La última entrevista de Anguita en COPE

En 2016 el político visitó COPE Córdoba con motivo de su cincuenta aniversario e hizo un amplio repaso a toda su vida y carrera política

Toni Cruz GonzálezInmaculada Cabello de Alba

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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“Uno tiene recuerdos de aquella Córdoba desde niño”. Así comenzaba la última entrevista de Julio Anguita en COPE Córdoba. Fue en mayo de 2016, cuando el ex alcalde de la ciudad hacía memoria de su vida en una entrevista con motivo del 50 aniversario de la emisora.

“Mi primer recuerdo fue la entrada de Franco por el barrio Cañero en la gasolinera de Vilches, la entrada de la ambulancia con el cadáver de Manolete cuando yo vivía en Cañero viejo” recordaba para empezar la entrevista con la periodista Natividad Gavira.

“YO TUVE UNA INFANCIA MUY FELIZ”

El ex alcalde contaba de su infancia, sus recuerdos de mudarse al barrio de la Magdalena, estudiar párvulos o Bachillerato en la academia hispánica. “Yo subía y bajaba cuatro veces al día el trayecto entre la Magdalena y el Gran Capitán” añadía nostálgico.

“Para mí, la Córdoba de entonces era una Córdoba circunscrita al Casco prácticamente, a los límites de la muralla, muy provinciana, donde lo importante era poder sobrevivir, para mucha gente poder comer” señalaba, abundando en que “’para los que teníamos la suerte, con mucho sacrificio por parte de nuestras familias de poder estudiar, pues no había otra opción que seguir estudiando”.

Anguita contaba que Córdoba era “muy mortecina”, donde tenía deslices en cabaret o lugares donde estaban “las mujeres malas”. “Para los que seguíamos viviendo no teníamos ese sentimiento de opresión” narraba el Califa Rojo, “hasta que te das cuentas que tus ideas chocaban con lo que había, y entonces te sentías oprimido”.

INQUIETUDES POLÍTICAS

Sus inquietudes comienzan en los años 50. “Mi padre compraba el Diario Madrid, y después el Pueblo, que era la parte sindical del régimen. Yo escuchaba las conversaciones que tenía mi padre con mi abuelo y tenía interés por lo que pasaba, pero dentro de los patrones que conformaban la sociedad de entonces” explicaba Anguita.

El ex alcalde señalaba que cuando le trasladan a trabajar en Montilla allí “tomé conciencia de la situación que atravesaban mis alumnos en el tema de la alimentación”.

Rafael Balsera del Pino fue una persona muy importante en mi vida, fue el mentor por excelencia” señalaba Anguita. “Yo había leído de todo, pero generalmente una parte como Ledesma Ramos, Primo de Rivera… todo el pensamiento conservador, y de pronto me abrí a otro mundo que no existía” explicaba el ex alcalde cordobés. Eso crea en mí unos momentos de caos en mi mente, son las noches oscuras del alma que dice San Juan y entonces, cuando se sale de ellas, se sale sabiendo lo que quiere cada uno.”

PRINCIPIOS DE LOS 60

“Yo me encuentro que le hicimos una prueba a los alumnos, y uno dio un test de casi sobresaliente, pero un día vino la madre y me dijo ‘tenemos que llevarlo a guardar marranos, que no tenemos para comer’” narraba Anguita. Señalaba que le sorprendían los “cebollos” que estudiaban y esta situación impactó a aquel joven que no entendía como había inteligencias que se desperdiciaban para buscar que comer.

“Esto me impactó, sobre todo, sobre un temperamento religioso que era el mio” indicaba Julio el fuengiroleño adoptado como cordobés. “Mi abuelo Julio arreglaba las sandalias y los zapatos a los trinitarios y me llevaba con él y empiezo a tener contacto con las ceremonias religiosas, después con los carmelitas”, describió.

“Sobre eso, sin entrar en círculos católicos, yo vivía mi fe intensamente, apasionadamente pero solo, después me ha pasado en las organizaciones que yo he estado, pero eso entonces se me viene abajo”. Anguita le contaba a Natividad Gavira que ese proceso de cambio vino acompañado de un dolor “tremendo. No entiendo como la gente puede cambiar de A a B, o de B a A, como si no pasase nada, si ese cambio es auténtico hay dolor en el proceso”.

COMPROMISO CON EL PCE

Anguita señalaba que a su vuelta a Córdoba, tenía contactos con las comunas revolucionarias de acción social, y por parte de su familia política, con el partido: “ese parece interesante, empiezan a sondearme, el Partido lanza una discusión sobre el manifiesto-programa, que para mí fue muy interesante".

Comienza así su vida en la clandestinidad y sobre el régimen franquista decía que se había instalado en la sociedad una sensación como de “Santo Oficio” y que se tenía miedo y “había que trabajar con mucho cuidado”. “Mi padre era muy amigo de un inspector de policía y le dijo que estaba dando malos pasos”. “El resentimiento no es bueno para hacer política”, abundó.

Contó la anécdota de que “en una mañana de Nochebuena habían detenido a un compañero y yo tenía en una casa en Trassierra material prohibido y el compañero no cantó, porque si lo hace… Lo importante es la gente que ha sufrido torturas. Hoy la gente no lo entiende ni lo concibe porque no lo vivió”. Con todo, resumía: “Si hubiera otra vez que luchar, lo haría. Pero no tengo odio”.

CONTRA LOS DOGMATISMOS

Recalcando en este concepto y mirando al presente, explicaba que “hay gente que por haber pasado auténticas barbaridades no superen el odio y lo entiendo. Hay otro tipo de personas que se habituaron a luchar contra. Las Dictaduras tienen un problema, que es un pensamiento uniforme: todo aquel que no era del régimen era comunista. Eso engendró en la otra parte que quien no era comunista era fascista. A un pensamiento simple se le oponía otro pensamiento simple. También hay gente que vive su militancia como el que está en una cofradía y son los que no dialogan. Solo los convencidos dialogan. Eso lo estamos viendo ahora mismo”.

Para explicar este pensamiento recordó una anécdota: “En el 85 me enviaron como Alcalde de Córdoba en enero a la toma de posesión del Comandante Daniel Ortega en Nicaragua. La noche anterior a los invitados nos recibían los comandantes de la revolución y en un momento le dije que lo estaban pasando difícil. El comandante Borge me dijo que en Nicaragua lo tenían muy fácil porque tenían claro quienes eran los buenos y los hijos de puta de la contra, a diferencia de en occidente, donde la verdad no es tan evidente. Allí hay discutir, razonar… aquí podemos perder la vida, pero allí podéis perder la razón, me dijo”.

SOBRE SU PASO COMO ALCALDE DE CÓRDOBA

Anguita explicó su llegada a la alcaldía de Córdoba: "antes de las elecciones se llegó a un pacto entre comunistas y socialistas. En Córdoba el Partido Comunista sacó ocho, UCD siete, el PSOE cinco y el PSA otros cinco. Salí elegido alcalde y cambió mi vida. Yo me licencié en Historia Moderna y Contemporánea y empecé mi tesis doctoral y cuando estaba a punto de redactarla… me eligieron alcalde. No sé si hubiese llegado, pero mi objetivo era la Universidad. Mi gran frustración. Se puede hacer muchas cosas en las aulas cuando el profesor ama su saber. La historia nos enseña a reflexionar, porque la historia es el presente. Somos lo que somos por la historia”.

El Ayuntamiento era entonces "la criada para todo tras el régimen. Había impuestos por casi todo, algunos incluso del XIX. Visión hacia el exterior, servicios mal gestionados. Una vez que entra la Democracia en España se esperaba que fueran abandonados porque no teníamos dinero ni manera de prever. De hecho, "nos pusimos de acuerdo veinte alcaldes de España, los de las más grandes de España. Estuvimos tres años en una Asamblea itinerante con la que conseguimos dinero, porque no había dinero. El presupuesto de Córdoba era de 600 millones por semestre y no sabía ni sus propiedades”.

En esos momentos, contó, “me vi muy solo. La gente esperaba un milagro y los cambios se consiguen desde la cotidianidad y Córdoba se derrumbó. A los cuatro meses se le perdió la ilusión y me temo con los entusiasmos de la gente. Si no es en conceptos no confío en ellos. Me tuvieron tres meses secuestrado porque todo el mundo quería hablar conmigo”.

De su paso por la alcaldía destaca “la entrega de mis compañeros y a la inmensa mayoría de los funcionarios, independientemente de su signo político".

SU MARCHA A MADRID CON CÓRDOBA EN EL RECUERDO

En el salto a la política nacional nunca olvidó su ciudad: “cuando cambió mi vida tuve que rehacerme de nuevo. Los recuerdos de la Córdoba municipal me han servido de aliento. Madrid siempre es mucho más difícil, porque la política es mucho más palatina. Yo siempre he sido la maldición para los jefes de protocolo. Se rompió la imagen del político que es correcto. Nunca le he hecho caso a lo políticamente correcto. Córdoba se veía como una referencia y cuando yo he tenido momentos políticos duros me venía a Córdoba a pasear por la noche. Tenía una grabadora y cuando paseaba la usaba. Detrás del político hay una persona que añora, siente, llora…”

Siempre apostó por el diálogo a nivel interno: “un Secretario General del Partido tiene un órgano, el Secretariado, que son como ministros y los reúnes cuando quieras. Se debate, se estudia y cuando eso está maduro se pasa al siguiente órgano y después ya pasa al grupo Parlamentario. He planteado todos los trabajos a nivel colectivo”.

SOBRE LA RELIGIÓN

"Usted no es mi obispo, pero yo sí soy su alcalde”, dijo una vez Anguita por una polémica con el Obispo de Córdoba Infantes Florido, aunque en la entrevista matiza que “con el Obispo Infantes Florido, me llevé bien. Cuando fue párroco de El Salvador de Sevilla en su iglesia se refugiaron muchos obreros. En Las Palmas impulsó su templo hacia todas las religiones monoteístas. Aquí teníamos una lápida en la Catedral dedicada a los Sacerdotes muertos por la Revolución Comunista. Aquí no hubo Revolución Comunista y si tiramos de hemeroteca muy pocos comunistas quemaron iglesias. Tuve que recordar a una parte de la sociedad cordobesa lo que pasó con el Morabito que se construyó en los Jardines de Colón para las tropas musulmanas de Franco. La gente debe manifestar su religión públicamente”.

Acerca de su sentimientos religiosos, expuso que “los que tenemos temperamento religioso nos gusta buscar el fondo de las cosas. En un momento de mi vida ese espacio lo ocupó la trascendencia. Yo iba a saber. El pecado de Adán es saber. Quien me ha puesto la inteligencia que rinda cuentas de mi deseo de usarla hasta el máximo. Hay quien se conforma y yo no me conformo. Sé que me voy a morir, pero quiero saber donde estoy. Sé que me voy a morir sin saber dónde estoy, pero hay una rebeldía ahí ante eso”.

LA VISIÓN DE CÓRDOBA

Anguita expuso en ese 2016 su forma de entender la polémica por la denominación de la Mezquita como Catedral “aquí siempre hemos dicho Mezquita-Catedral. Primero fue San Vicente, luego Mezquita y después Catedral, contra el deseo del Ayuntamiento. En el trasfondo está la laicidad y la propiedad de las Iglesias. En Francia el Estado es el propietario de las Iglesias y hay un convenio. En su momento pedí que unos musulmanes rezaran en la Mezquita a cambio de unas reparaciones en la Catedral y no me dejaron desde el Obispado. Este problema se hubiese resuelto si no se hubieran empecinado las partes. Espero que esto algún día se arregle”.

Girando la charla en su visión de la ciudad, manifestó que “Córdoba es una ciudad de destino, como dijo Toynbee. Una de las ciudades más importantes de la humanidad. Eso no lo entienden los cordobitas. Fue una ciudad de tolerancia. Al-Hakam II plantea que cada una de las religiones tiene parte de verdad. Lo de la tolerancia es verdad y darse cuenta de que cuando hablamos de la unidad de Dios estamos tocando ese deseo de saber que nos acerca aunque tengamos distintas posiciones. Esa Córdoba se ha quedado para cuatro topicazos y hablar del salmorejo y la mujer cordobesa como lo más importante. Córdoba fue decoro de la Humanidad. Hay que querer de verdad a Córdoba y no los pegos”.

Resumió su sentir por la ciudad de la que fue alcalde reflexionando así: “Córdoba es lorquiana, como lorquiano era Julio Romero de Torres. Córdoba es la muerte presentida, intuida. Como explicación telúrica. Esa tensión que la lleva la Córdoba callada y sola implica una posición ante la vida de reflexión y serenidad. Es una visión del senequismo, pero aquí hablamos de Séneca sin haberlo leído. Ricardo Molina habla de los cordobitas, como los sevillitas, que hablan de una Córdoba que no existe. Todo el día echándose piropos, pero no velan por su historia, por un monumento. Usan de lugar comunes: el mundo es la peña, el dominó y el perol. Eso ha hecho mucho daño a Córdoba. Es una ciudad que no valorado nunca lo que tiene y nunca lo ha amado. Sé lo difícil que es tratar con determinadas asociaciones que esperan siempre la subvención y no quieren arriesgarse nada ni saber nada de la herencia cultural. Esta Córdoba nuestra no apoya ni al fútbol ni a los toros. Apoya al perol”.

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