"Es una gran trampa": La clave para diferenciar el hambre real del hambre emocional y por qué engorda tanto

La neuropsicóloga Aurora García Moreno explica en La Linterna de COPE qué relación existe entre las emociones y la alimentación

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Comer para sentirse mejor, para tratar de relajarnos o para tratar de olvidar un problema es el hábito, se conoce como hambre emocional y muchas personas recurren a la comida para evitar el estrés o la ansiedad. Naiara tiene dos niños pequeños y en muchos momentos del día siente que no llega a todo. Por eso come para sentirse mejor: “El momento de comer se convierte en mi momento. Necesito tener algo de dulce cuando tengo algo de estrés”.

Los alimentos se convierten en una especie de premio personal y normalmente siempre se recurre a comida con muchas calorías. Iván intenta comer sano, pero cuando el trabajo se acumula, picotea para liberar los nervios: “Sobre todo cuando llegas a casa del trabajo me suelo dar atracones de comida y luego llega el sentimiento de culpabilidad”. Ahí llega el siguiente problema. Aumentan los kilos y hay que recurrir a la dieta. Se pueden usar trucos como tener algo de fruta cerca, unas almendras o nueces, pero muchas veces el cuerpo pide dulce: “Intento comer sano, pero me resulta muy complicado no picar entre horas”.

Todos tenemos emociones y es inevitable que nos influya en nuestra alimentación. De hecho, más de la mitad de la población recurre a la comida para sentirse mejor. Por eso es importante saber diferenciar. Rosa Calvo Sagardoy, es experta en trastornos de la conducta alimentaria: “El hambre real come lo que hay, mientras que el hambre emocional es muy selectivo”.

“El hambre real come lo que hay, mientras que el hambre emocional es muy selectivo”.

La neuropsicóloga Aurora García Moreno explica en La Linterna de COPE qué relación existe entre las emociones y la alimentación: “La alimentación está ligada a las emociones desde edades muy tempranas. La alimentación cobra un papel emocional, por ejemplo, en las celebraciones de cumpleaños, Navidades, bodas... donde nos reunimos para compartir un momento de diversión, siendo la alimentación lo más notorio”. Además, la alimentación también tiene un papel protagonista cuando se trata de demostrar afecto como “cuando alguien invita a una persona a cenar o a comer”.

Las causas del hambre emocional están relacionadas con factores psicológicos o las situaciones que se están viviendo con la familia, conflicto en el trabajo: “Para estas personas comer se convierte en una respuesta para hacer frente al estrés, la tristeza o la ansiedad, pero con la particularidad de que esta ansiedad no es la causante de esa hambre emocional, sino la carencia en habilidades o dificultades que las personas tienen para afrontar diferentes adversidades”.

En cuanto a los desencadenantes, la neuropsicóloga subraya la necesidad de que estas personas aprendan “a identificar aquellas situaciones, pensamientos y emociones que provoca esa tendencia. Por ejemplo, estás preparando un trabajo que tienes que entregar a tu jefe y te comes una bolsa de magdalenas, o has tenido una pelea con tu pareja y te comes un fuet entero, cuando ocurre algo así el atracón sería ese estímulo que empuja a comer emocionalmente. Al comer esa bolsa de magdalenas, el cerebro segrega hormonas del placer y se crea un hábito que cada vez está más afianzado. Comer no hace que se termine el trabajo o se solucione el conflicto, incluso puede empeorar”. Los desencadenantes más comunes serían la represión emocional y, también, por aburrimiento.

¿Cómo podemos reconocer los síntomas del hambre emocional?

El hambre emocional tiene unas características muy específicas: “No pueden controlar el impulso de comer y sienten mucha culpabilidad después de comer y arrepentimiento”, puntualiza Aurora, mientras destaca que no es un trastorno, sino un tipo de alimentación desordenada “que tiene un trasfondo psicológico o de la conducta”.

La neuropsicóloga explica los pasos que hay que dar para dejar de comer de forma emocional: “Hay que romper con esa asociación 'comida-voy a solucionar el problema' porque esto es una gran trampa. Es importante aprender a diferenciar el hambre física del emocional porque, en muchas ocasiones, da vértigo mirar en nuestro interior e identificar esas emociones que están influyendo en nuestra alimentación”.

Hay varios tratamientos específicos como la tarea cognitivo-conductual donde se enseña al paciente a relacionarse con la comida y a comprender la relación entre los sentimientos y la acción de comer. “El hambre emocional tiene cura”, sentencia Aurora.