Luis del Val: "Las ministras de Podemos creen que tienen legitimidad para insultar o saltarse cualquier norma"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en las ministras Díaz y Belarra:

"Se nota que es lunes, el mejor día de la semana para ti, y eso te impele a ser generoso y, por eso, denominas a algunos ministros pandilla de adolescentes, lo que da muestras de tu altruismo y caridad, pero ayer comí con dos de mis nietas adolescentes y te aseguro que, a pesar del desasosiego hormonal, me parecen bastante mas serias que algunas ministras. La ministra de Trabajo -que según el gurú en decadencia puede ser la futura presidente del Gobierno- se señala a sí misma como la que ha traído la igualdad de salarios entre hombres y mujeres, norma que se recogió en el Estatuto de los Trabajadores, aprobado en el año 1980, siendo ministro Rafael Calvo Ortega, cuando Yolanda Díaz contaba 9 años de edad. Tengo mala memoria, pero da la casualidad que ese año me había llamado para trabajar con él Calvo Ortega, días en que no había semana que no cambiara impresiones con alguien de UGT. Todo ha cambiado: la niña de nueve años es ministra, y los líderes de UGT se marchan del brazo de los pistoleros en paro y sus admiradores a manifestarse con el objetivo de que los asesinos etarras salgan de la cárcel. Es más, UGT se agarra del brazo de quienes, al encontrarse con las víctimas -con las personas a las que les mataron un hijo, un padre, una hermana, un marido o una esposa- les insultan con el viejo y herrumbroso eslogan: “vosotros fascistas, sois los terroristas”. El insulto ha bajado de precio. Otra ministra, Ione Belarra llama a los componentes del Tribunal Supremo prevaricadores -o sea, corruptos- una injuria tan desproporcionada y grosera como si un juez del Tribunal Supremo injuriara a Ione Belarra y la llamara puta. Por fortuna esta segunda posibilidad no se ha producido, ni se va a producir.

No, no son adolescentes: son unos

, que

. Y lo hacen. Y las terribles consecuencias económicas de sus caprichos ideológicos y doctrinarios los pagamos de nuestro bolsillo, porque

, añaden debilidad a los débiles y desaliento a inversores y empresarios. Y,

, y lleguen a la adolescencia,


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