Desmontando al francotirador de Sánchez: la mayoría de armas eran de aire comprimido y estaban inutilizadas

En 'Informe Negre', Javier Negre investiga esta semana la figura de Manuel Murillo, el presunto francotirador que quería atentar contra Pedro Sánchez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Esta semana, Javier Negre ha abordado en su sección de 'Herrera en COPE' la figura de Manuel Murillo, el supuesto francotirador que, según los Mossos, quería atentar contra el presidente Sánchez. El periodista se ha acercado a su entorno en Terrasa y para ello ha hablado con varios expertos en armamento para valorar el grado de riesgo que suponía esta persona que permanece en prisión. 

Manuel Murillo es un vigilante de seguridad, de 63 años, hijo del último alcalde franquista de la localidad catalana de Rubí. A mediados de septiembre, el hombre borracho y cabreado por la intención del presidente Pedro Sánchez de exhumar los restos de Franco asegura que quiere matar a “ese rojo de mierda” en un grupo de WhatsApp que comparte con varios amigos. Decía que estaba dispuesto a sacrificarse por España. El hombre pide ayuda e información para matar al jefe del Ejecutivo afirmando que no estaba muy puesto en esto de las nuevas tecnologías. Algunos de los miembros de ese grupo se lo toman a broma, porque era habitual que hiciese ese tipo de bromas según nos cuentan, pero una dirigente de Vox que formaba parte de ese grupo de WhatsApp se asusta y lo pone en conocimiento de los Mossos de Esquadra, que deciden acudir a su casa.

Cuando llegan los agentes al domicilio saltan todas las alarmas pues se encuentran un arsenal de 14 armas. Y en su coche le requisan dos más. Inmediatamente el hombre es detenido y se decreta su traslado a la prisión Brians 2, donde se encuentra actualmente de forma preventiva. Aquello ocurrió el 19 de septiembre y el pasado jueves trascendía la información. La alarma cundió en la opinión pública pues los Mossos se encargaron de vender a Manuel Murillo como un experto francotirador que tenía un arsenal de mortíferas armas. Nos vendieron una suerte de Lee Harvey Oswald, ese ex marine sigiloso que el 22 de noviembre de 1993 acabó con JFK. 

El hombre no tenía antecedentes policiales ni había estado vinculado a ninguna organización violenta. Sus vecinos con los que hemos hablado le dibujan, en cambio, como un señor tranquilo al que le gustaba pasear con su perro. No le retratan como un asesino con ansias de matar. Los Mossos nos contaron que era una máquina preparada para matar, un experto francotirador.

Podemos decir que los Mossos exageraron un poco la peligrosidad de ese arsenal de armas para engrandecer su operación policial. Es cierto que a este hombre, con licencia de armas, le encontraron 16 armas, pero la mayoría de ellas eran de aire comprimido y estaban inutilizadas. De hecho, los Mossos se negaron a facilitar la relación completa y la descripción de las armas halladas en su domicilio. Tal vez para no rebajar de importancia a su operación. Sólo hicieron público la existencia de un fusil de asalto militar Cetme, un subfusil Skorpion, cuatro rifles de precisión y dos pistolas, una de ellas modificada e ilegal. No contaron que el resto de armas eran inofensivas.

Si Manuel Murillo va a continuar en prisión, eso lo tiene que decidir la juez de Tarrasa que instruye su causa, pero todo apunta que no estará mucho tiempo dado que en su declaración se ha mostrado arrepentido y no parece que haya un riesgo real. Le revocarán el permiso de armas y no le devolverán las suyas.