Sergio Barbosa: “El Rey no puede actuar en torno a cábalas, a supuestos o a futuribles”

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¿Qué tal, buenos días? Saludos de Sergio Barbosa, en nombre de la gente que hace posible 'Herrera en COPE' en este miércoles 23 de agosto de 2023.

Nos pillan aquí leyendo la prensa, que es algo que hacemos cada noche los que elaboramos este programa, y es curioso porque encontramos muchas referencias a los jefes.

Por ejemplo, qué me dicen del jefe de la compañía aérea Lufthansa que, para saber cómo funciona de verdad su empresa en los pequeños detalles, se ha puesto el traje de azafato y se ha metido en un vuelo nocturno entre Frankfurt y Riad a repartir zumitos y comidas a los pasajeros.

Y los tripulantes, mirándolo como diciendo: “eh, para que veas como trabajamos, las penurias que pasamos en este pasillo tan estrecho. A a ver si tienes un poquito de por favor con nosotros”.

O fíjense, en 'el mundo' encontramos un reportaje que también reflexiona sobre los jefes como concepto: “¿Qué harías, si te encontraras a tu jefe y estás en topless o practicando nudismo?”

No, esto tiene su miga. Bueno, pues los expertos nos aconsejan que, si alguna vez nos pasa, nos comportemos con naturalidad y aceptemos que cada intimidad es distinta.. Vamos, que nos pongamos así con los brazos en jarra.y le digamos al jefes “pues sí que hace calor, ¿eh?”.

La apuesta del Rey Felipe VI para la investidura

En fin, que lo de los jefes da mucho juego. Aunque si hay un jefe que hoy aparece destacado, por encima de todos los demás; ese es, el Jefe del Estado.

Ayer, Felipe VI escuchó a unos, escuchó a otros, escuchó incluso lo que algunos le dicen que podrían hacer otros que no se han dignado a hablar con el Rey; sopesó lo que dice la Constitución y lo que han venido siendo los usos y costumbres en la democracia española y, al final, tomó una decisión.

Y esa decisión se hizo carne, a última hora de la tarde de ayer, en un comunicado del Palacio de La Zarzuela en el que se podía leer que el Jefe del Estado confiaba el encargo de presentarse a la investidura e intentar formar gobierno a Alberto Núñez Feijóo.

Claro, ¿qué tesitura se encontró el monarca en el día de ayer? Pues la disyuntiva entre dos candidatos, ninguno de los cuales llega a la mayoría absoluta, a día de hoy.

Opción A: Núñez Feijóo. ¿Puntos fuertes? Ha sido el ganador de las elecciones y, “aun no llegando” a la mayoría absoluta, se queda cerca de ella, a tan sólo 4 votos. Porque a primera hora de la mañana Santiago Abascal había confirmado que le daba sus 33 votos. Es decir, Feijóo es el más votado y el que se ha presentado con más apoyos cerrados: 172.

Opción B: Pedro Sánchez. ¿Puntos fuertes? Que dice que cree que estar en disposición de formar un gobierno y traer, un día de estos, la mayoría absoluta que ahora mismo no tiene Feijóo, ero que él, ahora mismo, tampoco tiene. De hecho, Sánchez se presentó ayer en Zarzuela con tan solo 159 apoyos.

Con esta situación, el Rey tenía dos opciones: o daba la oportunidad a Feijóo o daba más tiempo a los candidatos.

Pero dar más tiempo, hubiera podido ser interpretado como que el Rey daba demasiadas cosas por hechas, antes de tiempo: que Feijóo no conseguirá más apoyos y que será bloqueado por la alianza del Frankestein; y que Sánchez sí conseguirá cerrar un acuerdo con el Frankestein tarde o temprano.

Y todos sabemos, incluida su Majestad, que todo eso es más que posible que suceda. Pero estamos en lo de siempre: el Rey no puede actuar en torno a cábalas, a supuestos o a futuribles. El Rey tiene que ceñirse a lo que hay, y a lo que parece sensato. Y de igual manera que no le puede decir a Sánchez: “Yo no te hago el encargo porque tus socios van a delinquir o van a tratar de sobrepasar el orden constitucional”, tampoco puede decirle a Feijóo “don Alberto, es que a usted lo van a bloquear y al final Sánchez llegará a un apaño con los que no han querido venir a verme. Ir pa’ na’, don Alberto, es tontería”.

El Rey no puede llegar tan lejos. El Rey, para entendernos, no puede viajar al futuro y debe ceñirse, más bien, “a lo que hay”, en el momento en el que se evacuan las consultas.

Y si un ganador de las elecciones, se presenta con más apoyos que su rival y todavía tiene la opción de negociar con los grupos parlamentarios, hay que dar pie a la oportunidad, a la posibilidad, de que Feijóo consiga convencer a alguien más para que le apoye, aunque sea casi imposible.

Pero los procedimientos y la liturgia parlamentaria hay que respetarlos, por la propia salud de la democracia parlamentaria.

De hecho, en el comunicado de Zarzuela, el Rey se apoya en dos ideas para justificar su decisión: la “costumbre” de otorgar el primer intento al más votado; y el hecho de que no se ha podido constatar, a día de hoy, la existencia de una mayoría suficiente que hiciera decaer esa costumbre”.

Claro, si Sánchez no lleva amarrada su mayoría y los que pueden bloquear a Feijóo no se ha presentado en Zarzuela para confirmar ese bloqueo, el Rey tiene que actuar conforme a lo que hay.

El PP activa la maquinaría para intentar formar Gobierno

Así que Feijóo tiene previsto ponerse en marcha el próximo lunes. El líder del PP comentaba que, como Francina Armengol ha dado más tiempo para que se formen los grupos parlamentarios, pues que él tendrá que esperar a la semana que viene para cumplir con ese proceso de hablar con unos y otros, y tratar de que “alguien más” le apoye.

La gran esperanza del PP siempre ha estado en el PNV, pero el PNV ya ha cerrado esa puerta y, de hecho ayer mismo, confirmó, que el PSOE ya le ha llamado para ver cuando hablan de lo suyo.

¿Qué le queda por delante a Feijóo, con este panorama? Pues reivindicarse. Reivindicarse como el candidato que cumple su deber de presentarse a la investidura y que ofrece una alternativa al sanchismo.

Y para Feijóo esa alternativa pasa por ser un presidente que piense más en gobernar que en sobrevivir y que todo lo haga, dice, sin más condiciones, que las que le ha planteado Vox: garantizar la independencia de las instituciones, la igualdad entre los españoles y no ceder ante el chantaje de los separatistas.

Escuchado así, las condiciones de Vox son más que sensatas. Ayer Feijóo insistió mucho en pedir respeto por los 8 millones de españoles que votaron al PP y también por los que votaron a Vox, a UPN y a Coalición Canaria. En total, 11 millones de españoles que, como denuncia el candidato del Partido Popular, la izquierda está tratando de ignorar como si no existieran.

En una operación que consiste en mirar para otro lado y no querer reconocer que, hombre sí (el 23 de julio la izquierda consiguió movilizar a mucha gente y, con la ayuda de los separatistas, puede montar un difícil castillo de naipes) pero que eso no quita para que sea más que evidente que un número importante de españoles pidieron cambio. Pidieron que España no siga por la senda populista por la que va.

Por más que la Ley electoral sea la que es y haya que respetarla, como no puede ser de otra manera, tampoco es una buena idea meter bajo una alfombra a 11 millones de españoles y fingir que aquí todo el mundo está pidiendo que España sea como quieren Puigdemont y compañía.

Si aceptamos la “regla de tres de la izquierda” (eso de que no se puede ignorar a un millón largo de separatistas en Cataluña, más los que hay en el País Vasco y que “algo hay que hacer”), por esa misma regla de tres no se puede ignorar a 11 millones de españoles a los que sólo se les ofrece la opción de no tener representación institucional mientras, eso sí, siguen pagando impuestos como buenos súbditos. A medio y largo plazo, no puede haber ningún futuro en positivo para España con esa dinámica política.

De hecho, si a 23 de agosto Feijóo tiene más apoyos cerrados que Sánchez es porque Sánchez no tiene la amplia y clarísima mayoría social de la que presumió la noche de las elecciones. Es decir, “menos lobos Caperucita”, porque el Frankestein que se forme será perfectamente legal y responderá a la lógica del sistema parlamentario; pero también, será un proyecto precario y, en cierta manera, contra natura. Porque está formado por socios que solo se juntan para trincar los suyo y sin ninguna idea común de lo que debe ser el país, al contrario, con una idea de destrucción del país.

Ese es el gran problema y el gran debate político que nos traemos entre manos y por el que mucha gente está acusando al PSOE de falta de altura de miras. Y es por ahí por donde Feijóo, no sólo se reivindicó a sí mismo sino que también quiso destacar las contradicciones de su rival.

Feijóo no tiene nada claro salir presidente, pero sí tiene clara la misión de trasladar el mensaje de que “otro gobierno y otra filosofía política deberían ser posibles en España”. Alguien tiene que mantener en pie esa bandera.

¿Y, entre tanto?, Pues Pedro Sánchez ya sabe que no podrá eternizarse en sus negociaciones con el Frankestein porque el reloj empezará a correr. Eso sí, cabe esperar que del PSOE no salga ningún exabrupto contra la decisión del monarca. Ayer Sánchez prometió respeto a lo que decidiera el Rey, y cabe esperar que así sea porque, en el fondo, Sánchez sigue pensando que tiene la situación controlada.

De hecho, lo único que ha tenido que hacer en las últimas horas ha sido resignarse a que Feijóo se presente primero pero sin abandonar ese tono condescendiente con el que siempre se refiere al ganador de las elecciones.

¿Con qué carta va a jugar Pedro Sánchez?

Pues ése es el escenario que nos espera en los próximos días. Esperar a que Francina Armengol coloque la fecha del debate de investidura, que Feijóo cumpla con la liturgia del que se presenta y que Sánchez vaya haciendo lo suyo por su lado.

El problema de Sánchez sigue siendo lo de la amnistía. ¿Cómo ponerle el cascabel a ese alivio penal, que no es otra cosa que establecer de forma oficial la desigualdad entre españoles?.

Ya sabemos que “amnistía” no lo puede llamar, porque cualquier jurista con un poco de vergüenza te dirá que si la Constitución prohíbe los indultos colectivos, entonces la amnistía no es posible aunque no quede prohibida expresamente porque la amnistía es más que un indulto colectivo. Y en derecho rige la norma de que si lo menos está prohibido, lo más también lo está.

Pero es que, además, se da la curiosa circunstancia de que la sentencia el Tribunal Constitucional que tumbó la amnistía fiscal del PP y que tanto alegró al PSOE en su momento, ahora dificulta las cosas Pedro Sánchez porque esa sentencia estableció que una amnistía fiscal era incompatible con la igualdad entre los españoles, consagrada en el artículo 14 de la Constitución.

Según el alto Tribunal, eso de perdonar el castigo a quienes habían cometido fraude fiscal venía a legitimar como opción válida la conducta de quienes no cumplían con la ley. Y sin embargo, ayer cuando preguntaron a Sánchez, el presidente en funciones ya no dijo, como decía hasta hace dos días, que la amnistía no cabe en la Constitución..

Ahora Sánchez ya reconoce que el asunto está sobre la mesa. y que será el actual Tribunal Constitucional el que deba decidir. Traducido, lo de la amnistía, preguntadle a Pumpido, colocado por mí en el Constitucional, para ver como sorteamos el Artículo 14 de la Constitución, el de la igualdad entre los españoles.

Esa igualdad, de la que tanto presume la izquierda, y que tanto defendió el anterior Constitucional, es precisamente lo que está ahora en juego.