‘Crónicas perplejas’: “Uno no puede enfadarse a lo grande con palabras pequeñas"

Habla Antonio Agredano de los insultos

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Mis padres me criaron con rectitud y valores. Yo me eduqué enfrente de los mejores colegios de Córdoba. Pero una vez discutí con un niño en el recreo. Era un chaval tontísimo. Yo estaba muy cabreado. Me tenía harto. Y presa de la ira, me puse delante de él y le grité: “Vete al peo”. Vete al peo. El resto de la pandilla se empezó a reír de mí y el nene encima me soltó una galleta. Ese día aprendí una lección: uno no puede enfadarse a lo grande con palabras pequeñas. Esa gente que dice “corcholís” o “mecachi en los mengues” o “repámpanos” o “leñe”. No se puede ir así por la vida. Cuando uno insulta debe hacerlo a todo lo que dé la boca. Debe vaciarse por completo. Sin matices. Con palabras que no voy a reproducir aquí, pero que seguro que ustedes tienen en la cabeza.

A mí insultar me gusta. Lo confieso. Siento decepcionaros. A uno muy rellenito que estaba en la pandilla le llamábamos “El Aforo Completo”. Porque cuando íbamos a un concierto casi que tenía que salirse la gente para que entrara él. Nos cruzábamos con un feo, pues “El Carajaula”. Que había un pesado en clase, “El Cansalmas”. Que veíamos a un calvo, “El Peinabombillas”. Y el primero que se casó de los colegas, que era un heavy de esos de pelos por la cintura, le empezamos a llamar “El Pasmasuegras”. El precio de insultar es que te insulten a ti. Cuento con ello. Aquí hemos venido a jugar.

Es verdad que tengo la lengua ágil cuando algo me enfada. Cuando voy con la moto, a veces insulto a las señoras que cruzan por donde les da la gana. Es que nos vamos a matar los dos. “Bolardo”, llamé a una. Que se puso tan nerviosa que quiso insultarme a mí y me gritó “Joveeeen”. Cosa que agradecí. Mi consejo: si tenéis motivos para el escarnio, no os cortéis. Sacad el veneno, que luego si no eso se estanca dentro y puede ser peor. Pocas cosas me gustan más que preguntarle a mi padre por alguno del trabajo y que me diga: “Ese es un papasfritas”. Insultad, porque seréis insultados. Demasiados buenos somos en el día a día para lo que tenemos que aguantar por ahí. La historia nos absolverá.

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