Del Val: "La inoperancia de la ministra de Trabajo ha convertido a muchos españoles en indigentes"

Luis del Val

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El Gobierno evoluciona hacia el desastre adecuadamente. Pero lo más peligroso es cuando a la metedura de pata llega la rectificación. El culebrón de las mascarillas creo que puede terminar en que las mascarillas sean obligatorias incluso en la noche de bodas. Comenzaron siendo una inutilidad; luego podían ser recomendables para quienes estuvieran contagiados; después se reconvino en que llevarlas todos era una sobreactuación; ahora estamos en vísperas de la obligatoriedad en cuando salgas de tu piso, y, como digo, dentro de nada, en las ceremonias civiles de matrimonio en los ayuntamientos, el concejal preguntará si serán respetuosos los contrayentes, aunque las mascarillas les separen.

El Gobierno evoluciona hacia el desastre adecuadamente y el paro aumenta cada día en miles de personas, y teniendo tantos parados, mano sobre mano, va a ser imposible recoger las cerezas, porque ni se puede nadie trasladar a otra provincia, ni pueden venir temporeros de otros países, puesto que se pasarían dos semanas en cuarentena antes de poder trabajar.

El Gobierno evoluciona hacia el desastre adecuadamente, y decenas de miles de ciudadanos, que se acogieron a la regulación Temporal de Empleo, desde el 14 de marzo, siguen sin cobrar. Nadie les pagó el primero de abril, nada les han pagado el primero de mayo, y mientras la ministra de Trabajo es incapaz de organizar la burocracia, porque no lo previno, no lo sabe y es lenta, las víctimas tienen que pagar el alquiler, la luz, el gas, comprar comida para ellos y sus hijos y, algunos, forman parte de esas filas gigantescas de personas, aguardando la caridad de una bolsa de comida, porque la inoperancia de la ministra de Trabajo les ha convertido en indigentes. Eso sí, la ministra de Trabajo, que es incapaz de solucionar el problema de los temporeros, tiene tiempo para enviar inspectores a las empresas agrícolas, a ver si todavía a los trabajadores los encierran en mazmorras y les ponen una argollas en el tobillo unida a una cadena enganchada al muro.

El Gobierno, evoluciona adecuadamente hacia el desastre, y sigue aumentando la plantilla de asesores y direcciones generales fantasmas para colocar conmilitones y amiguetes. Anuncian subida de impuestos a los ricos, y suben el número de sus sueldos. Si a González, Aznar o Rajoy, les bastaba con trece ministros, Sánchez necesita 23 y cuatro vicepresidencias. De algunos ministros como Garzón, ya sabemos que sigue sin enterarse de que cuando sacamos un billete de 50 euros, más de seis euros han venido del Turismo, pero la tontería contemporánea es contagiosa, y el ministro Marlaska, que estuvo en los años de plomo en el País Vasco, autoriza en Navarra homenajes a los asesinos, y se pone estricto y autoritario con una calle de Madrid, hacia la que envía todos los días un dispositivo del que no disponían los agentes, cuando los asesinos, hoy homenajeados, les mataban. Pero somos los primeros. Los primeros del mundo en fallecidos por millón de habitantes; los campeones en médicos y enfermeros contagiados; los triunfadores en número de días confinados y, por si fuera poco, parece que vamos a resultar los ganadores de la crisis económica, de la que, según Europa, no saldremos hasta el lejano año de 2030. No me explico cómo hay gente tan desagradecida que, siendo los primeros en todo, protestan con una cacerola vacía.