Cultura

Éste es el perro andaluz conocido por cuidar las bodegas, que ahora se ha convertido en Patrimonio Cultural

El ratonero bodeguero andaluz, un clásico en las instalaciones vinateras jerezanas, es hoy en día una prestigiosa mascota

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Tenaz, vivaz, afable, activo, incluso nervioso. El carácter del perro ratonero bodeguero andaluz, que sigue escalando posiciones entre la mascotas más queridas, es carta de presentación de un animal que ha sabido conquistar el cariño de muchas personas que lo consideran un gran compañero ahora ha cuenta con la declaración de Patrimonio Cultural realizada por el Ayuntamiento de Jerez.

"Se trata de una apuesta importante de toda la Corporación Municipal, que será todo un revulsivo para la puesta en valor de esta raza autoctona tan ligada a la ciudad y sus bodegas y, por tanto, parte de nuestras señas de identidad", reconoce Rubén Pérez Carvajal, concejal delegado de Protección y Bienestar Animal, e impulsor de esta iniciativa unánimemente en pleno el 30 de septiembre.

Lo cierto es que durante mucho tiempo no fue sino ese perrillo ágil y combativo convertido en eficaz herramienta contra ratones y otras incomodidades en las naves bodegueras. Ni siquiera era raza reconocido cuando su imagen correteando entre andanas de botas era todo un clásico en las cotidianas estampas del sector. Lo mismo en el almacenaje de vinos que en las viñas.

Pero no fue hasta septiembre de 2000, con el jerezano Miguel Árias como ministro de Agricultura y ante la Real Sociedad Canina de España, que fuera reconocida esta raza a solicitud del activo Club del Ratonero Bodeguero que, presidido entonces por Bartolomé Benítez, vanía luchando por ell desde que, en octubre de 1983, fueron presentados los primeros estatutos de este colecivo de adminiradores del animal.

Para entonces había llovido mucho desde que, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, llegaran a la zona del Marco de Jerez, con los primeros inversores británcos en el sector vinatero, los perros terrier que acompañaban a estos comerciantes. Fox terrier de pelo liso en su mayoría, se cruzaron con los que se utilizaban en las bodegas y cuadras para eliminar ratas y ratones.

Fue así como se obtuvieron perros muy dotados para la caza de roedores y alimañas que, con el paso el tiempo y la continuidad de los cruces, obtuvieron gran homogenidad. El color seleccionado fue el blanco (con marcas negras), que con tanta facilidad los distinguía en la oscuridad de las bodegas. Hoy en día se reconocen por su tamaño mediano, agilidad, cabeza triangular, ojos oscuros, pelaje corto...

Hoy en día es muy común verlo fuera de esos ámbitos de referencia originaria. Se ha convertido, sin duda, en un reputado animal de compañía. Su inteligencia y viveza lo promueven entre las mascotas más cotizadas. Pero su trayectoria histórica les ha dejado la indeleble marca del olor a nuestros vinos en esas catedrales en las que ganan solera con el paso inexorable del tiempo.

El Club del Ratonero Bodeguero lo tiene claro en su declaración: "Cada vez se pueden ver más fuera de su cuna y ambiente habitual de procedencia, para verlos adaptarse a la vida en entornos urbanos". "Es simpático, sociable, tenaz, vivaracho, ateno, pillo, de fácil adiestramiento, activo..." insisten en las virtudes que ahora lo alzan a esta singular declaración de Patrimonio Cultural.