Del Val: “Hasta que se corrija el error de Montero y Belarra, pasarán del centenar los violadores en la calle"
Habla el profesor de las graves consecuencias de la ley del 'solo sí es sí' cuando ha sido aprobada su reforma
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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en la ‘soledad’ de las ministras Montero y Belarra en el Congreso de los Diputados:
La imagen de esas dos ministras, solas en la bancada gubernamental, se parece bastante a esa estampa del acoso escolar, en la que dos niños han sido rechazados, y sólo les queda contemplar cómo los demás juegan, y asumir el repudio de la tribu. E incitarían a la lástima esas mujeres, de no ser porque la repulsa ha sido cimentada sobre un cemento armado de soberbia, por esa fatuidad de justificarse acusando al resto del mundo, cuando la razón está de parte del resto del mundo, que está repleto de personas más racionalistas y menos arrogantes. Y, hasta que su inmenso error se corrija, pasarán las semanas, y los delincuentes beneficiados por su disparate pasarán del millar, y los violadores en la calle, del centenar.
Hoy es un buen día para releer un magnífico libro, “La mujer olvidada”, cuyo autor, Isaías Lafuente, nos lleva por la vida de una de esas mujeres ejemplares que lucharon contra el mundo, pero cuando la razón la tenía ella y no el resto del mundo. Y leer la historia de superación personal de Clara Campoamor, de su lucha constante para lograr el voto femenino, de la negación de Izquierda Republicana, e incluso de su propio partido, la convierten en una de esas mujeres sin cuyo esfuerzo la modernización de la sociedad se habría retrasado. Y pagó cara su factura, porque al iniciarse la Guerra Civil, tuvo que huir, no sólo por miedo al llamado bando nacional, sino también por el temor a los que parecía que eran los suyos. O de leer las lecciones de la abuela Macaria, de la que habla Ángel Expósito en su libro, o de nuestras abuelas, de nuestras madres, de nuestras novias, de nuestras hermanas, de nuestras compañeras de trabajo, a las que bien conocemos. Y de mi hija y de mi nuera, que, como otras cientos de miles de mujeres, trabajan, paren, educan hijos, puede que eduquen incluso a sus maridos, y no se creen las reinas permanentes de las fiestas, y se excusan, cuando se equivocan, y no miran nunca con inferioridad al hombre, ni tampoco se sienten superiores. Son mujeres, iguales a millones de maravillosas mujeres, que no necesitan líderes altaneras, sino puede que algo más de tiempo para ellas mismas, un mucho de conciliación laboral, y puede que una pizca más de ese amor que, de manera constante, y sin darle importancia, derrochan sobre quienes las rodean.