El gitano que pasó del mercadillo a dar clases de inglés en un colegio de primaria
Josué Fajardo es uno de los dos profesores gitanos que ejercen en Cataluña. En Fin de Semana ha compartido su historia de lucha y de amor por el estudio
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En Fin de Semana nos encanta conocer gente. Una de las maravillas de dedicarnos a esta profesión es entrar en contacto con historias fascinantes y poder trasladarla al oyente. Porque hay historias que merece la pena sacar a la luz.
Este domingo hemos conocido a Josué Fajardo. Tiene 27 años, está casado y tiene dos hijos. Es un verdadero devorador de libros y un amante del estudio. Vive en Barcelona. Es profesor de inglés de niños de primaria. Le gusta dar clase con música y que los niños disfruten aprendiendo. Y además, es gitano. Solo hay dos profesores de etnia gitana en Cataluña y él es uno de ellos. Ha pasado por los micrófonos de Fin de Semana para compartir su historia.
"Somos muy diversos, los gitanos entre nosotros. Tenemos grandes rasgos: el respeto a los mayores, vivir en familia, nos gusta casarnos jóvenes, reír, cantar, disfrutar... el tema de la riqueza es muy relativo. Para nosotros poder estar juntos, disfrutar y que no falte la salud es lo básico. De hecho, nuestro saludo es 'Salud y libertad'".
Fueron los padres de Josué los que se encargaron de que tanto su hermano como él estudiaran en un colegio concertado. Eran los únicos alumnos de etnia gitana. Y Josué todavía recuerda muy bien el día en que una niña, teniendo él seis años, le llamó 'gitano de mierda': "Era pequeñito pero lo recordaré siempre. Soy profesor, tengo niños gitanos y no gitanos. Y a esa edad ellos no se plantea de qué etnia son. Allí vi maldad por parte de sus padres, el juicio, el estereotipo. Le estaban enseñando a su hija a ser racista y eso es duro".
Josué dejó los estudios de Bachillerato para echar un cable a su padre, enfermo de glaucoma, en el puesto del mercadillo que regentaba. Lo hizo voluntariamente. Pero cinco años después, su amor por el estudio le hace retomar el curso acudiendo a una escuela nocturna: "Me vinieron los hijos y yo además trabajaba en tres o cuatro empleos a la vez". En tan solo cinco meses completa su curso de segundo de bachillerato. Y decidió dedicarse a la enseñanza. "La reacción de muchos alumnos es de sorpresa. Estaría muy bien que hubiera más variedad en el profesorado de los colegios".
El arte inherente a la cultura gitana la lleva a las aulas, donde enseña inglés a alumnos de primaria: "Todo lo usamos con juegos y dinámica. Hay que aprovechar que a los pequeños les encanta jugar. ¿Por qué no les enseñamos mientras juegan?".