¿Por qué comemos palomitas en el cine? La inédita historia de esta tradición siempre que vemos una película

Un usuario de TikTok ha resuelto el que es un misterio para muchos

¿Por qué comemos palomitas en el cine? La inédita historia de esta tradición siempre que vemos una película

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Ver una película y no hacerlo con unas buenas palomitas... podría resultarte tan extraño que sentirías que te falta algo, ¿verdad? De hecho, las famosas palomitas de maíz o "popcorn" ya no son el único snack para comer en el cine. Hay cientos diferentes para elegir antes de entrar a la sala. No solamente eliges qué peli vas a ver, sino también qué manjar te vas a comer. ¿Que no quieres palomitas? Entonces tienes nachos con queso, perrito caliente o incluso unas chocolatinas, entre tantas otras ideas que hace unos años hubieran sido impensables.

Palomitas

Porque hay quienes han pensado y siguen pensando que lo más importante del cine es ver la película y que la comida es secundaria, pero lo cierto es que a la mayoría de espectadores les verás con algún snack en la mano. Será por infinitas opciones que, si son en tamaño XXL, muchísimo mejor. Eso sin olvidarte de tu bebida extra grande. No vaya a ser que te quedes con hambre o sed en mitad de la peli, así que mejor que tengas un poco de todo siempre por si acaso pero ¿sabías de dónde viene la tradición de las palomitas del cine? En COPE te lo contamos.

Las palomitas del cine: mejor negocio que la película

TikTok es todo un universo de curiosidades que no tardan en hacerse virales y, esta vez, nos hemos inspirado en un vídeo donde se relata la historia de las palomitas en el cine. Ya sabes, esa costumbre que lleva ya tantas generaciones y nunca pasa de moda. Porque comer palomitas mientras ves una película son dos conceptos que van de la mano y que forman parte de nuestra cultura. No solamente en España, claro. También en muchos otros países del mundo, pero la idea nació en Estados Unidos y gracias a esta mujer: Julia Braden. Tuvo tanto éxito, que pese a empezar en cuatro o cinco cines, enseguida se expandió a todos los del país y después, como no podía ser de otra manera, se convirtió en un estilo de vida y de disfrutar las películas.

Tal como se explica en el vídeo, tenemos que irnos a Estados Unidos, hasta principios del siglo XX. En aquellos años, el cine no era lo que es ahora, asequible para la mayoría de la población; pese a que hoy el precio de una entrada de cine haya subido en comparación a lo que costaba hace por ejemplo más de una década. Pues bien, antes el cine era únicamente para ricos y además los cines parecían teatros. Eran locales que por fuera eran espectacularmente lujosos. Además, con un factor fundamental que distinguía a la gente pobre de la rica: si sabían leer o no. En ese momento, con el cine mudo, se necesitaba saber leer para entender algunas partes de la película. Ya en 1927, con la invención del cine sonoro, la clase trabajadora podía ir a disfrutar de una película. Como era lógico, la clase media-baja también buscaba el entretenimiento en las películas.

Palomitas

A partir de ese momento, las salas acabaron a rebosar de gente y en mitad de las largas películas la gente tenía hambre y quería picar algo. La idea de picotear era algo que a los propietarios de las salas de cine les parecía fatal, ya que la gente se llevaba su comida y ensuciaba las salas que, hasta ese momento, solo eran pisadas por la gente de dinero. Llegamos al año clave: 1929, el año de la Gran Depresión. Estados Unidos atravesaba una brutal crisis económica y el maíz era de los pocos alimentos baratos que había. Precisamente por ser tan barato, los vendedores ambulantes de comida empezaron a vender palomitas en la calle y, la gente que quería ver una película, pasaba por allí y se compraba unas palomitas antes de entrar al cine. Nuevamente, los propietarios de las salas se echaron las manos a la cabeza. La gente llenaba el suelo de palomitas.

Julia Braden y el gran invento de la historia

Entonces, apareció Julia Braden: una auténtica genio. Ella propuso la idea de montar su propio puesto de palomitas dentro del cine. A cambio, ofrecía al dueño del cine un porcentaje de las ganancias por la venta de palomitas. En cuanto el propietario del cine escuchó la palabra dinero, le cambió la cara y aceptó encantado sin pensárselo dos veces. El éxito fue tan grande, que en 1931 Julia ya tenía en cuatro cines montados sus "chiringuitos" de palomitas. El negocio marchaba de maravilla. Porque como decíamos, era un producto muy barato que llenaba un montón el estómago y que a los dueños de los cines les aportaba unos increíbles beneficios. Por eso mismo, los dueños de otros muchos cines empezaron a ver el éxito de esta mujer, ellos se sumaron también y montaron sus propios puestos de palomitas. Lo mejor para ganar mucho dinero, además de vender las entradas de las películas, claro.

En aquellos años de crisis, se trataba de una inversión que costaba muy poco y resultada verdaderamente rentable. Fue la salvación en plena Gran Depresión, el desahogo económico que necesitaban. Incluso eran más baratas las palomitas que los caramelos, ya que el azúcar era carísimo. Hasta la Segunda Guerra Mundial, la mitad de las palomitas que se consumían en los Estados Unidos se hacía en los cines, llegando a suponer el 85% del beneficio de una sala de cine. ¡Todo tiene su historia y las palomitas del cine no iban a ser menos!