LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

David Berkowitz: mató a once personas siguendo las órdenes de voces que escuchaba en su cabeza

El asesino conocido como 'El hijo de Sam' decía seguir las indicaciones de un perro poseído por un demonio que le animaba a matar

Carmen CerbánMónica García

Málaga - Publicado el

3 min lectura

El joven Robert Violante no sabía que en la noche del 31 de julio de 1977 se convertiría en la última víctima de un despiadado asesino: 'El hijo de Sam'. Después de cenar junto a su pareja, Stacy Mokowitz, se refugió con ella en su vehículo en una zona tranquila, buscando intimidad. En ese instante, David Berkowitz, apodado 'El asesino del calibre 44' o 'El hijo de Sam', salió de entre las sombras con su revólver en la mano, se acercó al coche con sigilo, se inclinó ante la ventanilla del copiloto y disparó cuatro veces.

El resultado fue espantoso. Stacy murió pocas horas después en el hospital, fruto de las graves heridas recibidas en el cráneo, mientras que su novio, Robert, sobrevivió, pero lo hizo en unas condiciones lamentables. Las balas le habían destrozado los tímpanos y le habían reventado las dos cuencas oculares. Quedó ciego y sordo para el resto de su vida. Fue esta sangrienta escena el último acto de 'El hijo de Sam'.

DESAJUSTES MENTALES

En la crónica negra de 'La Noche de Adolfo Arjona' abrimos el expediente de una persona con serios desajustes mentales, un hombre que culpa de sus actos a un perro que, según su testimonio, estaba poseído por un demonio y era quien le daba las órdenes.

El psicólogo terapeuta, con experiencia en el campo criminal y forense, Román Morales, le cuenta a Arjona que David Berkowitz era “un hijo abandonado por su madre”, ya que fue dado en adopción. Descubrir que quien le había criado era en realidad su madre adoptiva “destrozó su identidad” y empieza a mostrar una “esquizofrenia de tipo paranoide, cuando construye la idea de ser el hijo de Sam, un perro que tenía su vecino que consideró que le mandaba órdenes para que matara”. “Berkowitz constuye esta identidad y comienza su periplo criminal en el año 1975”, añade el experto.

BUSCÓ A SU MADRE BIOLÓGICA

Con el paso de los años David Berkowitz decidió buscar a su madre biológica. El primer paso fue conseguir su certificado de nacimiento, en el que descubrió que su apellido auténtico era Falco. Buscando en la guía todos los nombres con esos apellidos, logró dar con la vivienda de su madre y de su hermana mayor. El reencuentro familiar fue feliz en un primer momento, pero pronto se dieron cuenta de que algo iba mal en la cabeza de aquel joven de 23 años. Se quejaba de que oía voces en su cerebro, y sus mudanzas de una casa a otra eran frecuentes, como si huyera de algo invisible.

Su primer asesinato lo cometió en 1976. Donna Lauria y Jody Valente, de dieciocho y diecinueve años respectivamente, estaban dentro del coche de la propia Jody, en la puerta de la vivienda de Donna, de la que se estaba despidiendo. Se abría la veda para un joven absolutamente perturbado que llegó a matar a once personas.

Según el psicólogo Román Morales, el modus operandi de Berkowitz pasaba por buscar “lugares más bien públicos y abiertos, llegaba a pie a la escena y solían ser personas de clase media alta que salían de un local nocturno, y actuaba por sorpresa por la espalda”. Todas las víctimas habían sido tiroteadas con la misma arma: un revólver Bulldog del calibre 44.

EL DÍA DE SU DETENCIÓN

David Berkowitz es detenido un día en el que había “un policía por la zona poniendo multas”. Una persona “encontró a Berkowitz dentro de su propio coche y a las víctimas a las que estaba pretendiendo atacar en ese momento”. Ese informante avisó al agente de lo que había visto, y Berkowitz acaba siendo detenido. Entonces encontraron en su coche rifles, munición y distintos elementos indicativos de delitos”.

David Berkowitz, después de haber asesinado a once personas, y dejado gravemente heridas a varias más, fue condenado por un jurado popular a seis cadenas perpetuas. En la actualidad, el asesino que aseguraba matar por órdenes de un perro poseído por el demonio, cumple condena en una prisión de máxima seguridad. Su revólver se expone en un rincón del museo del FBI.

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