La desalinización coge fuerza y se presenta como una de las mejores alternativas para frenar la sequía

A día de hoy ya generan el 9% del agua potable en España

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La realidad que hemos tenido durante este 2022 es preocupante por la falta de precipitaciones. Como consecuencia, está afectando negativamente sobre los embalses. La situación es desoladora. Las últimas cifras que hemos conocido esta semana arrojan el peor dato de reserva hídrica desde 1995. El agua de los embalses está, de media, en un 37'9%. Y algunos territorios ya están buscando soluciones. Una de las que más se habla estos días son las desaladoras. A día de hoy ya generan el 9% del agua potable en España.

Por ello, algunas comunidades empiezan a mirar con especial atención a esta técnica para conseguir agua porque su situación es catastrófica. Es especialmente preocupante en el Guadalquivir. Allí los embalses están por debajo de un cuarto de su capacidad, cuando de media, en la última década, se situaba en la mitad de su capacidad. La situación es límite para algunos agricultores, Santiago, un agricultor de Córdoba, nos ha contado los efectos negativos que está teniendo al no haber agua. Está generando menos cosecha y no hay aceitunas por la falta de precipitaciones.

Las autoridades, por su parte, ante esta situación han propuesto varias soluciones. En algunas ciudades han optado por los cortes de agua u optimizar las redes de suministro. Pero en algunos lugares desde hace tiempo ya se invierte en ampliar el agua que producen las desaladoras. Pero, ¿cómo se convierte el agua del mar en potable? Se trata del proceso conocido como ósmosis inversa. El procedimiento consiste en quedarnos con el agua y eliminar las sales. El presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización, Domingo Zarzo nos ha explicado qué se trata de un proceso a la inversa en el que la membrana, como tela enrollada, pasa el agua a través de ella, pero elimina los contaminantes o sales.

La cuenca hidrográfica del Guadalquivir ya cuenta con una instalación de este tipo que abastece a Melilla. La planta está en obras para duplicar su capacidad. Actualmente, produce el 60% del agua que necesita Melilla. El 60%. En lugares como la ciudad autónoma, con pocos recursos hídricos y largos períodos de sequía, la saladora es vital.

Canarias es otro ejemplo de comunidad con este tipo de necesidades. Este tipo de plantas generan la mayoría del agua que se consume en el archipiélago. Pero si vamos isla por isla, descubrimos que en Lanzarote y en Fuerteventura no tendrían nada de agua sin la desaladora. Porque allí la totalidad de los recursos hídricos que se consumen provienen de estas instalaciones. Igual que Canarias, la península ibérica está rodeada de agua salada, por lo que, a priori, esta técnica podría ponerse en práctica en todo el país.

Zarzo considera que se trata de una solución importante, sobre todo ahora que parece que la falta de lluvias va a empeorar a causa del cambio climático. “Llueve menos y de forma desigual”, añade el experto en desalación. Zarzo argumenta que es fundamental la reutilización del agua, y que en ocasiones en las que esta no sea suficiente, habrá que complementarlo con agua del mar.

Aunque eso sí, estas plantas suelen tener una contrapartida. Convertir el agua salada en potable tiene sus complicaciones. En primer lugar, las plantas consumen mucha electricidad. De media, una instalación de este tipo necesita 3 kilovatios hora por cada metro cúbico. ¿Esto qué significa? A día de hoy, la subida de la luz tiene un impacto directo sobre el coste de la producción de agua. Cuanto más cara sea la electricidad, más cara será el agua. Esta dependencia de la luz no es lo ideal para abaratar costes. Actualmente, producir un metro cúbico de agua cuesta un euro de media. Una planta como la de Melilla, que produce 20.000 metros cúbicos de agua al día, supone un gasto de alrededor de veinte mil euros. Aunque, según Zarzo, resulta más barata que el agua embotellada, a pesar de que para el proceso intervienen costes, personal, productos químicos o energía.

Además del alto coste que conlleva, tiene también un alto impacto ambiental. ¿Qué se hace con las sales que se han separado del agua? Lo ideal sería eliminarlas con la evaporación, pero el precio de hacerlo es muy elevado. Volver a verterlo al mar podría provocar daños al ecosistema. Actualmente, se está estudiando cómo puede reutilizarse para crear sales o productos químicos.

Al margen de estos dilemas aún por resolver, el éxito en algunos territorios como Canarias es palpable. Esto pone de relieve la capacidad que tienen las desaladoras para hacer frente a períodos de sequías como los que sufre ahora España. Los expertos señalan que el agua que resulta es de calidad. Aun así, algunos consumidores de estos lugares dudan de estos recursos. Lucia de Lanzarote explica que el agua del grifo en Canarias está desalinizada y además se trata de agua potable. “Sí que la puedes beber lo que pasa es que nos han dicho desde muy pequeños que tiene un sabor espantoso, así que nos limitamos a comprar agua de botella”, sentencia la canaria.

Lo que está claro es que las previsiones no son nada halagüeñas. Por eso, expertos como Zarzo indican que la clave del futuro está en la reutilización. “Si tú toda la costa la tienes alimentada de agua, liberas recursos hacia el interior”, detalla el experto. También considera que en algunos países sería posible que planteen hacer grandes conducciones desde la costa hacia el interior para llevar agua. Zarzo añade que sería como un trasvase inverso, aunque tiene un coste elevado, pero asegura que no se sabe a dónde va a llevar el futuro con el cambio climático. El cambio climático no frena, aunque al menos, ya se está trabajando en alternativas contra la sequía.