¿Por qué Santa Catalina de Siena es patrona de Europa?

El 1 de octubre de 1999, Papa Juan Pablo II, la proclamó patrona de Europa definiéndola "mensajera de paz en el mundo"

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Santiago Tedeschi Prades

Publicado el - Actualizado

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Esta mañana en la Misa en Santa Marta el Papa Francisco ha rezado por la unidad de la Unión Europea en el día de su patrona, Santa Catalina de Siena. ¿Por qué esta Santa es la patrona de nuestro continente?

Hoy, 29 de abril, se celebra la festividad de Santa Catalina de Siena, patrona de Europa junto con otras dos santas, Brígida de Suecia y Teresa Benedicta de la Cruz de Alemania, proclamadas el 1.º de octubre de 1999 por el Papa San Juan Pablo II.

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Patrona de Europa y de Italia

Lo asombroso en la vida de esta religiosa italiana, Santa Catalina, que ya era patrona de Italia junto con San Francisco de Asís desde 1939, es que no sabía leer ni escribir. Sus cartas, escritos y su obra Diálogo sobre la Divina Providencia tuvo que dictarlas a algunos amanuenses; pero tan ricas de doctrina su contenido, que Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia en 1970. Fue la primera mujer, junto con Santa Teresa de Ávila, en obtener el título de Doctora de la Iglesia Universal, que la Iglesia hasta ahora ha atribuido a solo 33 personas en reconocimiento de sus reflexiones teológicas.

Catalina fue llamada maestra por un número considerable de discípulos, incluidos ilustres profesores universitarios, fue recibida y escuchada por Papas, cardenales y reyes de toda Europa, y fue capaz de ejercer una acción incisiva hasta las más altas autoridades políticas y religiosas de la época. Es en sí mismo un hecho milagroso que una mujer de orígenes humildes pudiera mantener una correspondencia política en el siglo XIV con reyes y cardenales, a quienes se dirigió en un tono de orden firme, sin perder su humildad habitual.

Santa Catalina desempeñó un extraordinario y decisivo papel en la Europa de su tiempo, dividida en la obediencia hasta a tres Papas distintos en el denominado Cisma de Occidente o de Aviñón, con sus valientes intervenciones ante los mismos Pontífices, reyes y pueblo en general, animando a la unidad desechando egoístas intereses.

La historia de Catalina es el de una mujer que ha vivido por la paz entre los pueblos. A pesar de no haber recibido educación, gracias a la fe se encontró con grandes escritores y artistas. Con el tiempo aprendió a escribir y a leer, y se convierte en una “mensajera de paz en el mundo”.

Museo Thyssen- Bornemisza

GIOVANNI DI PAOLO_Santa Catalina ante el Papa en Avignon c. 1460-1463_162 (1966.6)

El viaje a Aviñón

Los habitantes de Florencia le encomendaron una misión de paz en 1377, cuando fue a Aviñón para encontrarse con el papa Gregorio XI. A pesar de su compromiso y sus sabias palabras, la misión falla y ella se ve obligada a volver a casa. Luego es llamada por el Papa Urbano VI después de la rebelión de una parte de los cardenales que empieza el cisma de Occidente. Pero aquí cae enferma y muere, con solo 33 años.

Será canonizada en 1461 por el Papa Pío II, originario de Siena. En 1939, Pío XII la declaró patrona de Italia junto con San Francisco de Asís. El Papa Juan Pablo II la llamó "Mensajera de la paz" y por esta razón quería que fuera patrona de Europa. También porque en su vida Santa Catalina viajó por todo el continente con el objetivo de instar a la reforma interna y la unidad de la Iglesia junto con la reconciliación entre los Estados.

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Las palabras de San Juan Pablo II

El 1 de octubre de 1999, Papa San Juan Pablo II en la Proclamación de Santa Catalina como patrona de Europa, quiso decir algunas palabras sobre esta Santa:

“Sus cartas se propagaron por Italia y hasta por Europa entera. En efecto, la joven sienesa entró con paso seguro y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época. Catalina fue incansable en el empeño que puso en la solución de muchos conflictos que laceraban la sociedad de su tiempo. Su obra pacificadora llegó a soberanos europeos como Carlos V de Francia, Carlos de Durazzo, Isabel de Hungría, Luis el Grande de Hungría y de Polonia, y Juana de Nápoles. Fue significativa su actividad para reconciliar Florencia con el Papa. Señalando a los contendientes a «Cristo crucificado y a María dulce», hacía ver que, para una sociedad inspirada en los valores cristianos, nunca podía darse un motivo de contienda tan grave que indujera a recurrir a la razón de las armas en vez de a las armas de la razón.

Catalina, no obstante, sabía bien que no se podía llegar con eficacia a esta conclusión si antes no se forjaban los ánimos con el vigor del Evangelio. De aquí la urgencia de la reforma de las costumbres, que ella proponía a todos sin excepción. A los reyes les recordaba que no podían gobernar como si el reino fuese una «propiedad» suya, sino que, conscientes de tener que rendir cuentas a Dios de la gestión del poder, debían más bien asumir la tarea de mantener en él «la santa y verdadera justicia», haciéndose «padres de los pobres». En efecto, el ejercicio de la soberanía no podía disociarse del de la caridad, que es a la vez alma de la vida personal y de la responsabilidad política.

Con esta misma fuerza se dirigía a los eclesiásticos de todos los rangos para pedir la más rigurosa coherencia en su vida y en su ministerio pastoral. Impresiona el tono libre, vigoroso y tajante con el que amonestaba a sacerdotes, obispos y cardenales. Era preciso — decía — arrancar del jardín de la Iglesia las plantas podridas sustituyéndolas con «plantas nuevas», frescas y fragantes. La santa sienesa, apoyándose en su intimidad con Cristo, no tenía reparo en señalar con franqueza incluso al Pontífice mismo, al cual amaba tiernamente como «dulce Cristo en la tierra», la voluntad de Dios, que le imponía librarse de los titubeos dictados por la prudencia terrena y por los intereses mundanos para regresar de Aviñón a Roma.

Con igual ardor, Catalina se esforzó después en evitar las divisiones que se produjeron en la elección papal que sucedió a la muerte de Gregorio XI. También en aquel episodio recurrió, una vez más, a las razones irrenunciables de la comunión. Éste era el valor ideal supremo que había inspirado toda su vida”.

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Enfermera y mensajera de paz

Podemos decir que las dos grandes obras de Santa Caterina da Siena han sido , por un lado, la de ser enfermera voluntaria entre los débiles, y por el otro, mensajera de paz entre los poderosos: habló con Papas y leprosos, generales y marineros, reinas y amas de casa.

Catalina interpretó la caridad cristiana de una manera practica y concreta, tanto que trabajó en el hospital de Siena diariamente, llevando asistencia y consuelo a los enfermos. Por lo tanto, representa el modelo de enfermera voluntaria por excelencia: llena de caridad, paciencia, energía y fuerza de voluntad. Por esta razón, Catalina fue comparada con una gran figura de nuestro tiempo, la Madre Teresa de Calcuta.