EJECUCIÓN DE JOHN WAYNE GACY

El doctor José Cabrera habla sobre la inyección letal: "Muerte en tres minutos y sin dolor"

El asesino en serie John Wayne Gacy, apodado ‘El payaso asesino’ fue ejecutado tras matar a una treintena de niños y jóvenes a los que enterró bajo el suelo del garaje

Carmen Cerbán

Málaga - Publicado el

4 min lectura

El espectáculo comenzó entre vítores. De pronto, detrás de una cortina, apareció en escena ‘Pogo, el payaso’. La siniestra sonrisa pintada en rojo sobre su cara no fue obstáculo para que una multitud de niños se abalanzara sobre él para abrazarlo y hacerse fotos. Todo el mundo lo quería. Pero detrás de aquel disfraz había un hombre malvado, una bestia: John Wayne Gacy.

Arrastraba tras de sí una infancia marcada por los abusos y agresiones de su padre, también los abusos a los que le había sometido un amigo de la familia, el desprecio de sus compañeros de colegio... ingredientes que fueron acrecentando el perfil criminal de John.

ASESINO Y VIOLADOR DE MENORES

Ya convertido en marido y padre, comenzó una carrera política que le hizo ganar estatus social y el reconocimiento ciudadano. Su obsesión por los niños y jóvenes le llevó a crear a aquel personaje, a ‘Pogo, el payaso’. Durante el día les hacía reír y por las noches, John Wayne Gacy se transformaba en un asesino y violador de menores.

Buscaba a jóvenes homosexuales en las inmediaciones de la estación de tren o en las calles de Chicago. Les ofrecía intimar con él a cambio de dinero... a veces los persuadía para acompañarle a su casa por una dosis de droga. Fuera cual fuera la treta, el final siempre era el mismo: la muerte.

‘El payaso asesino’ solía drogar a sus víctimas para adormecerlas; después, violaba a aquellos chicos usando, incluso, distintos objetos. Y cuando había satisfecho sus repugnantes deseos sexuales, los ahogaba con un cinturón alrededor del cuello. Así, uno tras otro, mató a una treintena de jóvenes cuyos cadáveres enterraba en el cementerio en el que convirtió el subsuelo del garaje de su casa.

VARIAS CADENAS PERPETUAS Y PENAS DE MUERTE

La escena que encontraron los investigadores tras la detención de John Wayne Gacy fue estremecedora: decenas de huesos envueltos en bolsas de plástico. Eran los restos de aquellos chicos que los forenses tardaron meses en identificar. En 1980, el asesino fue juzgado... su declaración de inocencia y su supuesta locura no fueron suficientes para eludir la condena: una sentencia a varias cadenas perpetuas y penas capitales.

Pasó catorce años entre rejas, hasta el día de su ejecución: el 10 de mayo de 1994. Antes de que le suministraran la inyección letal, dijo: “Matarme no hará regresar a ninguna de las víctimas”. Aquellas fueron las últimas palabras de John Wayne Gacy... ‘El payaso asesino’.

MUERTE EN TRES MINUTOS

El psiquiatra forense y autor del libro ‘Las Raíces del Mal’, José Cabrera, explica en ‘La Noche de Adolfo Arjona’ que antes de dispensar la inyección letal a un condenado a muerte no se le prepara de ninguna manera: “El sujeto sabe que se va a dormir y no va a volver a despertarse”.

Según el forense, la inyección letal se compone de tres sustancias: “una que duerme –un barbitúrico-, un relajante muscular que evita las convulsiones y la que mata, el cloruro potásico, que hace que el corazón deje de latir”. El proceso desde que la inyección letal se dispensa hasta que el individuo muere apenas dura tres minutos. En concreto, cuando se dispensa el cloruro potásico, el corazón se para “en un minuto máximo”.

MUERTE SIN DOLOR

El doctor Cabrera aclara que el individuo “no siente nada” durante ese tiempo. “Aunque ha habido algún caso en el que el sujeto ha convulsionado, no hay ningún sufrimiento... se duerme como se durmió Marilyn Monroe al tomar un barbitúrico, que es el mismo” que contiene la inyección letal.

John Wayne Gacy violó y asesinó a una treintena de niños y jóvenes cuyos cadáveres enterró en su garaje. Un brutal asesino en serie cuyo cerebro fue extraído del cadáver para el estudio por parte de neurólogos y psiquiatras. El doctor José Cabrera explica que hace años, “en los primeros tiempos, cuando era algo muy frecuente, se creía que se iban a producir muchos hallazgos especiales [en el estudio del cerebro], pero no han sido tantos”.

“Lo que busca el neurólogo o el forense es si hay anomalías, tumores... algo que justifique la conducta asesina, pero esa lesión o malformación no existe en el cerebro de la mayoría de los grandes asesinos”, aclara el psiquiatra forense.

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