Ángel Martín: “He tenido conversaciones con la muerte y no le tengo ningún miedo”

El popular cómico, guionista y presentador español para por Fin de Semana con Cristina para presentar su nuevo libro 'Por si las voces vuelven' y contar su experiencia psicológica

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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Hay mucho que no sabemos del cerebro humano. Conocemos su fisionomía: millones de neuronas que se conectan entre sí, que se comunican, que ordenan, regulan, coordinan, etc.; sabemos que hay dos hemisferios, cortezas, lóbulos y un cerebelo, y también que la mente es lo más parecido a un ordenador que se encarga de que todo el sistema funcione correctamente.

Todo eso en la teoría.

Pero la realidad es que cada cerebro es único y lo que sucede dentro de él también. A veces no todo funciona como es debido, alguna pieza no hace contacto como es debido y es entonces cuando la realidad comienza a volverse difusa. Cada vez son más las personas que reconocen que padecen alguna enfermedad o trastorno mental. Según la OMS, en 2030 la principal causa de discapacidad laboral serán problemas relacionados con la salud mental.

Por si las voces vuelven’ es el título que el periodista y humorista Ángel Martín ha escogido para relatar su experiencia tras sufrir un brote psicótico en junio del año 2017, y dicho brote le llevó a estar atado a la cama de un hospital durante dos semanas. Es su primer libro y ya va por la quinta edición. El famoso presentador de tv ha pasado por Fin de Semana con Cristina, donde ha asegurado con humor que ha sido “más descerebrado que valiente”: “No era consciente que era tan grande el estigma de hablar de este tipo de cosas”.

Estuvo atado a una cama de un psiquiátrico dos semanas, y todo comenzó con una felicitación errónea: “Publiqué en las redes sociales que mi chica había tenido éxito con ‘Wonder Woman’, obviamente no tenía nada que ver con ese filme. Eso que para mis amigos era una broma mía hacia ella, ella se dio cuenta de que no tenía nada de broma, empezó a atar cabos y se dio cuenta de que algo raro pasaba en mi cabeza. Llamó a un amigo para ver si conseguía que le acompañara al hospital, porque sabía que si me lo decía yo no iba a acompañarla, seguro, porque además acabábamos de discutir, y el azar quiso que la frase que usamos para ir al hospital fue la adecuada, fui y en el discurso que di cuando me preguntaron qué me pasaba se dieron cuenta de que yo ya estaba en un sitio distinto que recuerdo perfectamente. Yo acompañé a mi amigo pensando que él buscaba alguien que le acompañara a él, por eso fui”.

Martín reconoce no conocer los brotes psicóticos hasta que le pasó a él, “no como para… sabía que existían pero no formaba parte de mi día a día como para que me interesasen mucho. Sabía que existían pero nada más”.

Ángel también recuerda el momento “en el que el cerebro se dividió y empezó a ser otra persona”: “Un día me puse a intentar construir una caja fuerte mental donde guardar ideas de forma intacta. Es un ejercicio mental. Creo que todos hemos pasado por algún momento en el que ocurre algo y no tenemos un papel donde apuntarlo y tratamos de recordarlo a grandes rasgos. Me dio rabia no poder recordar eso en cualquier momento tal y como se me había ocurrido ahí, por eso empecé a fantasear con la idea de una caja de herramientas en la que poder guardar las ideas que vienen a veces y que no podemos apuntar. En esa creación apareció una voz que me preguntaba cómo quería que fuera la caja fuerte y empecé a tener una conversación con ella”.

Es imposible darte cuenta de que lo tienes, es tan sutil y tan lento el proceso en el que se va macerando eso que no se puede”, explica Ángel Martín, que añade que “no es de la noche a la mañana que empiezas a vivir en un mundo mágico. Poco a poco van sucediendo cosas que están perfectamente argumentadas por la cabeza y te parece que estás descifrando cosas. Si fuera radicalmente sí, pero como el proceso es muy lento y sutil llega un momento en el que, simplemente, estás viviendo en él”.

Ángel estuvo atado a una cama dos semanas en un psiquiátrico, algo que recuerda vagamente: “Sobre todo sensaciones, no tengo recuerdos de conversaciones con pacientes. Recuerdo la sensación al ingresar, que no entendía nada y eso me producía desesperación y ansiedad por salir de allí. Lo siguiente es una sensación de ir zombi pasillo arriba y abajo y luego ya querer salir, te das cuenta de que estás ingresado en psiquiatría y no entiendes muy bien qué haces allí, piensas que estás bien y que ojalá te dejen salir porque no pintas nada ahí dentro. Eso recuerdas, sensaciones”.

Martín detalla que, con la medicación, “uno no recupera la cordura, solo pierde la locura. Simplemente deja de escuchar las voces y de tener la sensación de que todo está encajado. Hace que ya no haya nada del mundo mágico, por decirlo de alguna manera, es cuando tienes que empezar a descubrir en qué consiste el mundo de verdad”.

El proceso de recuperación es tan, tan, tan lento, que no hay un día en el que tengas un evento y de repente puedas decir ‘ya estoy bien’, solo van sucediendo cosas de las que no eres consciente, te vas obligando a hacerlas”, describe el presentador, que sigue diciendo que es “un proceso muy lento y cansado, durante el viaje de recuperación te caes varias veces. Pasas más tiempo pensando que no vas remontar que siendo consciente de lo que estás remontando”.

Sobre su experiencia con el psicólogo, el humorista no tiene reparos en reconocer que “fue terrible”: “No dudo de que haya buenísimos, y los hay. Pero el mío fue malísimo, y he descubierto haciendo entrevistas que coincidió con uno que usó una técnica llamada ‘lacaniano’, que básicamente consiste en tratarte mal. Es terriblemente absurdo. Un tipo que básicamente me trataba mal y cuya técnica no vale un duro”.

Ángel también explica que cree que es “algo que nos pasa absolutamente a todos”: “Al final la forma más sencilla de entenderlo es que todos tenemos una maleta donde vamos echando cosas, decepciones, traiciones, vergüenzas, veces que nos han tratado mal, etc., nos las callamos para hacernos los duros y esa maleta un día se llena, así que el cerebro hace lo que tenga que hacer. Y a raíz de escribir el libro recibo tantos mensajes que me hace pensar que lo raro es que no te pase, creo que todos vamos teniendo esa carga”.

También tiene palabras de cariño hacia Eva, su novia, quien estuvo desde el principio: “Llevábamos diez meses juntos, prácticamente acabábamos de conocernos cuando me pasa esto y, en lugar de irse, decide que se queda a echar una mano en el momento más caótico de un ser humano al que no conoces muy bien. Le estaré eternamente agradecido, hacer acompañamiento de esto es muy difícil, no sabes cómo comportarte y si lo estás haciendo bien o mal”.

En el libro también confiesa que, desde que tuvo el brote psicótico, se has vuelto en una persona más empática: “De repente eres capaz de ponerte en la piel de los otros de verdad, no tiene más. En esta reconstrucción he tenido que aprender a escuchar y otras muchas cosas a las que no les daba valor o las hacía por inercia y, de repente, he descubierto que, cuando escuchas, te conviertes en alguien más empático con la gente”.

Tampoco oculta Martín su consumo de drogas: “Sí, con mucha frecuencia. No las tomas siendo consciente de que te puede pasar algo así, claro, las descubro tarde cuando termino en televisión. Empecé fuerte con la marihuana porque de repente buscas la excusa para convertirlas en una herramienta de trabajo. En mi caso, al no tener compromisos laborales al día siguiente, mi semana se convierte en un sábado infinito. Es decir, puedo consumir drogas un lunes porque al día siguiente no tengo nada que hacer, entonces conviertes las drogas en una especie de excusa barata que te hace creer que te permiten llegar a rincones creativos donde, sin ellas, no llegarías. Al final todo lo convertimos en una excusa para justificarnos. Uno busca el argumento para justificarse en lo que no es sano. En todo caso quiero dejar claro que no hacen falta las drogas para que te pase lo que a mí, recibo muchos mensajes de personas que me dicen ‘me pasó lo mismo que a ti, exactamente lo mismo, y jamás he consumido drogas’, creo que es importante que se sepa”.

Para terminar, Ángel explica por qué no tiene miedo a la muerte: “Cero. Nunca he sido un tipo con mucho miedo a la muerte, nunca me ha agobiado demasiado, pero sobre todo porque una de las situaciones que viví durante el brote fue tener que morir para ir a una frecuencia distinta. Tuve una conversación con la muerte y el universo tratando de convencerles de que morir no era necesario, entonces llegamos a una especie de acuerdo donde yo podía morir para pasar a otra frecuencia con unas reglas nuevas. Mi cerebro ha pasado por el proceso de morir, cree que hemos muerto. Ahora mismo, cuando pienso en la muerte, para mi cerebro es ‘es aquello que hicimos’. Es pasar a otra dimensión a la que ya he pasado, para qué voy a perder tiempo teniéndole miedo”.