La labor de la Iglesia por dar dignidad a Los Asperones y Palmilla, los dos barrios más conflictivos de Málaga

El consumo de drogas, la mendicidad y la estancia en prisión son tres de los males que asolan a ambos barrios de la provincia, olvidados por las administraciones: "Nadie lo merece"

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

9 min lectura

Los Asperones y Palma-Palmilla son los dos barrios con mayor tasa de pobreza en la provincia de Málaga. Ambos espacios se encuentran en la capital malagueña. Como ya habrán supuesto los lectores, se tratan de dos zonas que no salen en los carteles paras vender al turismo las bondades de la Costa del Sol.

Es la otra cara de Málaga, la del desempleo, el consumo de drogas e incluso los tiroteos. Los candidatos a gobernar la Junta de Andalucía difícilmente acudirán a estos espacios para captar el voto de sus vecinos, que se muestran cansados por el olvido de las administraciones.

Una vez más la Iglesia se ha convertido en el pulmón por el que respiran cientos de familias tanto en Los Asperones como en Palma-Palmilla, asumiendo un papel que corresponden a las instituciones públicas. En ECCLESIA, conocemos cómo es la situación de ambos barrios y la labor de las organizaciones religiosas.

La vida en Los Asperones: “El lugar perfecto para dar de comer al hambriento”

Los Asperones es un barrio de reciente creación, situado en la periferia de la ciudad, en el distrito de Puerto de la Torre, al oeste de Málaga. Nació en el año 1987 como solución provisional, con el fin de acabar con las chabolas que existían en sus alrededores (Estación del Perro, el Punete de los Morenos y Portada Alta), con la condición de que a sus vecinos, la mayoría de etnia gitana, se les trasladara en un periodo de tres años a una vivienda digna.

35 años después las primeras 175 familias que llegaron esperan sentados que le asignen un inmueble. Luego, con el paso del tiempo, se han ido incorporando otro centenar de padres e hijos al asentamiento de cuartillos y chabolas cada vez más deterioradas.

Patxi Velasco es uno de los vecinos más combativos de Los Asperones. Asturiano de nacimiento pero residente en Málaga desde la adolescencia, durante décadas este cristiano de base lucha por la dignidad del barrio. Lo hace como cristiano, profesor y actualmente director del colegio 'María de la O'.

En declaraciones a 'ECCLESIA', Velasco ha explicado la complejidad del barrio: Es un sufrimiento injusto pero a su vez evitable si hubiera voluntad política. Muchos de los padres que vinieron aquí con sus hijos pequeños ya han ido muriendo por el paso del tiempo, y mientras el problema se ha enquistado. No formamos parte de la publicidad de la Costa del Sol. Las asociaciones, la escuela, etc. trabajamos por intentar de dar algo de dignidad a esta gente”, explica.

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Las fuerzas vivas de Los Asperones, entre ellas la Iglesia, trabajan en red por lograr mejoras, siempre desde una vocación cristiana, como reconoce Patxi Velasco: “Es un creer que tiene que haber bien y justicia. Los Asperones es el lugar perfecto para dar de comer al hambriento y vestir al desnudo. La acción de la Iglesia tiene que estar en el barrio porque la gente no merece nacer en un sitio como este”, expresa.

El día a día en Los Asperones es difícil. En el colegio 'María de la O' que dirige Patxi, ofrece desayuno diario y picnic a los alumnos pertenicentes a las familias más vulnerables. Toda una estructura de ayuda coordinada desde el centro educativo, integrado por monitores, cocineros e incluso docentes del propio barrio, forjando así una sinergia perfecta de solidaridad.

En cuanto a los adultos, la situación se complica: “Aquí la gente se gana la vida con la chatarrería, otros aparcan coches, otros viven de la mendicidad...” Pocos frutos para tanto trabajo, aunque se logran pequeños avances: “Hace veinte años no había nadie con nómina, y ahora al menos tenemos dos universitarios gracias al esfuerzo de mucha gente, e incluso alguna nómina”, precisa.

Un barrio estigmatizado por los foráneos en parte por el consumo de drogas en el barrio. Una realidad que existe, y que ha aumentado tras el paso de la covid-19 por Los Asperones: “Había gente que había logrado salir y han vuelto a recaer. Desde el colegio y las asociaciones administran metadona y ofrecen tratamientos de desintoxicación”.

Mientras tanto, la parroquia de San Fernando hace lo que puede con quienes más lo necesitan, supliendo los recursos que no llegan desde las administraciones: “Yo como Iglesia pensaba que los políticos no tenían consciencia ni conocimiento de lo que había aquí, pero cuando hemos denunciado tantas veces la realidad del barrio, acudir al Defensor del Pueblo Andaluz, etc. comprobé que es un problema de sensibilidad. Los pobres no les importan, porque esta situación de Los Asperones es evitable y se puede reparar con voluntad”, manifiesta Patxi Velasco.

Ahora que Andalucía está sumida en plena campaña electoral, para Patxi la solución no pasa por las promesas, sino por la sensibilidad: “No importan los colores, porque los políticos te regatean y echan la pelota a otras administraciones que no son de su partido. La clave es la sensibilidad, porque capacidad tienen. Cuando quieren construir puertos preciosos o museos espléndidos son capaces de hacerlo. Hace falta una búsqueda de la justicia. Si no construimos la sociedad atendiendo a los vulnerables, ancianos o dependientes, no podemos construir el puzzle social bien”.

A lo largo de tantos años, este cristiano de base de origen asturiano ha acumulado multitud de anécdotas que permanecen en la retina. No espera un 'gracias' por su reivindicativa labor, pero reconoce que le emociona: “El otro día un señor me dio las gracias porque me pedía que si podíamos cambiar a su hijo preso de módulo, porque lo estaba pasando muy mal como consecuencia de una enfermedad. A través del sacerdote de la cárcel le escribimos una carta a la cárcel y finalmente le cambiaron. Me lo agradeció. La Iglesia es una bendición”, expresa con emoción.

Otro de los grandes hitos que han logrado en los últimos tiempos tuvo lugar después del confinamiento, cuando consiguieron hacer llegar el wifi y aparatos electrónicos a algunas chabolas con el objetivo de que los niños pudiesen conectarse a Internet y hacer los deberes: “Yo en el confinamiento tuve que hacer uchas fotocopias para hacerles llegar los deberes a los alumnos. Cuando pudimos salir, acordamos con la Universidad un proyecto para alargar el wifi con una antena que llegasen a estas casas. Fue muy bonito”, revela.

Tiroteos y tráfico de droga: la dura realidad de Palma-Palmilla

Palma-Palmilla está situada al norte de la ciudad, en la margen derecha del río Guadalmedina. Sus vecinos están hartos de convivir en medio de tiroteos y drogas. Se trata de uno de los barrios más conflictivos de la segunda ciudad más habitada de Andalucía. Según las estadísticas, el 50% de sus residentes están en situación de desempleo, pese a que la economía sumergida está a la orden del día.

Un barrio que en sus inicios estaba integrada por familias de clase obrera, hasta que hace unos cuarenta años se vio afectado por el boom de la drogadicción. Cuenta con dos parroquias que gestionan los Trinitarios. Sus tres párrocos además visitan cada día algunas prisiones de la provincia, entre ellas Alhaurín de la Torre, donde permanecen entre rejas algunos de estos vecinos del barrio, generalmente por su coqueteo con el tráfico de drogas.

“Atendemos a los presos, a sus familias, buscamos abogados de oficio...” explica para ECCLESIA el Padre Andrés González, uno de los párrocos del barrio.

Lola y María del Mar trabajan desde hace años en el comedor social del barrio. La primera tiene tres hijos, por lo que el estado de Palma-Palmilla le preocupa: “Lo que hay que hacer es no meterse en conflictos. Lo mejor es estar en casa con tu familia y no tener problemas con según qué gente. Yo me asomo a la ventana y veo gente en el coche consumiendo droga. Ahora cada vez menos, pero ocurre, y cuando lo ves, pues a oír y callar. Otras veces yo estoy tranquila en mi casa, y escucho tiros. Aquí los tiroteos, las peleas y la droga existe. No es diario, pero es una realidad.”

María del Mar por su parte ha recordado que la esencia de un barrio humilde y obrero se mantiene, si bien es cierto que el boom de la droga se instaló en Palma-Palmilla hace unos cuarenta años, obligando a muchos vecinos a marcharse: “La esencia se mantiene, pero la droga ha hecho que aumenten los problemas y que haya vecinos que optaran por irse, sobre todo cuando sus hijos empiezan a crecer, para evitar así determinadas situaciones. De hecho, el precio de la vivienda aquí es el más bajo de Málaga con diferencia.”

De los 1.200 presos, algunos pertenecen a Palma-Palmilla, aunque la pastoral penitenciaria no hace distinción por Religión o procedencia. No obstante reconoce el sacerdote trinitario que, con los presos del barrio hay mayor cercanía al conocer a sus familias.

“Estamos en contacto porque la familia recurren a nosotros preocupados de lo que hacen sus hijos, si sucede lo que ven en las pelícuas, el recibimiento que le hacen... Nosotros tratamos de dar normalidad a la cárcel, les visitamos sobre todo cuando es la primera vez que ingresan y luego nos ponemos en contacto con la familia. Les trasladamos que están bien, nos piden que les cambiemos de módulo, etc.” ha detallado el Padre Andrés.

Asimismo, cuentan los Trinitarios a nivel nacional con casas de acogida en el marco de la Fundación PROLIBERTAS, que en el caso de la provincia de Málaga se encuentra en Antequera, orientada especialmente a personas inmigrantes, pero que también proporcionan un techo a aquellos presos que reciben un permiso penitenciario que no tienen donde ir: “Si tienen un vehículo propio viajan con su dinero, pero si no lo tienen la capellania de prisiones o la fundación les pagamos el viaje. No queremos que nadie se quede sin disfrutar de su permiso por no tener dinero”, precisa el religioso.

Además de su tarea en la pastoral penitenciaria, la Iglesia de Palma-Palmilla ofrece formación a los adultos y pequeños a través de los grupos de Cáritas y la pastoral juvenil de los Misioneros de la Esperanza: “Si no fueran acogidos por este movimiento no tendrían formación”.

Pese a que los programas de desintoxicación corresponde a Cruz Roja y a la Junta de Andalucía, desde la Iglesia colaboran activamente: “Muchos son de nuestro barrio y acuden a nosotros para recibir las medicinas, por ejemplo”.

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