“La 'nueva tapicería' se puede hacer en cuatro tardes pero no es arte como la clásica”

Laura de la Calle lleva 38 años tejiendo y presenta en 'Fin de Semana' su nueva novela 'El tapiz de la Guerra'

Laura de la Calle, tejedora de tapices

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Cuando visitamos los museos vemos monedas antiguas, fragmentos de cráneos y puntas de flecha de la prehistoria, armaduras medievales, pinturas, todo tipo de esculturas y objetos... pero también están los tapices, que nos dejan un poquito perplejos porque son enormemente complejos, muy grandes. En ocasiones no es fácil percibirlos y además nos preguntamos por qué existen tapices que en ocasiones copian grandes cuadros de Rubens o Goya.

 

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Está cuestión del tapiz, que puede parecer traída por los pelos, desde luego tiene mucho que desentrañar. En España hay tradición de tapices magnífica en la Real Fábrica de Tapices, fundada por nuestros reyes, y en Fin de Semana hemos hablado con alguien que lleva la vida entera entregada al tapiz artístico, el de más alta calidad. Es Laura de la Calle y lleva 38 años tejiendo. que se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y nos presenta su primera novela, inspirada en su experiencia, 'El tapiz de la guerra', una novela en la Editorial Ciudadela.

Laura explica que la tradición de maestros a alumnos “era la normal desde la Edad Media hasta nuestros días se ha roto, se rompió en el S. XIX por infinidad de problemas que es complicado abordar, no solo por la aparición de los telares y las máquinas industriales. Ahora, después de un tiempo muy grande sin esa transmisión directa entre maestro y discípulo, se ha hecho muy difícil el conocimiento del oficio y por eso está en grave riesgo de perderse”.

“Yo sigo haciéndolo”, afirma ella cuando habla sobre la manualidad del proceso: “En mi taller no ha entrado, en 38 años, una sola lana no teñida por mí. En este oficio, que normalmente ha sido siempre dividido entre distintos especialistas -el tintorero, el tejedor, el dibujante-, en casos como el mío todo es en una pieza, así que ha habido que aprender botánica, ir al campo a hacer recolección... y después, como el oficio tira, aprendes a teñir con productos químicos que no se enseña en ninguna parte, se van diseñando herramientas adecuadas que vamos necesitando... es decir, es partir de cero hasta construir un taller pequeño pero completísimo”.

¿Por qué se ejecutaban copias de cuadros cuando ya se tenía la pinura? De la calle explica que “esa fue una de las causas de la decadencia del tapiz, aunque parezca lo contrario”, y detalla: “En el momento que los pintores quisieron imponerse por encima del tejedor, el tapiz empezó a perder su independencia y carácter, y esa subordinación fue, poco a poco, terminando con la preponderancia del tapiz. La colaboración con pintores o dibujantes siempre existió, pero era un oficio coral, una empresa en la que todos tenían que cooperar hacia un fin común, no había uno por encima de otro, y la independencia del tejedor, que es quien conoce el oficio, nunca estuvo sometida al pintor sino al contrario: el pintor daba el boceto y el cartón pero siempre pensando en los materiales con que había que ser tejido. Cuando esto cambió, el tapiz entró en decadencia, hasta casi la extinción en el S. XIXI”.

“A la vez que entra en crisis el tapiz clásico”, continúa Laura, “empieza a emerger otra forma de entender el arte textil, va por otros caminos, son los años 60 y tiene mucho más que ver con la expresión de la subjetividad del artista, más que con lo que verdaderamente es tapiz. Se ha llegado a llamar 'nueva tapicería' pero en realidad es más un arte textil que un verdadero tapiz. De eso se ha escrito mucho”.

¿Qué tiene que tener un tapiz para que sea considerado como tal? “Es complicado”, asegura ella: “Un tapiz es un tejido, eso para empezar, y como tejido necesita dos series de hilos, unos verticales y otros horizontales, que se cruzan, y hacen un dibujo. Si tiene esto, de alguna manera ya es tapiz, pero es que hay tantas diferencias... es casi imposible de responder en dos palabras”.

Cuestión relevante es el tiempo que puede demandar hacer un tapiz, algo que de la Calle tiene claro: “Uno fino, clásico, con una técnica del S. XVIII se puede tardar un año fácilmente en hacer un metro cuadrado trabajando ocho horas diarias. Por tanto su precio es casi inasumible. La nueva tapicería, que también está en crisis, eso se puede hacer en cuatro tardes pero se puede pasar por arte lo que no lo es, hay que estar muy entrenada para diferenciarlo. Yo sigo haciendo esos tapices de metro por año, he hecho de todo, pero muy pocas personas lo piden. Cuesta muchos miles de euros el metro cuadrado”.

Sobre el nacimiento de la Real Fábrica de Tapices en España, Laura relata que, “cuando perdimos los dominios en los Países Bajos, tras el Tratado de Utrech y Rastatt, en 1713 y 1714, España se quedó sin su suministrador y el Rey quiso asegurarse la posibilidad de seguir ordenando y adecentando los reales sitios, y trasladó a una familia de allí a aquí, dándoles una casa y unas condiciones para que fabricaran, eso fue en 1721. Desde entonces la Real Fábrica, que ha cambiado de emplazamiento, ha seguido abierta salvo en dos ocasiones que cerró por guerra y cuestiones políticas. Sigue viva y suministrando tapices para los reales sitios, hace más de 20 años se convirtió en una fundación pero el éxito comercial que tuvo no lo ha recuperado”.

Hablando de su novela, explica que “nos lleva a la Guerra Civil”: “Estaba enterrada en archivos desde hacía muchos meses, tratando de documentar bien un libro sobre historia de la tapicería contemporánea española. Cuando llegué a los años 30, vi que esos documentos estaban llenos de personas de carne y hueso, con nombres y apellidos; las salas que yo conocía y que había visitado tantas veces estaban allí presentes. Yo solo les di voz y les puse en orden”.

El libro surgió la noche del 3 al 4 de diciembre, por un hecho real, de 1936: “Una patrulla asalta la Real Fábrica y se lleva todo lo que había, hecho histórico. Ese hecho real es del que parte la acción de la novela, uno de esos tapices es el hilo conductor y de él van pendiendo la vida de unas cuantas personas como de un retablo se tratara”.

Para finalizar, Laura afirma quedarse con un tapiz en el mundo: “La serie del Apocalipsis de San Juan, está en La Granja. Ahora no se puede visitar no sé por qué, está en una sala no accesible pero es una maravilla. Hay una réplica española en el Valle de los Caídos que yo creo que es igual de maravillosa, he estudiado los dos con una lupa durante varios días. Visitando una u otra uno se puede percatar de la maravilla de lo que ahí está escrito”.

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