Luis del Val: "Ministra Celaá, es usted una ignorante en discapacidad intelectual"

Luis del Val

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Les llamamos “los chicos”. Viven en una residencia, a pocos kilómetros de Zaragoza. Los chicos pasan con nosotros las navidades y unas semanas en verano. Los chicos son una chica y un chico. La chica, Pilar, ya ha cumplido los sesenta, pero les seguimos llamando los chicos, porque la oligrofenia con la que nacieron les ha dejado en un nivel intelectual infantil, que pudo desarrollarse gracias a que fueron, desde que eran chicos de verdad, a los centros especiales y talleres de ATADES, que ahora la ministra de Educación Isabel Celáa quiere destrozar y clausurar con su nueva ley de Educación.

ATADES significa en su origen Asociación Tutelar Aragonesa de Subnormales. Ahora se denomina de Discapacitados Intelectuales. El fundador de ATADES fue un gran hombre, el doctor Luis de Azúa, que tenía un hijo mongólico, como lo denominaba él. Gracias a esos centros especiales, los chicos, nuestros chicos -Pilar y Ángel- aprendieron a leer, y Pilar se entretiene solucionando las sopas de letras, y Ángel mira en el periódico la programación de televisión, en busca de un partido de fútbol. Y nunca padecieron una discriminación en las escuelas de ATADES.

Pero los nuevos Pilar y Ángel, que padezcan una oligofrenia, ya no podrán a ir a centros especiales, porque una ministra, desconocedora de la realidad, ha enarbolado la ignorante bandera de la inclusión y pretende que, por ordeno y mando, los discapacitados psíquicos vayan a escuelas normales, y se sometan a la humillación de ser los patitos feos. Eso ya se ha experimentado, señora Celáa. Y le puedo contar la historia de una madre que se me echó a llorar, porque su hijo le había preguntado, muy triste, por qué a él sus compañeros de clase no le invitaban nunca a sus cumpleaños.

Antes de hacer disparates con leyes, aprovechando que estamos con un estado de alarma y un gobierno de mentirosos, le aconsejaría, señora ministra, que se diera una vuelta por un centro especial, y hablara con los profesores, y se diera cuenta de que hay docenas y docenas de clases de discapacidad, y que los hay apáticos, y agresivos, y mansos y rebeldes, y listos y retrasados, y que desde su despacho no puede arreglar la discriminación social. Porque España no es la película “Campeones”, señora ministra, y en los restaurantes algunos maitres, cuando entras, y se dan cuenta que mis cuñados no son Julia Robert y Brad Pitt nos esconden en alguna mesa alejada, y en mi urbanización, en la piscina, un vecino me dijo si lo de mis cuñados era contagioso, y le contesté que lo más contagioso era la estupidez humana, la tontería contemporánea, esa que exhibe usted con la inclusión, sin tener ni puñetera idea de la complejidad del problema. Es una lástima que mis suegros hayan muerto, porque cuando dijo usted la enorme melonada de que los hijos no eran de los padres, tenían que haberle explicado lo que significa sacar adelante una familia con cinco hijos, dos de ellos con problemas desde su nacimiento. Pero como es usted una ignorante en discapacidad intelectual, si sigue en su empeño, le llevarán un par de centenares de nuestros chicos a la puerta de su ministerio a ver qué hace. Y vendrán las cámaras de televisión. Y la gente se preguntará si la discapacidad intelectual es de los chicos o lo padece la señora ministra.