Luis del Val: "Los héroes están junto a nosotros y ceden el paso al borde de la muerte"
Y es más, "viendo lo que han hecho muchas de esas persona" dice el profesor que él "no tiene madera de héroe"
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Ayer, sobre las diez de la mañana, me fui a la cocina, no sé si a prepararme un café, o a emplear esa excusa para recorrer los ocho metros que separan mi cuarto de trabajo de la cocina. En la radio, Antonio Herráiz y Mónica Álvarez, habían terminado su boletín informativo, y nuestra compañera, Carmen Labayen, entrevistaba a una doctora. Yo no escuchaba la radio, sino que la oía, que es un grado menor de atención. De repente, la doctora, geriatra, cuenta con voz angustiada que, durante la primera semana, en el hospital de Getafe en el que trabaja, se le murieron todos los pacientes, y, a continuación, con un quiebro de entonación que suponía ahogar un sollozo, contó que algunos de estos pacientes, sabiendo del desbordamiento del hospital, les pidieron a ella y a sus compañeros, que dieran preferencia a los pacientes con más esperanza de vida que ellos. Repito, los enfermos pidieron ser relegados, cuando en su caso aplazar el servicio de la UCI o de un respirador mecánico suponía abandonar la vida para abrazar a la muerte. La doctora se llama Marta Castro, geriatra, 45 años, y pudo contar ese heroísmo colectivo sin echarse a llorar, que es lo que me hubiera pasado a mí en sus circunstancias.
No busquemos a los héroes siempre en la cubierta de los barcos, en los campos de batalla o en el pilotaje de un avión. Están junto a nosotros, viven en la misma escalera o en la misma planta y, en un momento determinado son capaces de dar un paso atrás para que pase el siguiente y se sirva la posibilidad de vivir, mientras el sacrificado se queda sin esperanza. Porque esta no es una enfermedad mortal necesariamente. Ni siquiera para las personas de más edad, docenas de las cuales han sido dadas de alta. Es mortal, cuando el enfermo no puede llegar hasta una Unidad de Cuidados Intensivos. Por eso, la petición de estos abuelos es un paso al frente a la inmolación.
Me impresionó tanto lo que escuché que no he podido olvidarlo, y me he colocado en la misma situación, y me he dado cuenta de que no tengo madera de héroe. Y observo este desfile constante de vanidad política, de soberbia dictatorial, de torpeza en la gestión, de aprovechamiento ideológico; contemplo esta procesión de inútiles parciales y egoístas a tiempo completo; de calculadores de probabilidades y de mentiroso por interés; veo todo el estiércol en el que tan a gusto se desenvuelven estos escarabajos peloteros, y más se engrandece, más brilla, más ejemplar resulta esa decisión -esa sí que es sublime- de quienes, en la frontera de la línea que separa la vida de la muerte, en esa aduana donde los disimulos y las hipocresías ya no son posibles, son capaces de ceder el paso a los que creen que tienen más calendarios por delante. Eso sí que es heroísmo, eso sí que es abnegación. Y gracias a ellos seguiremos adelante, a pesar de los escarabajos peloteros, de los desleales, de los impostados y de los farsantes que hablan en nombre de la gente. Porque, al final, son un puñado de héroes los que logran salvar el honor de la tribu.