EFICIENCIA

Los errores más comunes cuando pones el lavavajillas

La tendencia generalizada de aclarar los platos e incluso fregarlos antes de meterlos en el lavavajillas debe acabar

Los errores más comunes cuando pones el lavavajillas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Como dice el refrán, quien tiene un lavavajillas tiene un tesoro (¿o no era así?). Y es que este electrodoméstico, presente en algo más del 56 % de los hogares españoles, es sin duda el mejor invento después de la lavadora. Para hacerse una idea de las cifras de venta, en España se compran más de 580.000 lavavajillas al año y algo más de la mitad de los hogares europeos tienen uno.

Las bondades del lavavajillas no terminan solo en facilitar la vida de sus propietarios, sino que, además, lava los platos a altas temperaturas, lo que consigue una higiene mucho mayor que cuando se hace de forma manual y, si se usa bien, es un electrodoméstico que ayuda al medioambiente y permite reducir el coste de las dolorosas facturas de suministros. La clave está en eso: en usarlo bien. Y es que, los científicos llevan años avisando: el planeta no va a soportar el ritmo de vida humano. Los recursos no son infinitos. Hay que actuar, y una de las cosas más importantes que se puede hacer es ahorrar agua. Usar un lavavajillas supone un ahorro de hasta 32.000 litros al año y unas 400 horas de tiempo que se puede invertir en hacer cualquier otra cosa que no sea fregar.

Lavavajillas sí, pero...

No vale todo. Estos resultados tan optimistas acerca del ahorro que proporciona un lavavajillas no se obtienen con cualquier máquina ni usándola de cualquier manera. A la hora de adquirir este electrodoméstico hay que fijarse bien en las etiquetas. Para que el aparato sea realmente eficiente y ayude al medioambiente, debe llevar en la etiqueta la categoría A+++. Así, el gasto de agua y luz será el mínimo, porque esta etiqueta, obligatoria en electrodomésticos que se vendan en la Unión Europea, garantiza la eficiencia más alta del producto.

Es mejor invertir un poco más cuando se compran que hacerse con un producto más barato que, con el tiempo, supondrá un gasto mayor. El gasto del lavavajillas supone el 6,1 % del gasto energético mensual, lo que es bastante menos que lo que gasta, por ejemplo, un frigorífico (un 30,6 %). Aun así, todo ahorro es poco y más cuando además de luz gasta agua. De todas formas, la responsabilidad no solo recae en el aparato: por muy eficiente que sea un lavavajillas, el usuario debe utilizarlo correctamente para que el ahorro y el cuidado al medioambiente sean reales.

Usar el programa adecuado

Hasta el más sencillo de los lavavajillas tiene distintos programas de lavado y lo habitual es poner uno al principio y olvidarse de cambiarlo. Es importante leer bien las instrucciones para así entender qué ciclo de lavado es el mejor en cada situación. Igual que se cambia el programa de una lavadora si se introduce ropa blanca o de color, ropa muy sucia o ropa que no lo está tanto, sintéticos o algodón..., hay que adaptar el programa del lavavajillas a la cantidad de suciedad y al tipo de vajilla (no es lo mismo un plato que una sartén y tampoco es lo mismo un plato con suciedad muy incrustada que uno casi limpio).

Con una vez es suficiente

La tendencia generalizada de aclarar los platos e incluso fregarlos antes de meterlos en el lavavajillas debe acabar. Solo hay que asegurarse de que no tienen restos de comida porque el lavaplatos no es una basura ni lleva incorporado un triturador. Bastará con retirar la comida con una bayeta o con un papel. Si se trata de ahorrar agua, ¿por qué gastar el doble fregando dos veces? Esa limpieza previa resulta completamente innecesaria si el electrodoméstico funciona bien.

El orden de factores sí altera el producto

Los recipientes grandes y las baterías de cocina van en la bandeja de abajo para que no tapen el aspersor y porque serán las piezas más sucias. Ordenar bien todo lo que se introduzca en el lavavajillas es esencial para aprovechar el espacio, que el agua llegue a todas partes y conseguir un lavado eficiente.

Llenarlo, pero no sobrecargarlo

Poner un lavaplatos casi vacío es un despilfarro de agua y de luz, y llenarlo hasta los topes será el doble de despilfarro porque habrá que repetir el lavado con todas aquellas cosas que no se hayan limpiado bien. El lavavajillas tiene una capacidad concreta y un buen uso debe ajustarse a esta capacidad.

Dosificar correctamente el detergente

Si se pone de más, estaremos contaminando el medioambiente para nada y puede que el aclarado no termine con todos los restos del producto, lo que puede ocasionar que la vajilla salga con un olor demasiado fuerte o con restos de jabón que dejen manchas en el secado. Si se echa detergente de menos, no se eliminará por completo la suciedad de la vajilla. Hay que usar la cantidad que recomienda el fabricante y nunca emplear un producto que no sea específico. Los jabones son contaminantes así que la mejor opción para cuidar el medioambiente es usar un producto que sea respetuoso con la naturaleza. Conviene buscar los que tienen la etiqueta “Ecolabel” de la Unión Europea.

Limpiar el sumidero y los filtros

Todo aparato requiere un cierto mantenimiento. Para que el lavado sea adecuado, hay que limpiar los filtros y el sumidero de forma periódica. Si no se limpia, se formará una obstrucción y, como poco, la vajilla saldrá sucia.

Poner sal si el agua tiene mucha cal

En zonas en las que el agua es muy dura, la sal hará que la vida del lavavajillas se prolongue porque la cal puede destrozar su maquinaria.

Deshacerse adecuadamente del aparato

Sí, el lavaplatos ahorra agua y electricidad, desinfecta los platos y regala muchísimo tiempo a sus propietarios, pero hay que ser lógico: fabricar un electrodoméstico ya es en sí mismo un proceso contaminante. Por eso es importante que se elija un buen aparato, aunque sea algo más caro, que se haga un buen uso y mantenimiento y que, cuando su vida útil termine, se lleve a un punto limpio para que pueda reciclarse. La responsabilidad cuando se adquiere un aparato también debe abarcar el hecho de que un día habrá que deshacerse de él y una mala gestión de los residuos puede hacer que todas las ventajas que aporta tener un lavavajillas queden en casi nada.