CANASTILLA DEL MUNDO

El atardecer de Burgos, anoche, fue un tiempo de espera en la estación de una tarde de julio, cálida, con retazos, apenas perceptibles de un aire que anunciaba su presencia en la ciudad convertida en capital del folklore del mundo. Los pasajeros aguardaban expectantes el inicio de la ruta elegida.

Cuando a las 9 de la noche sonó la solemne Marcha de los Reyes Católicos en la Plaza de San Juan, arrancó el viaje imaginario por medio mundo, da comienzo al periplo musical más internacional de cuantos se celebran en la capital de Burgos a lo largo del año.

Ese heraldo musical que anuncia el estallido de culturas, músicas, movimientos, vestuarios y singularidades, transmuta en academia de amistad a los acordes de la burgalesa “las canastillas” que cada participante en esta babel folclórica interpreta con el arte que le es propio, haciendo del escenario una plaza del pueblo donde el encuentro seduce al espectador y le acomoda en los inicios de esta aventura. Canastilla de Pernambuco, de Seúl, de Galicia...

Las chaquetas y rebequitas se convierten en uniforme imprescindible

Es la seña de identidad, una de ellas, del Festival Internacional de Folclore que llega cada año, para desempolvar chaquetas y rebequitas, uniforme imprescindible para cubrir mangas cortas, osados ropajes para la noche tradicional burgalesa que ayer se visitó de gala con una sensación térmica de 12 grados. Una noche en la que los únicos que no pasaron frío fueron los representantes de Brasil y Kenia, que se batieron el cobre en el ejercicio físico (anoche envidiable) sobre las tablas del austero escenario burgalés.

Los burgaleses entonaron el Hakuna Matata de los keniatas. Pues eso, “no hay problema”, que es como se traducen las palabras del idioma suajili. Todo lo contrario. Que todo problema sea el aire nocturno burgalés... El Festival ha vuelto, casi sin hacer ruido... para marcar el ritmo de esta semana universal.