Ucranianos de Valladolid envían un cargamento de ayuda humanitaria que podría estar en la frontera el viernes

Parroquias, bares, locales se convierten en puntos de recogida de material sanitario, ropa, conservas e incluso walkie talkies

Javier LunaLaura Ríos

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Una furgoneta y más de 3.500 kilómetros por delante. Es la distancia que separa a Valladolid de la frontera con Ucrania. Será el punto donde culminará la ruta solidaria que arrancará esta tarde, martes 1 de marzo, con destino al país en guerra. La colonia de ucranianos de Valladolid se ha volcado con los suyos y se ha agarrado con uñas y dientes a la solidaridad de esta ciudad para iniciar la recogida de productos sanitarios, ropa térmica, alimentos en conserva e incluso 'walkie talkies' para facilitar la comunicación en un territorio hostil e inestable.

El primer envío desde Valladolid podría llegar a la frontera ucraniana el próximo viernes, 4 de marzo. El marido de Irina irá al volante, pero estará acompañado para no detener la marcha. Llena hasta la bandera, la furgoneta será recibida por ucranianos mayores de 60 años, segmento de población que no están llamados a filas para defender un territorio invadido por los rusos. El material discurrirá por un sendero verde, un corredor humanitario, con destino al corazón de Ucrania. Allí todo será distribuido entre la población. “Nos están esperando. Tardarán al menos dos días en llegar hasta la frontera. Mientras tanto, seguiremos recogiendo cosas”, explica en Herrera en COPE Valladolid Irina, una ucraniana residente en nuestra ciudad, quien asegura no tener tanto miedo por el viaje que su marido inicia: “El miedo es lo que está pasando ahí. 16 niños pequeños han muerto porque han lanzado balas a las guarderías. Estamos en el siglo XXI, eso es miedo”.

En esta recogida improvisada participan unas 47 personas, entre ellas, Ana. Lleva entre nosotros 14 años y empaqueta con esmero todo el material que va llegando a la Parroquia Ortodoxa de San Jaoquin y Santa Ana. Se emociona al hablar de su madre y su hermana que están allí, pero con el consuelo de que están “en una zona tranquila”. Las sirenas les avisan de que llegan más refugiados. Su hermana trabaja como enfermera en urgencias de un hospital en Ucrania: “Llegan refugiados que lo han perdido todo, no saben dónde ir”. Ana es concluyente: “Es una guerra. Si esa guerra no para en Ucrania, va a ir adelante”.

Natalia se afana en clasificar todo el material donado y esparcido entre los bancos de la Parroquia y reflexiona sobre la cantidad de medicamentos que les están llegando. Y es que hay escasez. Apunta: “No solo curamos a ucranianos, también a los rusos. Ellos están tapados con nuestras mantas y los estamos curando y cuidando a ellos”, expresa con una profunda humanidad.

El padre Elias ha abierto las puertas de los locales de la Parroquia. Este joven vallisoletano se une a su preocupación y se pregunta: “Es una guerra que nos planeta muchas dudas. Rusia es un país cristiano ortodoxo. ¿Qué testimonio estamos dando los cristianos creando guerras? Testimonio, ninguno. Más bien, un contratestimonio".