de La Quinta al que su acapachada testa le restó seriedad. El sevillano animó con la voz a un toro que fue descaradamente a menos y que mientras se movió con cierto celo dejó al diestro trenzar un par de tandas limpias de trazo. Lo avió de una estocada atravesada de la que salió el toro rodado.

Se la jugó Juan Luis Moreno en el tercer turno de banderillas en un par de poder a poder en el que clavó en la cara con el toro arreando de lo lindo. Éste de La Quinta fue otro toro sin entrega ni humillación con el Perera estuvo fácil y aprovechó el resquicio de nobleza que tuvo el astado para dejar series muy templadas hasta que el bruto duró. De nuevo la espada apuntó a los blandos.

Soberbio resultó el tercio de banderillas del madrileño Iván García al cuarto, pleno de facultades y pureza, dejando un tercer par reunido y cuadrado en la misma cara. Asomarse al balcón se llama. El de La Quinta tuvo más movilidad que la primera parte de la corrida junta y fue a más durante la faena de muleta, mejorando sus embestidas por el buen trato dispensado por Luque. Faena de intensidad también creciente la del sevillano, que dejó patente el conocimiento que posee sobre esta ganadería. Las luquesinas finales elevaron aún más la nota media del trasteo, que rubricó de una estocada entera previo pinchazo. De nuevo fue ovacionado tras un tímida petición.

Con una larga muy cerrada en tablas Perera recibió al precioso quinto, más liviano de carnes pero con la cara mejor colocada que sus anteriores hermanos de camada. A penas si se le picó en un simulacro de suerte de varas a petición del torero, que atisbo las grandes dosis de nobleza y clase que se le caían al de La Quinta en cada humillada arrancada, muy a la mexicana. Faltó, bien es verdad, esa dosis de picante sancalomeño entre tanta almibarada embestida. Perera supo sacar partido del toro, llevándolo siempre cosido a los vuelos de la muleta. Sin un tirón, sin un enganchón. Hasta los circulares y las bernadinas finales, todo fue de una sincronización perfecta. Pero la espada no quiso entrar hasta el tercer envite y con ello se le esfumó la posibilidad de puntuar a Perera. La ovación final sonó a premio de consolación.

Se protestó con razón la ínfima presentación del abecerrado sexto, un toro que Luque brindó Perera. Tras varias tandas al natural con ajuste y dimensión del de Gerena, el de La Quinta echó rápido la persiana. Una estocada tendida puso fin al toro, a la corrida y a la feria.