La historia de Yolanda, de tenerlo todo a necesitar a Cáritas: "Eres la misma persona, estés arriba o abajo"
Su desahucio se ha pospuesto, pero ante la situación de vulnerabilidad tiene claro que sus hijos sin comer "no se van a quedar"
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Yolanda está casada y tiene cuatro hijos. Solo dos conviven en el hogar familiar ya que son menores de edad (11 y 8 años). Llevan en el mismo barrio desde hace 11 años. Debido a la situación económica, accedieron a un alquiler social, el cual acabó hace un año y dos meses. En julio del año pasado estaba previsto el desalojo de la vivienda en la que residen.
“No cobramos ingreso mínimo vital. Tengo cuatro hijos y estamos luchando porque estamos en un piso de alquiler social y hay un fondo buitre que nos quiere echar”. Les han concedido un abogado y un procurador de oficio. Por ser una familia vulnerable se le ha pospuesto la vista judicial hasta el 31 de diciembre.
Primero, lo básico
Precisamente, antes esta situaciones se sitúa el mensaje de la Jornada Mundial de los Pobres, que a iniciativa del Papa Francisco, la Iglesia celebra este 13 de noviembre. Esta convocatoria es una nueva oportunidad para reflexionar sobre cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad.
Como otras muchas familias, Yolanda pertenece al programa de acompañamiento y acogida Cáritas Valencia, a cuya puerta acudieron hace ya más de dos años. “Gracias a Cáritas hemos podido comer muchos días. Hoy estás aquí arriba y mañana estás aquí abajo. Pero tienes que saber que eres la misma persona y superar que ya no tienes lo que tenías, pero tienes otra cosa. Y que gracias a Dios tengo a mis hijos sanos. Y para un plato de comida, no me falta”.
Primero lo básico, explica Yolanda, que habla del coste emocional de la situación de vulnerabilidad. “Por el día es como si llevaras una máscara. Tus hijos te ven bien y feliz pero cuando tus hijos se duermen, tú te derrumbas. Entonces lloras y piensas cómo vas a salir. Luego vas aprendiendo que esto es así. Ves las noticias y ves que no eres la única, que cada vez hay más gente por desgracia y más en los tiempos que estamos. Estamos recordando como era en la época de nuestros abuelos. Las historias que contaban ellos. Entonces en lugar de ir para adelante, vamos para atrás. Te levantas, te pones un poco de maquillaje y vuelves a sonreír”.
Un futuro con esperanza
“La lucha del día a día es que con lo poquito que cobramos tienes que ir a comprar. Comprar ropa a tus hijos. Vas al supermercado y ves que está todo carísimo. Que el aceite que estaba a un euro ahora está a tres o cuatro euros. Que no puedes permitirte el lujo de comprar pescado fresco. Con suerte puedes comprarte algo de congelado. Ternera tampoco puedes permitírtelo. Todas las comidas son con pollo. Con pollo te hago lentejas, estofado, fideos, todo lo que tú quieras”, explica.
No obstante, esta familia no pierde la esperanza: “Cuando mi marido se ponga bien de la pierna, va a seguir trabajando. Él ha cotizado toda su vida. Yo he cotizado, lo que pasa es que una mala racha la tiene cualquiera. Yo tenía mi casa de tres plantas y mi marido un camión y estábamos bien situados económicamente”, explica.