Lo mismo que Santiago

José Luis Restán reflexiona, en su festividad, sobre el Apóstol Santiago

José Luis Restán

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Dice la tradición que el apóstol Santiago se sentó a orillas del Ebro, apesadumbrado por la dureza y la cerrazón de los pueblos de Hispania para acoger el Evangelio, cuando la Virgen le consoló y animó, haciéndole vislumbrar cuántos frutos habría de dar su apostolado. No soy amigo de idealizar la historia, pero ¿quién podría negar que aquella visión se hizo realidad a lo largo de los siglos? De nuestra tierra y de nuestras gentes han surgido multitud de testigos de la vida buena que Cristo trae al corazón que lo acoge: misioneros, reformadores, hombres y mujeres de ciencias y letras, grandes visionarios de una civilización que se ha proyectado hacia todos los puntos cardinales. Nada de eso sucedió mecánicamente o, como gustan decir algunos, porque los españoles dispusiésemos de una especie de ADN católico. El catolicismo no tiene nada que ver con la predisposición de los genes, tiene que ver con la gracia y con la libertad, como bien pudo ver el apóstol en sus primeros fracasos.