Aquí yace el cuerpo incorrupto de Francisco de Javier, el navarro que llevó a Dios al fin del mundo

El cuerpo de San Francisco de Javier se venera todavía hoy en un lugar del oeste de la India

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Javier González

Publicado el - Actualizado

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Hace calor, la humedad es insoportable y la vegetación dificulta la visión de Javier, y también el avance del grupo con el que se abre paso por la selva de Goa, un lugar al oeste de la India. Los insectos y el sudor en el cuerpo, hace que la ropa sea más bien un lastre, no sabe lo que le espera tras esa selva, pero su Misión merece la pena: llevar a Dios al lugar más recóndito del mundo.

Que San Francisco Javier sea navarro, es como tener al 'balón de oro' jugando en tu equipo. Un hombre que decidió dejarlo todo -y cuando digo todo, es todo- por amor. Pero no me malinterpreten, no me refiero al estilo actual de las comedias románticas de Hollywood. Es mucho más que eso. Es bien conocida su entrega hasta la muerte por las personas que le rodeaban y por Dios. Lo que pocos saben, es qué ocurrió con él, cuando falleció allá por el año 1552 por aquellas lejanas tierras orientales.

La historia de San Francisco Javier

Francisco nació en Javier -he ahí su nombre- en un esplendoroso castillo de Navarra, rodeado de nobleza y en principio, de pocas dificultades. Pero mientras estudiaba en París -un lujo reservado únicamente a las personas de su 'estatus'-, conoce a un hombre que le cambió la vida por completo. Un hombre totalmente distinto a los demás, que llamaba la atención, con carisma... y compatriota: se llamaba Ignacio de Loyola.

¿De qué le vale a un hombre ganar el mundo, si se pierde a sí mismo?

"¿De qué le vale a un hombre ganar el mundo, si se pierde a sí mismo?" Esta frase, el ejemplo y el testimonio de vida cristiana que daba San Ignacio de Loyola -otro que destaca entre nuestras filas- hicieron a Francisco tomar la decisión de su vida. Dejó toda la nobleza que había acompañado a su linaje desde tiempos inmemorables, para viajar a la India y entregar su vida a los demás. Decidió dejar todos los lujos y todas sus riquezas, para arriesgar su vida y predicar el evangelio en lugares donde nunca se había hecho.

Por tanto Francisco de Javier, formando ya parte de 'La Compañía de Jesús', viaja hasta la otra punta del mundo, para ofrecer a los que ahí vivían aquello que a él le había hecho feliz. No los lujos, ni las maravillosas tierras de Navarra, ni la formación académica... el encuentro con Jesús. Años más tarde, después de viajes y aventuras que pocos sabrán, muere a los 46 años. Nunca volvió a ver su enorme castillo, pero se ganó el título santo, y no cualquiera, sino el de patrón de los misioneros.

¿Qué pasó con su cuerpo?

Pero la misión de Francisco no terminó aquí. Aún hoy se venera su cuerpo incorrupto, en aquel lugar donde quiso entregarse al Señor. En la misma India que él evangelizó, en un lugar llamado 'Goa', se encuentra la Basílica del 'Bom Jesús' -'Buen Jesús' en portugués-. Un lugar que te transporta 500 años en el tiempo y que recuerda a una vieja ciudad colonial española - en este caso de nuestros vecinos lusos-. Diferentes iglesias de arquitectura jesuita, rodean la basílica que guarda el cuerpo del santo, mientras son custodiadas por miles y miles de palmeras.

Personas de todas las razas y religiones se acercan -con mucho respeto para mi asombro- a rendir homenaje a este hombre que marcó la historia de la India. Cristianos, 'sijs', hindúes, musulmanes... todos se acercan a contemplar el milagro de un cuerpo que permanece 'incorrupto' -o que al menos lo estuvo-. Sin duda, todos los que entran en este lugar, saben que es un lugar sagrado y de esa manera se comportan.

Se permite hacer fotos dentro del templo, pero si pruebas a hacerte un 'selfie' de recuerdo, es probable que se acerque algún indio a decirte "No selfies, it's a holy place', con su más que característico acento. 'Old-Goa' -la ciudad antigua- no tiene prácticamente casas. Son únicamente una serie de templos cristianos -bastante bien cuidados para el lugar en el que se encuentran- que rodean la Iglesia principal donde se venera a San Francisco Javier. Unos kilómetros más hacia la costa -y unas cuantas decenas de chabolas más allá- se encuentra la 'Nueva goa', un lugar turístico y que destaca por su cuidado, limpieza y modernidad. Que para un europeo... es nula.

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Goa, donde la Iglesia siembra esperanza

Pero así se considera si valoramos los lugares sabiendo en qué estado se encuentra la India. Es un lugar transitado por turistas rusos y ucranianos y ese turismo hace que se puedan permitir algún que otro 'lujo', como alguna carretera asfaltada, o un bar de copas que sí que recuerda a algún intento de pub cutre de la Jávea alicantina. Eso sí, rodeado de calles mugrientas y de mucha pobreza. Pero también de religiosos que siguen trabajando en aquella misión que comenzó San Francisco Javier, ayudando a los que no ayuda nadie.

Muchos han pasado por la India desde que Francisco de Javier murió. Portugueses, británicos... pero la sensación al encontrarse con este lugar es de una tremenda pobreza. Y no solo material, sino de cultura, de humanidad y de esperanza. Un pueblo que ha sido asediado por diferentes potencias y que siempre se ha visto obligado a cambiar, a evolucionar y a desprenderse de sus raíces. Un pueblo en el que la pobreza es el pan que no tienen de cada día, donde las mujeres son maltratadas por inercia y donde sus raíces -la naturaleza y una religión ancestral- han pasado a ser un intento de sacar algo de dinero para llevarse algo a la boca. Un lugar donde -pese a las dificultades- se respira un signo de esperanza: y es aquella que dejo nuestro santo. San Francisco Javier. Ruega por nosotros.