Luis del Val: "En el Gobierno, sus ministros mienten y mienten y vuelven a mentir"

"Lo de las mentiras monclovitas es tan habitual que nos hemos acostumbrado" dice el profesor, para quien ayer vimos una muestra de la cara de cemento de la ministra portavoz

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en las nueva mentiras del Gobierno, ahora con el traslado de inmigrantes:

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"En el villancico, los peces en el río beben y beben y vuelven a beber, y, en el Gobierno, sus ministros mienten y mienten y vuelven a mentir. Claro, que cada uno miente con un estilo diferente. Ayer, cuando la mentirosa María Jesús Montero declaró que el Gobierno no tiene constancia de los vuelos de inmigrantes marroquíes desde Canarias a la Península, lo hizo con la misma firmeza con la que nos aseguró que la Unión Europea prohibía rebajar el IVA en las mascarillas. Cuando presumo que la mentira de doña María Jesús es muy gorda, me fijo en el maquillaje de su rostro, a ver si advierto algún leve fallo, pero cuando miente se comprueba que la cara parece cubierta de una capa de cemento, hormigonado, por supuesto. Al poco de su mentira, el inconstatado Gobierno daba muestras de que sabía bastante, y sabía que tenían su PCR, que llevaban pasaporte y que eran ciudadanos libres. Unos ciudadanos libres marroquíes algo extravagantes, porque en lugar de tomar un vuelo desde Rabat a la Península, se lanzan al mar, y luego toman un avión desde Canarias hasta Granada ¡manda huevos! que dijo Federico Trillo Figueroa.

Nos hemos acostumbrado a las mentiras de Moncloa

Marlaska, que tendrá que ir al Congreso a mentir de nuevo, tendrá que explicar porqué estos arriesgados viajeros llegan a Canarias con la ropa seca, hasta 1.500 euros y pasaporte. A lo mejor explica por qué los barcos llegan hasta cerca de Canarias, con inmigrantes y con alijos de marihuana, y ya, cerca de la costa, los alojan en embarcaciones ligeras, como última parte del crucero. Y Marlaska nos mentirá, pero con un punto de enfado, porque debe recordar cuando era un admirado juez, y lastiman su orgullo y su biografía, esta sarta de mentiras que se ve obligado a desgranar.

Lo de las mentiras monclovitas es tan habitual que nos hemos acostumbrado, pero lo que resulta nuevo en esta historia es esa desahogada manera de considerar que España es un cortijo de su propiedad, y que pueden distribuir emigrantes, según su capricho, y sin avisar a nadie, porque el dueño del cortijo no avisa a los capataces a no ser que los capataces sean del País Vasco o de Cataluña, los únicos lugares en que los dueños del cortijo se ponen mansos, obsequiosos y serviles".

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