El cardenal Omella advierte de un retroceso de las libertades en el mundo, sin precedentes en "tiempos de paz"

En la inauguración del II Congreso 'Iglesia y Sociedad Democrática, el mundo que viene', el presidente de la CEE reafirma el compromiso de la Iglesia por un mundo más fraterno

El cardenal Omella advierte de un retroceso de las libertades en el mundo, sin precedentes en "tiempos de paz"

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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El presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, ha pronunciado el discurso inaugural del II Congreso 'Iglesia y Sociedad Democrática, el mundo que viene' que hasta este viernes se celebra en la Fundación Pablo VI.

Un congreso que, al igual que en 2018, sirve como diálogo con personalidades de la política, de la economía y de la cultura, y reflexionar sobre la sociedad, la democracia y sobre el lugar que le corresponde a la Iglesia católica en una sociedad democrática.

“Nos hace mucho bien sentarnos en la misma mesa, encontrarnos en un mismo foro personas de las diversas instituciones y sectores que trabajamos para edificar una sociedad más humana, más justa y más fraterna”, ha comenzado expresando el también arzobispo de Barcelona.

Omella ha lamentado que el mundo se vea nuevamente sumido en una crisis cuando se cumplen dos años del inicio de la pandemia, aunque esta vez la crisis venga en forma de guerra, la que se está produciendo en Ucrania tras la invasión rusa. Una guerra, asegura el presidente del episcopado, que constituye “el choque de dos modelos de organización social, política y económica que entran en conflicto. La democracia versus los sistemas autoritarios. La auténtica democracia asusta a los regímenes autoritarios. Es un choque de bloques que se miran con recelo y con temor”, ha remarcado.

El papel de la Iglesia en el mundo actual y el que se avecina

Omella ha defendido el papel de la Iglesia en el mundo actual, al ser los pilares de Occidente y de los derechos humanos, pero al tiempo ha lamentado su labor desconocida para muchos. En este sentido, ha afeado a los diferentes sectores que “contribuyen a que no se conozca el verdadero rostro y misión de la Iglesia”.

También ha hecho autocrítica Omella, recordando que algunos de los miembros de la institución “han cometido errores gravísimos de los que pedimos una y otra vez perdón, pero también es cierto que son una muy pequeña minoría. Los errores ocultan las virtudes de muchas personas maravillosas e iniciativas impresionantes que benefician profundamente a nuestra sociedad”, ha remarcado.

Sobre el mundo en el que vivimos y el que se avecina, el cardenal ha mostrado su convencimiento de que asistimos a un cambio de época que “culminará en una nueva sociedad” de la que todos debemos ser partícipes, a su juicio, “buscando el bien común” y sin “servir los intereses particulares de unos pocos o las ideologías fomentadas por grandes conglomerados de ingeniería social”.

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Un cambio que no es el primero que vive la Iglesia en sus más de dos mil años de existencia, ha subrayado Omella, quien ha añadido que “la Iglesia conoce profundamente el mundo en el que vivimos. Nuestra presencia a lo largo y ancho del planeta y en todas las esferas de la sociedad hace que seamos un interlocutor a tener en cuenta. Vivimos en medio de guerras, de persecución religiosa, de hambre, de epidemias…”, ha señalado.

Por ello, ha manifestado la intención de la institución eclesiástica por “ofrecer su experiencia en la edificación de este nuevo mundo que se nos acerca. Quiere colaborar humilde y activamente con todos los agentes sociales para edificar el mundo que viene”.

Así las cosas, el purpurado considera injusto que algunos colectivos pretendan excluir a la Iglesia de este diálogo integral, ya que implicaría perder a casi el 18% de la población mundial que se declara católica.

“La Iglesia tiene mucha experiencia e información y en su misión espiritual y humana no tiene otro interés en este mundo que defender la dignidad del ser humano, promover el bien común de la sociedad y del mundo en el que vivimos y trabajar para rehacer la comunión y la fraternidad”, ha agregado.

Asimismo, ha recordado que el Papa Francisco ha invitado a la Iglesia a “salir al mundo, a entrar en interrelación con la sociedad, a trabajar codo con codo con los conciudadanos para edificar el mundo que viene, para hacer del mundo un espacio de fraternidad, una gran familia de familias”.

Una aportación que la institución realiza, asegura Omella, con independencia y desde su dimensión universal para favorecer “el bien común y la dignidad de las personas”.

“En efecto, a diferencia de las naciones o de otros agentes o instituciones, la Iglesia, en la reflexión y el debate sobre el mundo que viene, no tiene intereses económicos, geoestratégicos o ideológicos particulares. Solo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”, ha expresado el presidente del episcopado español.

La Iglesia advierte que la calidad de las democracias están en retroceso en el mundo

El presidente de la CEE ha hecho también referencia en su discurso de apertura del II Congreso 'Iglesia y Sociedad Democrática, el mundo que viene' a la conveniencia de que la Iglesia hable de política o, si por el contrario, su opinión ha de quedar restringida a las sacristías.

En este sentido, recuerda que ambos ámbitos son independientes, pese a que coinciden en que están “al servicio de la vocación personal y social del hombre”. En este marco, Omella afirma que la Iglesia “es conocedora de los pros y contras de unos y otros sistemas para la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad”, ha manifestado.

A su juicio, la Iglesia tiene experiencia sobre el sistema de la democracia como modelo político y de organización social, pero matiza que “la auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Y todo ello sin olvidar que la democracia es fundamentalmente un ordenamiento y, como tal, un instrumento al servicio de la persona y no un fin. No está el hombre al servicio de la democracia, sino la democracia al servicio del ser humano”.

En este punto, el cardenal y arzobispo de Barcelona ha hecho alusión a un informe elaborado por el semanario británico 'The Economist', que revela que en 2020 de un total de 167 países analizados, solo 23 países pudieron ser clasificados de democracias plenas, 52 entraron en la categoría de democracias imperfectas, 35 en la de regímenes híbridos y 57 en la de regímenes autoritarios.

“Los autores del informe concluyen que se ha visto un retroceso en las libertades jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz. Solo 8 de cada 100 personas en el mundo gozan de los derechos y libertades amparados por una democracia plena”, advierte Omella.

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Las diez propuestas del cardenal Omella para recuperar “una sana democracia”

Ante este retroceso de las libertades en buena parte del planeta, el presidente de la Conferencia Episcopal Española ha ofrecido una serie de recetas, todas ellas son fruto de una lectura meditada de Fratelli Tutti y del magisterio reciente del Papa Francisco:

“No hay democracia que dure en el tiempo sin una buena política y unos buenos políticos. La democracia no es eterna, si se corrompe se destruye”.

“No hay democracia que perviva si no hay justicia social. Es indispensable atacar la creciente pobreza y desigualdad económica con todas las herramientas posibles”.

“La democracia muere cuando deja de promover una economía al servicio de las personas que gestione de manera eficaz y eficientemente los recursos, haciendo frente a la creciente pobreza y desigualdad social, que son el caldo de cultivo de los populismos que destrozan la democracia”.

“La democracia es compleja y, por tanto, requiere la participación, la implicación, el esfuerzo y la paciencia de los políticos y también de todos los ciudadanos. Es una forma familiar de vida que hemos de cuidar y respetar entre todos para que no se pervierta ni se destruya”.

“Los medios de comunicación son vitales en una democracia. De ahí que los gobiernos traten de controlarlos. Hemos de acabar con esta práctica. Los ciudadanos tienen necesidad de una buena información para evitar ser manipulados”.

“Una sana democracia no enfrenta el sector público al sector privado, sino que promueve su cooperación y asegura un uso eficaz de los recursos en beneficio de los ciudadanos, evitando duplicidades ineficientes e innecesarias”.

“Una sana democracia que quiera perdurar en el tiempo debe poner todos los medios a su alcance para que los ciudadanos, a pesar de sus diferencias de opinión, no se vean como enemigos o competidores, sino como hermanos”.

“Necesitamos una democracia que descubra el diálogo auténtico y respetuoso, la escucha real, la reflexión profunda y sosegada sobre los temas importantes, y no las prisas a las que someten los lobbies de diversas ideologías. La Iglesia está redescubriendo el camino de la sinodalidad, que no es el de las mayorías simples de votos, sino el camino más lento, pero más seguro y firme del consenso”.

“Una democracia que no se preocupa por sus jóvenes y por sus ancianos, es una sociedad que agoniza”.

“Una auténtica democracia respeta los derechos fundamentales, entre los cuales se encuentra el derecho a la libertad religiosa. Quiero recordar que la Iglesia católica no pide privilegios, pero tampoco quiere que se la discrimine”.

Para finalizar su intervención, Juan José Omella ha animado a los presentes a “cuidar la escucha mutua que puede ser alternada con momentos de silencio para poder integrar lo dicho por unos y otros”.

Asimismo, ha invitado a llegar a conclusiones y propuestas concretas “para evitar quedarnos simplemente en la divagación intelectual”, así como presentar estas conclusiones “al Gobierno, agentes sociales y a la sociedad civil que sirva de base para un trabajo conjunto entre todos los sectores de la sociedad con el fin de alcanzar un consenso mayor sobre aquellos puntos que son prioritarios para el bien común de nuestra sociedad”.

Para finalizar, Omella ha concluido con las mismas palabras que en 2018 pronunció el arzobispo emérito de Pamplona, el cardenal Fernando Sebastián, en la primera edición del congreso.

“La sociedad española puede contar con la Iglesia y con los católicos como ciudadanos leales, colaboradores eficientes en la construcción permanente de una sociedad cada vez más humana, más justa y más feliz, al servicio del bienestar y la prosperidad de todos los españoles sin distinción y discriminación alguna. Este es nuestro deseo sincero. Este es nuestro compromiso personal e institucional”.

Coloquios del jueves

El Congreso continúa mañana con cinco mesas redondas en las que se profundizará en los grandes asuntos que mueven nuestra sociedad democrática: “La nueva economía (y el futuro del trabajo)”, “Tres miradas a una sociedad posmoderna”, “El papel de la educación en el mundo que viene”, “Los retos del mundo global” y “Hacia dónde camina la política”.

Los diálogos estarán protagonizados por personalidades políticas, económicas, intelectuales y religiosas como el secretario general de la CEE, Luis Argüello; la ministra de Defensa, Margarita Robles; el presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Manuel Pizarro; el vicepresidente de la CEOE, Lorenzo Amor; el secretario general de UGT, Pepe Álvarez; el obispo de Bilbao, Joseba Segura; las filósofas Adela Cortina y Amelia Valcárcel; la viróloga Isabel Sola; la misionera Victoria Braquehais; el diputado de VOX Francisco José Contreras; la escritora Ana Iris Simón; el profesor Diego Garrocho; o la eurodiputada María Eugenia Rodríguez Palop.