Europa advierte de que un sector económico de 60.000 millones de euros está en riesgo por algo que ya afectó a España en 1986
Joaquín Ranz explica en La Linterna que Turquía ha echado el cierre temporal del sector ante un problema que ya conoce la economía de hace décadas

Madrid - Publicado el
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Europa está en alerta por el rebrote de la fiebre aftosa, una enfermedad vírica altamente contagiosa que afecta a vacas, cerdos, ovejas y cabras, y que ha obligado a países como Turquía a cerrar sus mercados ganaderos. La medida, con un impacto económico millonario (sólo en Europa factura más de 60.000 millones al año), busca contener la expansión de un patógeno que España no sufre desde 1986, pero cuyas consecuencias siguen frescas en la memoria del sector primario.
En una entrevista en La Linterna de COPE, Joaquín Ranz, veterinario y miembro de la junta directiva de la Asociación Nacional de Especialistas en Medicina Bovina de España (ANEMBE), explicó que la fiebre aftosa es una enfermedad vesicular que provoca aftas, vesículas y heridas en las mucosas de los animales, además de fiebre, cojeras y dificultad para alimentarse. "No es una patología con alta mortalidad, pero su capacidad de contagio es enorme", advirtió. De hecho, la morbilidad (el número de animales infectados en poco tiempo) es tan elevada que las autoridades turcas han optado por medidas drásticas para evitar su propagación.

Vacas pirenaicas
Un virus con efectos económicos devastadores
La alarma no es solo sanitaria. Ranz subrayó que la fiebre aftosa tiene "repercusiones económicas gravísimas", ya que los brotes obligan a sacrificar animales en masa, paralizan el comercio internacional y generan pérdidas en un sector que mueve miles de millones en Europa. "Cuando se detecta un caso, se sacrifica toda la explotación afectada y se establecen zonas de vacunación periférica", detalló. Además, la carne de los animales enfermos no puede comercializarse: se incinera como medida de precaución, aunque el virus no afecte a los humanos.
España lleva casi cuatro décadas libre de la enfermedad, pero el veterinario recordó que el último brote, en 1986, dejó lecciones dolorosas. "Hay generaciones de ganaderos y veterinarios que nunca la han visto, pero en su momento fue un golpe durísimo". Hoy, el riesgo resurge por el aumento de casos en el norte de África y su avance hacia Centroeuropa.

Vacunación contra la fiebre aftosa
Personas como vectores: el peligro invisible
Uno de los aspectos más preocupantes, según Ranz, es que los humanos pueden actuar como vectores de transmisión sin enfermar. "Basta con que un ganadero, veterinario o transportista lleve el virus en la ropa o las manos para contagiar a otros animales", explica. El virus tiene un periodo de incubación corto (unos dos días) y los animales infectados pueden contagiar durante al menos siete. Además, se necesita "muy poca concentración viral" para desencadenar un brote, lo que complica su control.
Pilar García de la Granja, periodista económica del programa, preguntó por el riesgo real para Europa. Ranz fue claro: "Hay que preocuparse, porque el movimiento global de personas y mercancías facilita su expansión". Turquía, añadió, es un ejemplo de cómo un solo caso puede obligar a cerrar mercados enteros. "Controlar vehículos, restos de comida o desinfectar ropas en fronteras es casi imposible con el tráfico actual", admitió, en referencia a la saturación de aeropuertos y puertos.
¿Por qué este repunte ahora?
Más sobre el sector primario
El experto apuntó a varias causas: el crecimiento demográfico, la invasión de fauna salvaje en entornos urbanos —"ahora vemos jabalíes y corzos en urbanizaciones"— y la globalización. "El tráfico de mercancías es desorbitado, y los controles sanitarios, insuficientes". España, aunque no vacuna desde hace años, mantiene protocolos estrictos en fronteras, pero Ranz pidió no bajar la guardia: "El último brote aquí fue hace 38 años, pero el virus no entiende de tiempos".
La entrevista cerró con un mensaje de prudencia. Ángel Expósito, director de La Linterna, insistió en evitar el alarmismo, pero recordó que "la prevención es clave". Ranz coincidió: "No es una enfermedad humana, pero su impacto en la ganadería sería catastrófico". Mientras Turquía asume pérdidas millonarias, Europa vigila. El fantasma de 1986 sigue ahí.