Del Val: "Pablo Iglesias Turrión, maestro en docencia para ser un miserable de provecho"

Luis del Val

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A finales del verano de 1914, en plena I Guerra Mundial, un veterano general dijo en Viena: “Teníamos los uniformes más vistosos, los desfiles más brillantes y las marchas militares más bellas, pero vino la guerra y lo estropeó todo”.

Me acordé ayer de esta frase melancólica, cuando contemplé al presidente del Gobierno, acompañado de su soledad y de su claque, esos pretores del aplauso que le acompañan en la bancada, y que vienen a ser los maceros de una pretendida ovación que suena en medio de la nada.

El campeón de las mentiras podría parafrasear esta frase del general, y la he elegido porque el presidente del Gobierno siempre habla de este desastre como si fuera una guerra: “Teníamos el Gobierno más progresista, las feministas más adolescentas y más preparadas para ser las gerentas y las representantas de la lucha contra el heteropatriarcado. Conseguimos aplacar la violencia secesionista con la promesa de negociar lo imposible y, como prueba, pusimos de ministro de Sanidad, a uno de los suyos. Contratamos, además, a un mago de la propaganda, un experto en publicidad institucional, capaz de convertir a España en una boda con baile hasta el amanecer. Pero vino el coronavirus y lo arruinó todo”.

Desde luego fue una desgracia para este Gobierno, pero sobre todo fue una desgracia para los españoles, porque el Gobierno, en lugar de reaccionar, abandonar el proyecto de boda y darse cuenta del peligro, intentó combatir a la realidad ignorándola con insensatez. Y es que a las adolescentas les hacía tanta ilusión lo de la fiesta, bajo el poético eslogan de “mata más el machismo que el coronavirus” que no les quisieron amargar la verbena.

Pero es que, además, pasados más de cuarenta días, cuando vamos por los cerca de 25.000 cadáveres, cuando desde el ministro más tonto hasta el conserje más listo de cualquier ministerio, debería estar en la trinchera de aplacar la pandemia -y lo puede hacer presidente, porque la oposición le ha concedido poderes excepcionales- todavía después de más de un mes contando cadáveres, resulta que hay un equipo que está trabajando para mentir a la OCDE, y que luzcamos tipo de buenos gestores. ¿Pero no hay nadie con sentido común en ese Gobierno que se percate de que esto no va de propaganda, sino que es un naufragio? ¿Todavía no se han dado cuenta de que el Támesis no es que esté creciendo, sino que ya está inundando los despachos de las adolescentas? ¿Nadie se percata de que más importante que cambiar de tumba del dictador muerto hace casi medio siglo, es que los hijos puedan acompañar a la tumba a esos padres que caen cada día, ¡a cientos!, en la completa soledad de esta España dolorida? Y, otra cosa, miserable vicepresidente. Le llamo miserable porque usted dice que es miserable politizar a los muertos, y tengo una grabación, miserable vicepresidente, donde usted dice esto: “Politizar el dolor, hacer que el dolor de los que sufren se convierta en propuestas políticas para cambiar la realidad”. Palabra de Pablo Iglesias Turrión, maestro en docencia para ser un miserable de provecho.

Teníamos las ministras adolescentas más ilusionadas, el populismo demagógico de Unidas Podemas, y el gobierno más progresista que ha tenido nunca España. Y vino el coronavirus y lo estropeó todo.